El Festival de Cine de Sitges ha sido el escenario escogido para el estreno de Juego prohibido, la nueva película de Hideo Nakata, toda una institución en el cine de terror japonés, con películas a sus espaldas que marcaron un antes y un después como The Ring o Dark Water.

El guión corre a cargo de Noriaki Sugihara, con quien ya colaboró precisamente en la secuela tardía de su franquicia más celebrada: Sadako, de 2019. Y se desempeña más o menos con la misma torpeza, tomando algunas ideas prestadas que conjugan regular con el folklore al que apela la cinta y el triángulo amoroso que sirve de disparador de la acción.. 

Está claro que Nakata sabe colocar la cámara, jugar con el contraplano y propinarnos tremendos sustos de cuando en cuando, pero en esta película le cuesta horrores mantener la intensidad emocional y la cadencia de la narración, en gran parte por limitaciones presupuestarias, pero también por la falta de ambición de una historia que daba para mucho más, sin buscar florituras.

De hecho, el prólogo inicial, justo antes de que salga el título de la película sobreimpreso en pantalla, es de lo más estimulante: una especie de cuento de hadas truncado que se vuelve tétrico y perturbador en apenas unos minutos. Sin embargo, luego se opta por un largo flashback que desinfla el pastel y le resta pegada a la narración.

La línea que separa a los vivos de los muertos

Tras el fallecimiento repentino de su esposa, Hiroko Kurasawa visita la casa de su antiguo colega de trabajo Naoto Ihara, de quien estuvo enamorada en el pasado, antes de saber siquiera que estaba casado.

Naoto tiene un hijo obsesionado con la idea de que su madre regrese a la vida, después de que su padre, de forma inocente, le diera a entender que si plantaba la cola de una lagartija ésta volvería a regenerarse.

Pronto Iroko empieza a sentir una presencia en su hogar y a sentirse acosada por una entidad que la persigue y atormenta con un mensaje muy claro: debe hacerse a un lado.

Los fenómenos extraños se suceden y ella decide acudir a un amigo para grabarlo, dado que se ha especializado en la dirección de vídeos para Internet. ¿Qué le sucede? ¿El deseo del niño puede estar despertando una fuerza malvada sin saberlo?

Ya se ve claramente que en Juego prohibido hay elementos que son de gran interés para el realizador: grabaciones, fantasmas, ritos... Pero en las que son consideradas sus obras maestras hay algo que sobresale en el cóctel de temas: que siempre había un fuerte nexo entre el folklore local y la evolución íntima de sus personajes. Se podía empatizar con ellos, aunque resultaran aterradores.

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Aquí no solo descuida algo tan grande que debería ser el corazón de la película sino que, inexplicablemente en sus últimos impases se arroja en los brazos de la serie B. En pocas palabras, si no tienes los recursos para hacer algo, no lo intentes siquiera. Si lo has intentado y no te ha salido, es mejor aplicar tijera en montaje y tirar de imaginación a dejar lo que da vergüenza ajena.

Juego prohibido podría ser una interesante película de terror, de las que calan hasta los huesos, a pesar de sus lugares comunes, si en lugar de efectos especiales de baratillo hubiera buscado el terror psicológico y dejar puertas abiertas que resultaran estremecedoras de verdad.

Esta vez, el proyecto se queda en un "quiero y no puedo" del que solo se salvan momentos puntuales. Quizás lo más frustrante es lo cristalino que nos queda la potencialidad desperdiciada de ver una buena peli de miedo. Los celos, esa sensación enfermiza y destructiva, provocan situaciones más aterradoras en la vida real.