Crítica de Matusalén, con Julián López a ritmo de hip-hop y toda la intención de seguir triunfando

Tras Orígenes secretos y Gora Automatikoa, el director y guionista David Galán Galindo recala en el humor con personajes de carne y hueso en Matusalén. 

Se trata de una comedia en la que ha podido contar con algunos de los sospechosos habituales del género entre los que se encuentran Julián López, Miren Ibarguren, Raúl Cimas, Carlos Areces, María Barranco o Antonio Resines, entre otros muchos.

Es una historia en la que tiene un papel muy importante la música... y en concreto el hip-hop. Cuenta con nueve canciones creadas ex profeso para la película y otros 24 temas que van salpicando el metraje (vamos, que está en las antípodas de Por tus muertos, que tan pobre resultaba como homenaje al rock ochentero)

Hazhe, productor musical muy conocido, es quien pone los ritmos y el propio Julián López (acompañado en ocasiones por Adrián Lastra) se ocupa de la vocalización.

Esto implica que Julián López puede unir de sus pasiones como son la comedia y la música (recordemos su trayectoria como miembro fundador del quinteto ManchaBrass y la manera en que siempre ha explotado esta faceta suya desde programas como La hora chanante... ¡ha publicado incluso una "novela musical"!).

Envejecer es inevitable, madurar es opcional

Matusalén nos presenta a un Peter Pan del siglo XXI: "El Álber", un rapero que a sus 44 años sigue soñando con triunfar en el mundo de la música. Una apuesta con su padre le lleva a matricularse en la universidad. Le va a tener que demostrar que no es un "ni-ni" sin futuro. De modo que, si no consigue aprobar todas las asignaturas, tendrá que dejar el rap para siempre.

En la Universidad se reecontrará con el amor de su adolescencia, Amaia, que ejerce de locutora de radio de noche y profesora de día.

Álber va a tener que lidiar con distintos embrollos: sujetar sus sentimientos, sacar adelante el curso y ser alguien entre sus compañeros: ellos lo ven como un abuelo mientras sus padres lo consideran un niño incapaz de salir adelante por sí solo.

Lo que más va a contribuir a cambiarle la vida es darse cuenta de que los sueños nunca mueren pero la realidad sí es muy distinta ahora que han pasado veinte años desde que dejó las aulas. 

El concepto que hay detrás de Matusalén es bastante simpático y Julián López se ha convertido por derecho propio en un referente del humor que triunfa en taquilla. Lo ha demostrado recientemente en películas como Ocho apellidos marroquís, de modo que su salto al drama en Los destellos va a suponer un gran giro en su carrera como intérprete.

Lo que más flojea en la película no es ni el reparto, muy coral y bien nutrido de rostros populares y nuevos, ni la producción, que cuenta con todos los medios necesarios para desarrollar la historia y "darle rollo" a los números musicales.

El talón de Aquiles es un guión que engarza regular la historia de las viejas glorias y los conflictos de las nuevas generaciones (la elección de esta parte del elenco es más flojia también) y que no tiene ni idea de cómo explorar a los personajes femeninos, relegados a muletas de los masculinos o intereses amorosos. Además de los tópicos culebronescos...

¿Eso impide que sea una comedia correcta? No, la verdad, pero tener a una mujer con el talentazo de Miren Ibarguren y no explotar su vis cómica, es de juzgado de guardia. Así que uno de los aciertos de la película, que es el cast de los adultos, se termina volviendo en su contra al no conseguir sacarles el partido que se merecen.

Minipunto por el cameo de Alberto San Juan, que precisamente es un buen ejemplo de que no hace falta mucho tiempo en pantalla para llenarla, si las líneas de diálogo acompañan.