Crítica de Carnival Row Temporada 2: el estimulante universo de fantasía de Prime Video llega a su fin

La combinación de misterio, thriller político y fantasía oscura que analizamos hace casi cuatro años en su primera temporada consiguió hacer saltar los bombines de más de un espectador que, tras las dudas de los primeros capítulos, encontraba en ella una serie con una personalidad carismática y grandes promesas para el futuro.

Pónganse sus prendas steampunk porque volvemos a Burgo. Volvemos al Row. El cuento de hadas para adultos de Prime Video regresa para poner el punto y final a la historia de Carnival Row en su segunda temporada.

Orlando Bloom (El Señor de los Anillos, Piratas del Caribe) y Cara Delevingne (Solo asesinatos en el edificio) vuelven a pisar las calles de estilo neovictoriano de esta historia que prometía ser una de las grandes apuestas del fantástico prepandemia y que ha terminado cerrándose en su segunda temporada ante las vicisitudes del destino.

La realidad, sin embargo, ha sido bien distinta. La pandemia azotó a todos los sectores en 2020, retrasando el rodaje de una segunda temporada que, cuando por fin veía la luz al final del túnel, volvió a retrasarse por problemas de agenda de sus protagonistas.

Los más de tres años entre entregas pueden haber precipitado los planes de Prime Video, y la marcha de Marc Guggenheim, showrunner de la primera temporada, y de Travis Beacham, cocreador de la serie, por diferencias creativas no son premisas muy halagüeñas.

Una historia que pudo haber sido una película que ha tenido matices brillantes y oscuros dentro y fuera de su diégesis; esa es, en definitiva, la realidad del estreno de Amazon Prime Video que contaba con un padrino de excepción: el mismísimo Guillermo del Toro. Hora de volver al Row.

Las hadas también sangran 

La segunda temporada de Carnival Row regresa con Rycroft Philostrate (Orlando Bloom) y su recientemente descubierta relación familiar con el canciller Absalom (Jared Harris). Pero si algo nos tenía en vilo era ver cómo evolucionaría su relación con Vignette Stonemoss (Cara Delevingne), el amor de su vida, tras su reencuentro.

En Burgo las cosas se han puesto feas. El clasismo y el racismo imperante entre los humanos ha llegado a su máximo apogeo con el ascenso al poder de Jonah Breakspear (Arty Froushan), por lo que las hadas, los faunos y todas las criaturas fantásticas de la ciudad están recluidos en el Row.

La escalada de la violencia es palpable desde el comienzo de la nueva hornada; una temporada que contará con ocho episodios de 50 minutos de duración y que se irán liberando en tandas de dos con la llegada de cada viernes hasta completar la serie.

Los Puck serán, bajo este apodo despectivo con el que a ellos se refieren los humanos, la punta de lanza de la crítica social que ya encerraban en su primera temporada, pero como resultado de una política mucho más sádica y visceral.

Como veis, sus principales temas y pulsiones regresan para continuar su desarrollo, y no son las únicas. Le pedíamos a la primera temporada un poco más de la magia y la brujería que con tanto atractivo nos mostraban encarnadas en el Darkasher y nuestros ruegos han sido escuchados. 

Tourmaline será la catalizadora de una nueva subtrama que nos sumerge en las raíces de la fantasía oscura que, esperemos, cumpla con las expectativas que los primeros capítulos han sembrado y no nos dejen con la esperanza de las escenas que nos robaron en la primera entrega.

Un paisaje callejero estimulante

El diseño de producción vuelve a ser la guinda del pastel. Su ciudad principal, esa Burgo que tanto puede recordar a la Londres neovictoriana, convierte al barrio de Carnival Row en un personaje más de la serie.

Porque sus calles rezuman emociones. El odio de los oprimidos y la suciedad de la pobreza frente al desprecio descorazonado de los opresores rodeados de luz con un vestuario que los llena con tantas sombras como las que tienen en su interior.

Carnival Row vuelve a ser un espectáculo de la estética. El vestuario, el maquillaje, los escenarios y la fotografía construyen una atmósfera en la que podríamos quedarnos a vivir.

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Nos ofrecerán la posibilidad de salir de las calles de los bajos fondos para poder visitar palacios y grandes jardines que suman más gotas en el tintero de su crítica social, aumentando el contraste entre estratos. Y no será la única adición.

La serie Carnival Row nos llevará a nuevas localizaciones de su universo a través de Agreus e Imogen, esa entrañable subtrama que, después de robar el protagonismo a la pareja principal en la primera temporada, vuelve para seguir en el filo de la navaja en el que bailan todos sus personajes.

Su historia sigue las mismas bases: la joven adinerada altiva, clasista y cruel cuya familia caída en desgracia ha sumido en la más profunda ignorancia... hasta que conoce a Agreus, un fauno que, para su sorpresa, es educado, rico y poderoso.

Romeo y Julieta en tiempos del fascismo social, vaya. Su huida de Burgo los llevará a nuevos destinos que podrán ser incluso menos esperanzadores que su origen, pero que nos llevarán inevitablemente — o eso esperamos — a la redención de sus pecados.

Si pensamos en Carnival Row, sólo podemos obtener una conclusión: un proyecto infravalorado. Los azares del destino parece que van a arrebatarnos el desarrollo de una serie con un universo de criaturas de fantasía particularmente atractivo.

Pocas veces hemos tenido la oportunidad de ver tantas figuras del folclore y la fantasía unidas con criterio y cohesión; figuras que ahora quedarán enterradas bajo pilas de nuevos proyectos de Prime Video.

Como decíamos en su primera temporada, no es la serie del año. Ni pretende serlo. Tampoco lo necesita. Sus diálogos no tienen el mismo remate que la factura del resto de la serie, pero la línea ascendente que han marcado con el paso de los episodios la convierte, una vez más, en un visionado obligatorio para los amantes del género.

Carnival Row nos deja el corazón dividido. Amarga y cruel derrota de un proyecto que tenía las piezas dispuestas para terminar de consolidarse en una tercera entrega que no parece posible... a no ser que las hadas vuelvean a hacernos soñar con un nuevo milagro.