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Crítica de Otra vida, temporada 1: Netflix apuesta por la ciencia ficción

Otra Vida
La serie creada por Aaron Martin está protagonizada por Katee Sackhoff, Justin Chatwin, Samuel Anderson, Tyler Hoechlin o Selma Blair, entre otros muchos. Netflix se lanza a la aventura espacial y la ciencia ficción con una serie de Halfire Entertainment en la que una tripulación deberá descubrir el origen de un artefacto alienígena que ha aterrizado en la Tierra.

Podéis apostar vuestra cuenta bancaria a que Netflixno va a dejar de lanzar títulos en masa hasta ponerle nombre a su próximo gran éxito. A razón de decenas de estrenos por mes, lo difícil, de hecho, sería no encontrar un diamante en bruto. Es el caso de Stranger Things, Narcos o incluso de la espectacular resurrección de La Casa de Papel.

Amantes de la ciencia ficción, esta va por vosotros. Netflix ha estrenado la primera temporada de Otra Vida (Another Life), su nueva serie de aventura espacial que recupera a una de las grandes intérpretes del género como protagonista: Kate Sackhoff, la determinada Capitana Kara "Starbuck" de Battlestar Galactica, vuelve para estar a los mandos de la nave Salvare. Junto a su tripulación, se lanzarán a la misión espacial más importante de la historia de la humanidad: tendrán que viajar hasta donde nadie había llegado para comprender el significado de un extraño artefacto alienígena que ha aterrizado en La Tierra.

Para esta misión, Sackhoff contará con compañeros de reparto como Justin Chatwin (Dragon Ball Evolution, Shameless), Blu Hunt (Nuevos Mutantes), Jake Abel (Percy Jackson y el mar de los monstruos), Elizabeth Ludlow (The Walking Dead) o Selma Blair (Hellboy), entre otros. Activando control manual; crítica de la temporada 1 de Otra Vida de Netflix a los mandos.

Arbitrariedad emocional

En el estreno de Netflix seguiremos la historia desde dos narraciones: la de la comandante Niko Breckinridge (Kate Sackhoff) y su tripulación a bordo de la Salvare en la misión espacial y la de su marido en La Tierra, el científico Erik Wallace (Justin Chatwin), que analizará el extraño artefacto que acaba de aterrizar en la superficie terrestre.

El comienzo del primer capítulo deja bien claras las condiciones sociales que quiere representar la serie, con la influencer Harper Glass (Selma Blair) descubriendo la llegada de una especie de nave metálica alienígena en forma de cinta de Moebius mientras grababa un nuevo vídeo para sus 250 millones de seguidores. Sí, en el futuro en el que somos capaces de navegar por el espacio y poner pie en otros planetas, los influencers dominarán los medios.

No entremos en pánico todavía, que será peor. La representación de la sociedad que observamos en la tripulación de la Salvare, sumada a cierta frivolidad inherente en muchos de sus personajes, no hace otra cosa que advertirnos sobre el público objetivo al que quiere enfocarse: los repetidos hasta el hartazgo jóvenes adultos. Esa representación, por otro lado, quiere ser un canto a la inclusión social, pero el mensaje está tan subrayado que los momentos de tensión sexual adolescente y el poliamor terminan siendo una imposición incómoda.

Tan sólo por aquello de poder decir que sus personajes satisfacen las infinitas representaciones de la sociedad, la serie pierde buena parte de su verosimilitud al enviar a un grupo de jóvenes sin experiencia a la que se supone es la misión más importante a la que se enfrenta la humanidad. Y chocará contra esa pared una y otra vez, convirtiendo el intento en un mecanismo para sumar puntos demasiado burdo.

Reincide hasta el aburrimiento en banalizar los acontecimientos vividos por sus personajes: respirar aire de otro planeta sin escafandras, descubrir seres alienígenas en primera persona o enfrentarse a parásitos que eclosionan desde la columna de sus huéspedes. Que Ridley Scott nos pille confesados. De repente llegarán a un planeta que es como la Tierra, pero no. Y no necesitarán cascos porque, qué narices, se puede respirar sin problema y su atmósfera es absolutamente desconocida y seguramente inofensiva. Y se comerán a la primera criatura que se encuentren porque, hey, necesitan comida. ¿Qué podría salir mal?

En cadena con el disparate de decisiones narrativas, las reacciones emocionales se superponen con una arbitrariedad absoluta, dejando miraditas de intensidad que se hartan de mostrarnos en primer plano hasta que seamos incapaces de comprender la motivación de ninguno de sus personajes. No hay una estructura lógica y ni siquiera la historia sigue un cauce sólido con el que desarrollar los aspectos que enriquecen este tipo de aventuras de ciencia ficción: transmitir las emociones de exploración por la inmensidad de la existencia o el enfrentamiento contra nuevas experiencias que despierten alguna chispa de originalidad. No encontraremos nada de eso en la serie Otra Vida de Netflix.

Otra Vida Netflix

No vamos a pedirle una coherencia física absoluta, ni queremos exigirle tampoco una perfección formal de la que se encuentra a más años luz que Alfa Centauri, pero si la construcción de los cimientos de la serie tiene tan poco fundamento, las concesiones lógicas terminan desbordando el vaso.

Hay muy poca recompensa para enfrentarse a los diálogos y las decisiones de sus personajes, supuestos científicos brillantes que parecen seleccionados al azar de un instituto cualquiera de Estados Unidos. ¿Quién tendría a un científico paseándose por una nave espacial en tacones, batín y ropa interior? Más que una tripulación de élite parecen las hormonas de un adolescente intentando comprender su transición a la vida adulta.

Otra Vida Netflix

Algunos reconocerán intereses por rememorar —y cogedlo con pinzas— la belleza de ciertos planos de Aniquilación o los resortes dramáticos de Alien, pero más allá de un par de escenas con una fotografía interesante y un manejo del color acorde, el resto es una anécdota que la convierte en una producción más cercana a la serie B que en una apuesta seria por consolidar la ciencia ficción en la plataforma.

De nada sirve construir una historia que pretende ser grandilocuente si las jerarquías son inexistentes. Me explico: los protocolos de seguridad para estudiar el artefacto alienígena que ha llegado a la superficie terrestre consisten en cuatro soldados armados, una tienda de campaña y tres científicos que tienen que pedir ayuda por Twitter para que resuelvan el acertijo por ellos. Luego llegará algún mandamás del estado, con su traje de mandamás del estado, y tomará el control para que una niña sea capaz de colarse en un perímetro de seguridad que debería tener más importancia que el Área 51. Y alguien tendrá que aludir a su posición como ciudadano estadounidense para colarse donde haga falta, cómo no.

Otra Vida Netflix

Olvidábamos hablar de los clichés, de la dudosa calidad de los efectos especiales o de la incomprensible selección para la banda sonora. El descalabro de la nueva serie de Netflix es una realidad amarga, pero es el riesgo inevitable de una producción de series y películas tan masiva. Una brilla entre cientos, otra se hunde en la más absoluta oscuridad.

Recuperando el aliento después de una maratón de 10 horas, sólo podemos hacer una recomendación: si eres un gran fan de las risas histéricas por empacho de serie B, Otra vida puede tener un hueco en tu lista de próximos visionados. Si no es el caso... ya puedes activar los motores para lanzarte a la velocidad de la luz a por otro contenido.

VALORACIÓN:

La arbitrariedad emocional y las desastrosas decisiones narrativas son las protagonistas de la serie. El guion es un desastre que la condena desde el primer capítulo.

LO MEJOR:

¿El interés por apostar por la ciencia ficción en la plataforma?

LO PEOR:

El guion, con mayúsculas: ni los personajes, ni los diálogos, ni la trama están a la altura.
Hobby

45

Malo

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