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Crítica de El hijo, la nueva película de Florian Zeller en la que radiografía las relaciones familiares y los problemas de salud mental

El hijo

Crítica de El hijo, la película de Florian Zeller sobre las relaciones familiares y los problemas de salud mental con Hugh Jackman, Laura Dern y Anthony Hopkins. Estreno el 3 de marzo.

El debut de Florian Zeller con El padre fue sobresaliente al conseguir introducirnos en la mente de una persona aquejada de Alzheimer. Destacaba no solo por la solvencia del reparto, también por el punto de vista subjetivo que nos permitía comprender tanto a la persona enferma como a su familia.

Con su segundo largo, El hijo, no ha pretendido emular la estructura de aquella, que obtuvo dos premios Óscar a mejor guión adaptado y mejor interpretación masculina para Anthony Hopkins, sino más bien mostrar otra red de relaciones familiares en crisis por un transtorno mental, la depresión, que viene a golpear con fuerza a todos los personajes.

Lo primero que hay que decir es que ambas películas comparten un origen común, una obra de teatro de este reputado dramaturgo que había planteado originalmente este proyecto como una trilogía en la que aún nos quedaría por ver la tercera entrega (basada en "La madre").

A pesar de no llegar a resultar tan conmovedora como su predecesora, El hijo cuenta con magníficas interpretaciones, sobre todo por parte de Hugh Jackman y Laura Dern que interpretan a los padres separados de un adolescente incapaz de lidiar con el dolor que supuso su ruptura y que le conduce a un pozo sin fondo de tristeza que hace que le cueste sobrellevar su mera existencia.

 

Si hay que destacar algo de esta película es de entrada la valentía para afrontar temas muy incómodos para la audiencia, que tiende a estar tan sobreprotegida frente a determinados dramas sociales que casi forman parte de materias tabú.

Pero además nos pone en un contexto en el que no hay nada externo que detone la bomba: no nos hablan de personas en un entorno decadente, no hay un historial de abusos, de desatención o de manifiesta maldad por parte de nadie. Las vidas de los personajes quedan arrasadas por la onda expansiva de un transtorno que requiere una atención individual y especializada.

En suma, hay dos mensajes muy claros en la película: mirar hacia otra parte no sirve de nada y el amor, aunque indispensable, no es suficiente.

El hijo arranca cuando Kate se pone en contacto con su exmarido Peter para hablarle de Theo, que ha dejado de ir al instituto y tiene un comportamiento perturbador. Peter ha rehecho su vida con otra mujer con la que acaba de tener un bebé pero, a petición del propio Theo, acepta que se mude a su apartamento y comienza a asistir a un nuevo centro escolar.

Pronto se pone de manifiesto que las cosas no están tan bien como parece: Theo se autolesiona y muestra una preocupante desconexión con la realidad. A menudo parece abstraído y recela de la nueva pareja de su padre, a la que acusa de la ruptura con su madre. 

A medida que Peter profundiza en su relación con Theo, se va dando cuenta de que él mismo siente un rencor parecido hacia su padre, con quien pasó muy poco tiempo en la infancia. Todo ello coincide con un momento laboral excelente que le impulsa a dar un salto hacia un nuevo puesto en Washington.

El hijo

Tratando de comprender lo incomprensible

A pesar de que sea un trabajo imposible componer el puzle de lo que le pasa a Theo (como decíamos, lo vemos "desde fuera" y por tanto no podemos llegar a saber lo que le pasa por la mente y esclarecer fácilmente cuál es su enfermedad o hasta qué punto es una amenaza) el corazón de la película es el de las relaciones paterno-filiales.

Para un progenitor "va en el cargo" servir de apoyo a su hijo, ayudarlo a salir a flote (preciosa metáfora la de aprender a nadar) y ser el respaldo que le permita volar por libre. Aquí se nos muestra a un hombre atormentado por la idea de convertirse en un reflejo de su padre y que no quiere bajo ningún concepto repetir sus errores siendo prepotente, cruel y casi siempre, estando ausente.

Son por tanto temas secundarios pero igual de apasionantes el peso de la culpabilidad y la preocupación ante la herencia recibida. 

El hijo

Donde la película muestra su mayor debilidad es al componer a unos padres demasiado ingenuos o que no pueden/quieren enfrentarse a la realidad. Los espectadores se adelantan con facilidad a la deriva de los acontecimientos mientras que ellos siguen en las nubes.

Peter se equivoca especialmente al proyectar sus fantasías en Theo, que no puede estar más lejos de su ideal de hijo perfecto. Esto hace del epílogo un subrayado innecesario.

Sin embargo, El hijo es un drama que tiene el potencial de tocar muy hondo en personas que comprenden por experiencia propia o vicaria la tesitura de los personajes. Puede que no sea tan arrolladora y perfecta como El padre, pero no genera indiferencia al saber mostrar la erosión de una familia ante el desconcierto que provoca toda esta situación. ¡Era un reto!

VALORACIÓN:

Florian Zeller cambia la óptica para armar un nuevo relato en el que las relaciones familiares y la salud mental están en el núcleo duro de la película. A su favor el hecho de no juzgar a los personajes, en su contra la dificultad para comprender sus decisiones.

LO MEJOR:

El reto de abordar temas como la depresión o las tendencias suicidas y la interpretación de Hugh Jackman.

LO PEOR:

La distancia emocional que impone respecto a los personajes. Todos los giros argumentales son predecibles y le sobra el epílogo.
Hobby

70

Bueno

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