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Crítica del Robin Hood de Taron Egerton y Jamie Foxx

Robin Hood
Crítica de la versión de Robin Hood de Otto Bathurst, película de acción protagonizada por Taron Egerton, Ben Mendelsohn, Eve Hewson y Jamie Foxx. Estreno en cines el 5 de diciembre de 2018.

Son innumerables las versiones de la historia del príncipe de los ladrones que han sido llevadas al cine desde que irrumpiera en el celuloide allá por 1912 en formato de cortometraje mudo y en blanco y negro.

Recordemos que la figura de Robin de Locksley procede del folklore inglés y rescata la figura de un hombre que desafiaba a la ley internándose en el bosque de Sherwood, en las inmediaciones de Nottingham, desde donde orquestaba periódicos saqueos a las arcas públicas utilizando sus extraordinarias habilidades como arquero. Ha sido reivindicado y denostado a lo largo de los años a medida que ha ido variando su concepción de altruista a avaro en función de las nuevas pistas que se encontraban de sus verdaderas actuaciones, pero, por lo que respecta a nosotros, lo que nos interesa es la leyenda.

Sus principales enemigos eran el sheriff de Nottingham y Juan I llamado también Juan sin tierra, que establecieron un abusivo sistema recaudatorio con el fin de doblegar a los nobles críticos con sus medios. Qué mejor manera que hacer claudicar a quienes se les oponían que privándoles de sus privilegios.

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El primer registro literario de Robin Hood data de 1337, momento en que sus gestas fueron al fin recogidas de la tradición oral y a las que posteriormente se le irían agregando nuevos elementos: desde nuevos integrantes a su clan de los Merry Men (llamados aquí "la alegre compañía") hasta un interés amoroso, Marian, que se adicionaría a partir del siglo XV, primero como la arquetípica fémina sumisa y con el paso del tiempo, adquiriendo una mayor relevancia e incluso un rol de guerrillera con el que se reivindicaría la figura de la mujer como partícipe de las aventuras del famoso encapuchado (en las versiones, por supuesto, más recientes).

Lo curioso del Robin Hood de Otto Bathurst es que todo se actualiza: el contexto socioeconómico, las implicaciones políticas, incluso el vestuario, mientras que la perspectiva de género deja bastante que desear. Eve Hewson da vida a una Lady Marian de generosos escotes que es el único personaje femenino medianamente relevante, pero cuya finalidad no va más allá de orquestar un triángulo amoroso en el que sirve como moneda de cambio. Su cosificación queda patente en cada aparición, en la que, no importa cuál sea su línea de diálogo, su interlocutor masculino le recuerda lo bella que es y hasta se permite mercadear con ella. Es tratada, en suma, como un pedazo de carne.

Y llama la atención porque, como decíamos, todo en la cinta es objeto de una profunda revisión. Hay una voluntad manifiesta de que el espectador establezca constantes paralelismos entre lo que ve y la actualidad. Sin ir más lejos, al testosterónico Robin de Taron Egerton le dan un bagaje bien distinto al que nos suelen trasladar: es un adinerado burgués que es reclutado para ir a las cruzadas y que cuando regresa descubre que ha sido dado por muerto y lo ha perdido todo, desde el amor de su vida, hasta sus posesiones, que han sido expoliadas. Sus andanzas en tierras moriscas son dignas de las de cualquier marine estadounidense en Oriente Medio y hacen que las motivaciones del héroe vayan cambiando a lo largo del metraje.

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Al comienzo, cuando regresa, solo desea vengarse y recuperar lo que le pertenece para lo cual idea la forma de desquiciar al sheriff de Nottingham (Ben Mendelsohn clavando de nuevo el mismo papel de Orson Krennic en Rogue One) pero pronto aparecen nuevas implicaciones que le llevan a desarrollar un planteamiento más revolucionario cuando descubre las condiciones en las que vive y trabaja el pueblo (más próximas a las de la Inglaterra industrial del siglo XIX) oprimido por la avaricia del rey y su insaciable recaudador. Esto le llevará a entablar una relación dialéctica con Will Scarlet (Jamie Dornan), que representa un punto de vista más acomodaticio al tratar de formar parte del sistema para cambiarlo desde dentro.

Por otra parte hay también un gran arrojo al mostrar un baile de máscaras que sería más propio de una fastuosa fiesta de El conde de Montecristo que de las coordenadas en las que se desarrolla el relato.

No puede decirse tampoco que Robin Hood sea una película coral que sepa exprimirle el potencial al reparto: Jamie Foxx funciona como mentor en las artes de la guerra pero es un Little John tan ecléctico como la puesta en escena. Si la camaradería y la lealtad son algunos de los rasgos que se explotan en las sucesivas versiones que hemos conocido del héroe gracias a los miembros más representativos de "la alegre compañía", aquí vemos que las acciones que emprende el arquero son bastante solitarias y que por ejemplo el clérigo Tuck carece de la picardía y el carisma que se le presupone al personaje.

Si hay algo disfrutable en la película es la acción, que está muy bien rodada y con su estética videoclipera le aporta un gran ritmo a la narración. Mucho más próxima a productos televisivos recientes como Arrow y por tanto al individualismo de los supers en boga, esta cinta invita al espectador a dejar el raciocinio aparcado en la puerta del cine. Es simple en su concepción y una amalgama difícil de tragar en cuanto a su plasmación visual y sus implicaciones argumentales.

No es que los anacronismos (premeditados, es obvio) chirríen, es que los guionistas no saben qué quieren contar ni que vehículo estético utilizar para hacer llegar el mensaje. De ahí que haya momentos en los que el propio cuerpo interpretativo titubee: quizás Mendelsohn es el único que se cree a su personaje, aunque solo sea porque tenía asumido el rol de villano antes de pisar el plató de rodaje.

VALORACIÓN:

Nada tiene demasiado sentido en esta nueva versión de Robin Hood en la cual el nombre del protagonista es el mayor enlace con la historia original. Para pasar el rato sin más.

LO MEJOR:

Las secuencias de acción son bastante disfrutables e imaginativas: ¡nunca antes has visto a un tipo manejar un arco como si fuera una ametralladora!

LO PEOR:

Desde una perspectiva de género es indignante. Es demasiado ecléctica como para resultar creíble y atrapar el sentimiento del espectador.
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