Crítica de Robot Dreams: Pablo Berger nos regala una joya animada en clave de puro lenguaje audiovisual

Hoy llega a los cines Robot Dreams tras su paso por el Festival de Cine de Sitges donde se alzó con el galardón a mejor película animada y precedida por una oleada de críticas positivas que ya nos hacían presagiar que íbamos a estar ante otro contundente trabajo de Pablo Berger, quien nos deleitó en el pasado con películas como Blancanieves o Abracadabra. 

La pasión del director por el cine se deja traslucir de muchas maneras en este proyecto de largo recorrido en el que ha trabajado durante años conjugando diversos talentos. Su equipo es un verdadero dream team con José Luis Ágreda (Buñuel en el laberinto de las tortugas) como director de arte y el belga Benoît Feroumont (El secreto del libro de Kells) como director de animación.

Alfonso Villalonga regresa una vez más como compositor habitual de las bandas sonoras de las películas de Pablo Berger desde Blancanieves'y por la que ganó el Goya a mejor BSO.

A ellos hay que sumar el montador y director Fernando Franco, la diseñadora de sonido Fabiola Ordoyo que ganó un Goya por As bestas de Rodrigo Sorogoyen; y el director de producción Julian Larrauri, ganador del Goya por Mortadelo y Filemón.

La película está basada en la popular novela gráfica de la escritora norteamericana Sara Varon y cuenta con la nominiación en los Premios del Cine Europeo y cuatro nominaciones a los Goya: película animada, guión adaptado, montaje y banda sonora. Raro será que no se haga, mínimo, con los dos primeros.

Sin palabras

Perro vive solo en Manhattan y echa en falta tener compañía, así que un buen día decide comprarse un robot que le acompañe a vivir distintas aventuras. Juntos son felices: van de excursión, bailan, patinan y se convierten en inseparables hasta que un fatídico día, Robot sufre un percance que lo deja inmóvil.

A pesar de los esfuerzos de Perro para recuperarlo, todo resulta inútil y Robot solo puede soñar con regresar a su lado. El tiempo pasa para ambos, que rehacen sus vidas de formas muy distintas.

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En el ADN de Robot Dreams, como decíamos, el amor al cine: esta propuesta es puramente audiovisual, carece de diálogos (ni falta que le hacen dado que las emociones que expresan los personajes son más que reconocibles y comprensibles) y hay toda una serie de guiños a grandes clásicos cinematográficos de todos los tiempos y toda clase de géneros. 

El hecho de que los protagonistas de esta historia sean animales antropomorfos y androides no debe despistar a nadie: son más humanos que los humanos en los aspectos más básicos y la película fluye desde el comienzo apelando precisamente a situaciones reconocibles y cotidianas de las que nos suceden a los urbanitas a diario.

Robot Dreams es además una película con muchas capas: habla sobre la soledad, sobre la desconexión social en las grandes ciudades y los esfuerzos que hay que hacer para conectar y establecer vínculos afectivos fiables, sobre las relaciones de amistad y sentimentales, sobre la superación de los traumas del pasado...

Entre sus grandes virtudes, la de ser una película abierta a distintas interpretaciones pero siempre empatizando con los personajes, sus anhelos y desvelos, porque son los mismos que los nuestros.

Berger además sirve en bandeja un sentido homenaje al Nueva York ochentero previo al trauma colectivo del 11S dándonos un baño de nostalgia que confluye muy bien con ese aspecto algo naif de la animación. Pero el discurso va más allá de lo obvio para recordarnos que, aunque nuestros corazones vibren con el pasado, hay que mirar al futuro reconciliándonos con lo que dejamos atrás.

Robot Dreams es una película muy madura y bien hilvanada en la que es fácil reconocerse. Desde su aparente sencillez nos interpeta como espectadores para plantearnos grandes cuestiones y sabe apoyarse en recursos expresivos que, junto a su excepcional banda sonora, nos llevan a recorrer un viaje emocional plagado de matices y sorpresas.