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Crítica de Pícaro: El pequeño Nicolás (Netflix), o por qué deberían inventar España si no existiera

Pícaro: El pequeño Nicolás (Netflix)

Si este país no existiera, tendrían que inventarlo. No, no es broma: es la mejor forma de afrontar Pícaro: El pequeño Nicolás, la serie documental de Netflix.

No es de sorprender que al pequeño Nicolás le hayan hecho una serie documental en Netflix. A fin de cuentas, la historia de este sujeto venido a celebridad mediática es casi de ciencia ficción. Ni el mejor guionista de Hollywood ―ejem, Taylor Sheridan, ejem― habría sido capaz de imaginar algo tan inverosímil, tan insólito como esto.

A nadie voy a descubrirle a estas alturas quién es el pequeño Nicolás. Este tipo, siendo menor de edad, se metió en el centro de la jet set política y social y se hizo pasar por una persona que no era, desde un agente del CNI hasta un enlace entre el gobierno y la Casa Real. Todo eso, amparado por otras grandes celebridades políticas del momento.

Resulta estremecedor saber cómo funciona la vida de estos políticos, multimillonarios y demás individuos de la clase alta, pero aún resulta más estremecedor si cabe verlo. Eso es lo que hace la docuserie del pequeño Nicolás en Netflix: mostrarte todo lo que se cocinaba entre bambalinas mientras, al mismo tiempo, su protagonista te explica cómo ocurrió.

Una de las cosas más interesantes que propone la serie documental de Netflix sobre el pequeño Nicolás ―más allá de la propia historia, la secuenciación de la misma y los testimonios de los involucrados― es el tablero con el que dirigen las tramas, a mitad de camino entre el teatro de marionetas y una partida de la oca.

Puede parecer una decisión estética o artística, valga la redundancia, pero esas pequeñas figuras que van desplazándose por el tablero tienen un valor simbólico. Son una metáfora de la clase de operación social, cercana al experimento sociológico, que desencadenó nuestro sujeto de pruebas con todos sus tejemanejes ambiciosos y maquiavélicos.

Otro de los aspectos que me ha llamado enormemente la atención de este documental del pequeño Nicolás en Netflix es el ritmo y el montaje. Es frenético, agresivo, llevado al extremo, con grandes contrastes entre imágenes y rocambolescas tipografías que asaetean la pantalla con colores chillones, como si trataran de decirnos algo.

Quiero pensar que, como sucede con el tablero y las figuras, hay una intencionalidad detrás, algo surrealista y valleinclanesco. Desde luego, todo vale en este retrato del pícaro español de toda la vida, el jeta, el sinvergüenza, el que asume con vehemencia y orgullo que vendería a su madre con tal de ganar algo de reputación y de poder.

Porque esa es la clave en todo esto: el poder. O, mejor dicho, el aparentar tenerlo. Todo lo que rodeó al pequeño Nicolás giró en torno a ese concepto. Poder. Una palabra que te llena la boca si la expresas, pero que te llenaría los bolsillos si la tuvieras. Sin embargo, el dinero no es lo que movía a nuestro pícaro. Por eso menciono las apariencias.

El pícaro que voló demasiado cerca del sol… o eso creía

Pícaro: El pequeño Nicolás (Netflix)

La serie documental del pequeño Nicolás ―titulada (P)ícaro por aquello de unificar los conceptos del mencionado pícaro castellano y el mito de Ícaro― se divide en tres episodios de, aproximadamente, una hora de duración media. Esa división orbita en torno a tres ejes: auge, clímax y caída, y se sostiene con testimonios de muchos involucrados.

No hay muchos «peros» que ponerle a esta docuserie. No hay mucho más que decir. Está muy bien si te gusta la prensa rosa, o si tienes interés por saber qué y cómo sucedió, o si te llama la atención el personaje, o si simplemente quieres echar el rato con un clásico moderno de nuestra vida público. Poco más posee esta pieza.

A mí me ha gustado porque soy un chafardero de manual y porque he encontrado cierto interés artístico en el montaje y el enfoque narrativo, como ya he mencionado. Me he divertido rememorando cosas que ya sabía y me he sorprendido con nuevos testimonios, algunas declaraciones y un par de giros de guion inesperados que se tornaron en broma.

Lo que me ha quedado claro una vez más viendo la docuserie de Netflix protagonizada por el pequeño Nicolás es que este país es, definitivamente, una cosa, que dirían los muchachos de hoy en día. Lo que no pase en España no puede suceder en la ficción. Si no existiera, tendrían que inventarla… pero tendrían que ser muy originales para lograrlo.

VALORACIÓN:

Más allá del esperpento del personaje y de lo valleinclanesco de la historia (un mal endémico de nuestro país), la docuserie del pequeño Nicolás en Netflix tiene un interés artístico y estético que trata de perforar una narrativa simple y directo que adorarán los interesados y repudiarán todos aquellos a los que este circo les dé vergüenza ajena.

LO MEJOR:

El interés artístico por ofrecer una narrativa más allá del amarillismo.

LO PEOR:

Si no te gusta el personaje ni te interesa la historia, no te acerques a esta docuserie.
Hobby

65

Aceptable

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Etiquetas: Netflix