Crítica de la enternecedora serie Night Sky, con Sissy Spacek y JK Simmons como entregados protagonistas

¡Recién salida del horno! Llega a Prime Video la serie de ocho episodios Night Sky, protagonizada por Sissy Spacek y JK Simmons y nos sumerge en un drama muy particular que tiene toques de ciencia-ficción. Los dos primeros episodios han sido dirigidos por Juan José Campanella (El secreto de sus ojos).

No se trata de un visionado fácil, en primer lugar por la duración de los episodios que rondan los 52 minutos de media, pero sobre todo se debe a que el ritmo al que desvela sus secretos es muy lento. Vamos, en pocas palabras, no es una serie para adictos a la adrenalina o para aquellos que sean acérrimos amantes del género y esperen algo muy puro. 

En Night Sky conocemos a un matrimonio de ancianos que han compartido sus vidas y también han pasado juntos por momentos muy tristes, como la pérdida de un hijo. Franklin e Irene York parecen a simple vista dos ancianos en el ocaso de sus vidas que se apoyan el uno en el otro para evitar ser absorbidos por un sistema siempre injusto con la tercera edad.

Lo que nadie podría sospechar es que encontraron años atrás una cámara enterrada en su patio trasero muy especial que tiene la capacidad de transportarlos a una estancia desde la cual pueden ver la superficie de un extraño planeta en el que no se atreven a poner un pie. Sin embargo, estar allí les da paz, así que acuden a menudo.

Sin embargo, su tranquilidad queda distorsionada cuando aparece en sus vidas un joven llamado Jude (Chai Hansen, The Newsreader), afectado por una persistente amnesia. Tras sus talones, una organización de dudosa moralidad que cuenta con guardianes dispuestos a acabar con él. ¿Por qué razón? ¿Pueden fiarse de él?

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La trama de Night Sky comienza pronto a complicarse (y a perder fuerza, todo hay que decirlo) cuando entra en escena un nuevo portal radicado en Argentina donde una mujer que se encarga de custodiarlo se ve en la tesitura de hablarle a su hija de su críptico legado y su misión. Misterio sobre misterio, la serie no tiene ninguna prisa para mostrar sus cartas.

La estructura narrativa, algo confusa, nos mueve el foco de lo que realmente nos interesa más, en buena parte por la química y el buen hacer de dos intérpretes tan completos y sobresalientes como son Sissy Spacek y JK Simmons, pero también porque son el eje sobre el que bascula la trama principal.

Su historia de amor, pérdida y entrega el uno al otro, es lo que sostiene la serie, la hace interesante y humana. En comparación, el resto de los escenarios y personajes, se antojan mucho menos atractivos.

Ciencia-ficción con cuentagotas

Night Sky no es una serie de ciencia-ficción con elementos dramáticos sino un drama con toques de ciencia-ficción. Vistos sin contexto, algunos de los cuadros de la serie podrían llamarnos a engaño como ha hecho últimamente otra serie que os sonará: Outer Range.

Comparte con ella que ambas tienen elementos ci-fi importantes pero casi diríamos que muy por encima de ellos por el tiempo de atención que se les presta, está el desarrollo de los personajes.

Esto en sí mismo no tiene por qué ser algo negativo, pero sí puede ser desalentador para quien espere una serie de alinenígenas, portales espaciales, viajes inexplicables y una mitología propia. Algo de eso hay, pero muy diluido y dosificado.

Cuando irrumpen los cielos imposibles y las auroras boreales, lo hacen con una fotografía deliciosa y momentos de fascinación realmente emotivos y conmovedores, pero son destellos en la oscuridad. Casi dan ganas de empapelar una habitación con esos paisajes celestes y quedarse a vivir en ellos.

Aunque por su forma no invita a un visionado maratoniano, Night Sky hace que cada episodio termine con una nueva incógnita que deja con el gusanillo de ver más. Y queda la incógnita de la renovación, que dependerá de la recepción por parte de la audiencia. La creadora Holden Miller nos han dejado miguitas de pan de cara a una segunda temporada que, de momento, está en el aire.