Da igual el enfoque, da igual la casa a la que pertenezcan, su filiación moral o su aspecto físico: los superhéroes son un imán para la taquilla. Quien dice superhéroes dice también supervillanos. Al calor de la última noticia que nos ha dejado de piedra: que el Joker tendrá su propia película al margen del Universo Cinematográfico que está montando DC, nos toca reflexionar un poco sobre esta burbuja que estamos viviendo en la que parece que cualquier personaje (de la pléyade que inunda los cómics, los libros y hasta la cultura pop) es susceptible de convertirse en un potencial torrente de suculentos ingresos.
Es evidente que las distribuidoras no solo han visto el filón sino que están dispuestas a extraerle hasta la última gota de jugo ya sea dándoles un espíritu colorista (véase el caso de la franquicia deGuardianes de la galaxia), un tono más grave (Logan) o un toque más aventurero (Wonder Woman, por no ir más lejos). Apiñadas en corales universos o un poco al margen de ellos (a veces por motivos de derechos como Spider-Man: Homecoming y otras por ser casos aparte como Power Rangers) el caso es que nunca pasan desapercibidas por taquilla sea cual sea la recepción de la crítica.
Los proyectos de animación tampoco se quedan atrás, por fortuna, y siguen dándonos alegrías. Este año hemos visto dos películas completamente diferentes pero con algo en común: un superhéroe al cargo de la trama principal. Hablamos de Batman: la LEGO película y de El Capitán Calzoncillos: su primer peliculón. Y es que el humor y el público infantil-juvenil es también susceptible a enredarse con facilidad en estos mundos de superpoderes.
¿Por qué las películas de superhéroes son un imán tan atractivo? Porque han venido a sustituir en gran medida esa edad dorada de la ciencia-ficción y de la fantasía. Como subgénero cinematográfico han eclosionado definitivamente en el siglo XXI y toda una nueva generación de espectadores se siente más próxima a ellos que quizás los coetáneos que los vieron nacer como un fenómeno mucho más restringido y dirigido a un público más sectorial.
Su expansión tiene también mucho que ver con los cambios en los usos sociales de consumo de productos audiovisuales. Hablo, cómo no, de la paralela explosión del mercado VOD que a España ha llegado más tarde pero a un ritmo vertiginoso desde el desembarco de Netflix y posteriormente de HBO España, Amazon Prime Video y la avalancha que se aproxima: con AMC, Apple o Facebook (parece que incluso Disney) creando sus propias plataformas para la explotación de sus productos. Puede que os preguntéis que qué tiene esto que ver pero el caso es que está muy relacionado: más ventanas, más mercado, más recaudación. Todos contentos: los espectadores no tienen que desplazarse para consumir los productos que más les gustan (mirad presupuestos y recaudaciones y alucinaréis con las cifras) y los creadores de contenidos y las plataformas se llevan su pellizco. Parece que los grandes perjudicados son los exhibidores y las salas, o puede que no, que la demanda sea tan grande que sean mercados complementarios.
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Sea como sea, los proyectos se acumulan y o bien sea humanizando a los superhéroes o convirtiendo a las personas corrientes en superhéroes el caso es que estamos sepultados en películas de superhéroes que van a seguirse acumulando entre los estrenos anuales. ¿Moriremos de sobredosis o seremos felices y comeremos perdices? Los estudios apuestan por la segunda vía, y, al menos, están variando el menú todo lo que pueden. A la espera de Thor 3: Ragnarok yLa Liga de la Justicia... ¿Cómo lo percibís vosotros? ¿Sentís cierto hartazgo o por el contrario estáis deseando ver más y mejor? ¿Seguirán siendo los superhéroes un imán para el gran público?
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