Seis episodios de entre 40 y 50 minutos de duración componen la primera temporada de Galgos, la primera serie original de Movistar Plus+ que recala en la plataforma, contando con Félix Viscarret (Patria) y Nely Reguera (Valeria) como directores detrás del proyecto.

Es una serie que tiene un más que evidente parecido con la laureada Succession, cuya temporada final está arrasando en los premios más prestigiosos que reconocen el talento delante y detrás de las cámaras, pero que sin embargo se desmarca con un ritmo mucho más sosegado y un tono completamente distinto.

En común el drama empresarial y familiar que funde las vidas personales y profesionales de un grupo de ricachones de la vieja escuela, obligados a adaptarse a los nuevos tiempos y a abandonar prácticas ilegales.

Cambiamos también de sector pasando del conglomerado de medios de comunicación a la industria alimentaria: si a los Roy les preocupaban las redes sociales, el enfoque de los informativos y las plataformas digitales, a los Somarriba les trae de cabeza la demonización del azúcar y una nueva ley que podría arruinarles el negocio.

La gran diferencia es que aquí no tenemos un Logan Roy, es decir, la figura de un fuerte patriarca que ejerza de agujero negro haciendo competir a sus vástagos y doblegando voluntades a su antojo.

Por el camino hemos visto a ambas familias con la destructora de papel echando humo: unos por ocultar abusos en su filial de cruceros, otros por haber pagado sobornos para conseguir sellos de calidad y favores que los han aupado a la cima del sector alimentario. 

Galgos nos presenta a Carmina (Adriana Ozores) y Emilio Somarriba (Luis Bermejo), los herederos del Grupo Galgo, una empresa especializada en alimentación infantil, galletas y bollería industrial a la que alcanza de lleno una fuerte crisis en el sector, derivada de la ley del azúcar que está a punto de entrar en vigor para limitar su uso y evitar la obesidad infantil.

Gonzalo Díaz (Óscar Martínez), el marido de Carmina, se alía con su hija Blanca (Patricia López Arnáiz) para impulsar una nueva estrategia que incluye un "giro verde" para lanzar una nueva línea de productos saludables y ecológicos a la par que le mueven la silla a Emilio, que llevaba años detentando la presidencia de la compañía.

Pero hay más nubarrones en el horizonte: un ERE sobrevuela la primera y principal fábrica de la marca y se tome el camino que se tome, el Grupo Galgo necesita urgentemente financiación para abordar su modernización y salvaguardar los puestos de trabajo. Y para colmo de males, un escándalo estalla en la prensa nacional lo que reclama un cabeza de turco.

Ver galería

Galgos - Galería de imágenes (4 imágenes)

Lujo, privilegio y disolución familiar

Dicen que cuando la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana, pero resulta que, si nos atenemos a lo que la ficción nos cuenta, tener mucho dinero no es sinónimo, precisamente, de estabilidad en el entorno familiar.

Dejando de lado las comparativas, que son odiosas y además injustas si nos atenemos a los recursos puestos al servicio de las diferentes ficciones, tenemos que decir que Galgos tiene su particular encanto contando con un reparto solvente y un guión en el que no faltan las sorpresas y los giros inesperados.

En este sentido, consigue mantener el interés de la audiencia sin demasiado esfuerzo: una vez dentro de la familia Somarriba es fácil dejarse llevar por la red de relaciones, alianzas, traiciones y situaciones casi grotescas en las que se ven implicados cada uno de los miembros en su huida hacia delante para salvar la empresa... y sobre todo salvarse ellos mismos.

Hay que señalar, eso sí, que no es una serie trepidante, ni siquiera cuando se precipitan los acontecimientos. Se desenvuelve de forma lenta a nivel narrativo y el montaje llega a ser muy abrupto, con cortes drásticos una vez que la información esencial está sobre la mesa.

Entre sus mayores debilidades, los flashbacks de los que podría prescindirse sin miramientos sin que la historia quedara comprometida y los abundantes "planos de nucas" con paseos por pasillos que solo estiran la duración de la serie. Con mayor concisión y algo más de ritmo mejoraría muchísimo. Y dado que es más que probable que haya una segunda temporada, hay margen de mejora.