Crítica de Reina roja, una notable y adictiva adaptación del best-seller de Juan Gómez-Jurado

En Prime Video han sabido cuidar del tesoro que les ha caído en las manos: un bestseller tan exitoso como Reina roja no es fácil de adaptar a serie por múltiples razones.

La primera de ellas es que, a pesar de estar concebido de una forma muy audiovisual, también tiene una importante carga literaria con muchos apartes, incisos (esa colección de palabras que hace la protagonista) y, claro está, un estilo muy particular que no es sencillo de trasladar a la pantalla con éxito.

El mayor reto era el de mostrar cómo funciona la mente de Antonia Scott, la mujer más inteligente del mundo pero también una mujer atormentada que arrastra un gran complejo de culpa y una responsabilidad que le pesa en los hombros en todo momento.

El punto de partida de una peligrosa partida de ajedrez

Jon Gutiérrez, un temperamental policía vasco es pillado in fraganti en un delito que puede costarle la expulsión del cuerpo... salvo que se agarre a un último salvavidas: reactivar a Antonia Scott, conocida como "Reina roja".

Se trata de una mujer con un cociente intelectual de 242 que ha sido entrenada por Mentor y sometida a tratamientos experimentales para formar parte de un proyecto policial secreto. Las cosas se torcieron en su última misión y pusieron en riesgo a su familia, al punto de que ella se dedica a fantasear con quitarse la vida mientras se recluye en soledad.

Cuando aparece el cuerpo del hijo de una poderosa magnate ejecutado de una forma cruel y grotesca, saltan todas las alarmas y Mentor solo puede confiar en ella para descubrir quién es Ezekiel, la enfermiza persona que se atribuye el brutal asesinato.

A Jon se le asigna la peligrosa tarea de servir de escudero a Antonia, que se muestra reticente en un principio a colaborar pero que termina entrando en el juego. Con el paso del tiempo descubrirán que se irritan mutuamente pero también que se complementan y pueden llegar a formar un gran equipo.

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Reina Roja (9 imágenes)

Guardando las esencias

Decía Juan Gómez-Jurado en la rueda de prensa de presentación oficial de Reina roja que su trabajo consta de tres núcleos fundamentales: "es una gran historia de amor incondicional entre dos personas de índole no sexual, sobre la responsabilidad de la inteligencia y un thriller para reírse de la muerte en la cara".

Y es cierto que él, autor de la novela y creador de este universo ficcional, ha trabajado como asesor en la escritura del guión y se ha asegurado de que prevalezcan todos estos elementos: la entrañable relación entre los personajes, el misterio policiaco y el particular sentido del humor, que recae sobre todo en los anchos hombros de Keuchkerian.

Es encomiable el delicado trabajo desde la producción para mostrar en imágenes cómo funciona la mente de Antonia Scott. Para el director, Koldo Serra, era fundamental que "cada vez se viera de forma diferente, para no repetirnos". Los efectos especiales y los recursos puestos al servicio de la historia están a la altura, no se ha escatimado en medios y la factura técnica es inmejorable.

Nuestra protagonista es, a fin de cuentas, una persona con graves crisis de ansiedad que precisa de fármacos para bajar unos peldaños y poder soportar el torrente de sus pensamientos que la llevan en muchas direcciones en busca de respuestas a las preguntas que se le formulan.

Esto se traduce en lo que parecen ser "viajes astrales" en los que se ve fuera de su propio cuerpo, haciendo reconstrucciones mentales de los escenarios, mapeos de lugares laberínticos o cálculos casi inmediatos. Y todas esas habilidades van acompañadas de un fuerte rechazo a las relaciones sociales, el contacto humano y una carencia casi total de sentido del humor.

Jon es puro contraste: todo retranca, ironía y humanidad. Así que si algo es acertado en Reina roja, es el casting de la pareja protagonista: a Victoria Luengo y Hovik Keuchkerian sus personajes les van como anillo al dedo. No en vano, tal y como nos confesó la actriz, antes de leer la novela ya estaba recibiendo mensajes de los fans para que interpretara el papel.

Están arropados por secundarios excepcionales como Álex Brendemühl, Nacho Fresneda, Celia Freijeiro, Andrea Trepat, Eduardo Noriega o Emma Suárez.

Con todo, Reina roja tiene margen de mejora. Sus siete episodios de 50 minutos de duración son apasionantes, desarrollándose a buen ritmo e introduciendo mucha información de manera que es imposible acusar cansancio o aburrirse viéndola pero se echan en falta dos ingredientes importantes: naturalidad en los diálogos y sordidez en la trama.

La adaptación de La novia gitana sabe jugar mucho mejor con ambos aspectos: los personajes resultan más carismáticos y cercanos y la historia nos lleva a lugares oscuros de veras. Lo bueno es que hay material para seguir impulsando este rico y fascinante universo ficcional.

Le irían mejor episodios más breves y actuaciones más contenidas: la química entre los miembros del reparto es buena, así que quizás es cosa de desligarse de las explicaciones y de dejar que se hablen con la mirada. Ganarían enteros.