Crítica de La caída de la Casa Usher: lo mejor de Mike Flanagan desde La maldición de Hill House

El idilio de Mike Flanagan y Netflix comenzó con El juego de Gerald y se cierra en este atípico y caluroso mes de octubre con La caída de la casa Usher, su nueva serie de terror que sigue la tradición de La maldición de Hill House.

Desde entonces, Flanagan ha sido la gallina de los huevos de oro para el terror de la gigante del streaming. Misa de medianoche, La maldición de Bly Manor o El club de la medianoche llevan su sello en la plataforma del «tudum». Pero todo es más bonito cuando tiene un final.

El matrimonio se ha roto. A Flanagan le ha salido una poderosa amante: Amazon Studios, la que será la nueva casa con el sello del director y productor estadounidense. Pero su última bala en la recámara podría colarse entre los primeros puestos de su trabajo para la plataforma.

La caída de la casa Usher parte de una premisa genuinamente poderosa: está basada en un cuento del siempre atrapante Edgar Allan Poe. Dos estilos entrelazados que, ya te lo adelanto, nos ofrecen una historia perturbadora, misteriosa y tan poderosa en lo visual como en lo narrativo.

Si vienes aprendido de casa te imaginarás a buena parte del elenco artístico de la serie. Y, si no, ya te lo cuento yo: Carla Gugino, Henry Thomas, Kate Siegel, T'Nia Miller o Samantha Sloyan. A todos los has visto en el resto de producciones del universo Flanagan.

Un decisión atrevida, como nos demostraron con la saga de La maldición, pero que, inevitablemente, podrá provocar el hastío por repetición del espectador menos entusiasta. La recompensa la encontrarán en la Fuerza: Mark Hamill es, a todas luces, la novedad más llamativa del reparto.

Una antología de terror literario

La caída de la casa Usher tiene un título que deja poco a la imaginación; menos si eres aficionado a la lectura del género. Roderick Usher (Bruce Greenwood) narrará los acontecimientos que llevaron al ascenso y caída de un imperio multimillonario, pero también a la muerte y destrucción de su apellido.

Junto a la inteligencia de su hermana Madeline Usher (Mary McDonell), se hicieron con el control de la empresa farmacéutica Fortunato y la catapultaron a un éxito sin precedentes... rompiendo algunas reglas éticas, morales y legales por el camino.

Todo acto tiene su consecuencia. La historia de La caída de la casa Usher nos llevará a saborear el trágico sabor de la venganza en un viaje por distintas líneas temporales que confluirán en el relato que Roderick Usher confiesa a Auguste Dupin (Carl Lumbly), el detective que lleva intentando ponerlos tras los barrotes por las terribles consecuencias de su actividad para la población.

Y ese viaje tiene un destino fatal: la muerte de sus hijos, que los acompañarán como un estertor afilado del pasado en el que fuese el hogar donde nacieron Roderick y Madeline. Desde allí narrará su historia el patriarca de los Usher como si de una fábula se tratara.

Flanagan ha recogido el testigo escrito por Edgar Allan Poe para dotarlo de modernidad, tensión y brutalidad plástica. Acompañado en la fotografía por su también habitual compañero Michael Fimognari, la dupla consigue construir la misma atmósfera que hizo de La maldición de Hill House un éxito.

Pero no sólo ahí se queda su creatividad. Para expandir el universo de la obra, han recogido otras historias de Poe como si de una antología por episodios se tratara para homenajear al autor: El gato negro, El cuervo, La máscara de la muerte roja o El corazón delator.

Enmascaradas en su propia narrativa, Flanagan ha plagado de referencias la serie sin convertir su estructura en una compleja maraña de subtramas inconexas. Cada episodio y cada hijo se convertirán en los protagonistas de una macabra e inquietante reverencia a Poe.

Ahora, si lo que vienes esperando es una serie de terror que, como a un servidor le pasó en dicha producción estrella, te haga escupir el corazón por la boca, ese no es su objetivo. La caída de la casa Usher adquiere un tono de cuento macabro, con el espíritu de las líneas originales, construyendo un terror latente y taimado que te acompañará en lugar de sorprenderte por la espalda.

Todo en la nueva miniserie de Netflix rezuma aire literario. Especialmente sus diálogos. Largos e inteligentes monólogos de los principales personajes de la familia nos llevarán a conocer no sólo más de su historia, sino reflexiones harto particulares en el juego por el poder.

Ahí reside el punto dulce: en los egos y las disputas familiares. Un Succession trabajado con las inquietantes brumas del misterio. Una caterva de bastardos que, fagocitando del imperio de su padre, utilizan su dinero como único recurso con el que alcanzar sus objetivos.

Todo el reparto hace un trabajo memorable, pero es Bruce Greenwood quien se lleva la palma. Además de las interminables líneas de diálogo que ha debido preparar para el personaje, sostiene sobre su narración y su figura todo el misterio que irá desvelándose episodio por episodio. Muerte por muerte.

También hay notas amargas: no todos sus personajes encajan con la misma precisión. Juno (Ruth Codd) se convierte en un estorbo narrativo escena tras escena, cuya implicación se siente particularmente forzada e innecesaria en el papel.

La despedida menos amarga

La caída de la casa Usher es, sin lugar a dudas, el mejor trabajo de Flanagan desde La maldición de Hill House. Astuta, ágil e inquietante, equilibra con intención su atmósfera de misterio literario con un terror subrepticio que, como El gato negro, está dispuesto a saltar de un armario para arañarte en la retina.

Su objetivo dista mucho de generar empatía y sufrimiento por las pérdidas; más bien lo contrario. Será un ejercicio de catarsis observar cómo todo su mundo, construido alrededor del ego, las apariencias y la herencia monetaria, sucumbe ante sus ojos para mostrar su propia fragilidad.

Es un canto de respeto y reverencia a uno de los más reconocidos autores del terror estadounidense. Pero uno que resuena como las agudas notas femeninas de un tarareo infantil que rebotan en las paredes y para acabar en nuestro tuétano.