Crítica de Tin & Tina con Milena Smit y Jaime Lorente

Terror ochentero: de todas las aproximaciones a la década de los años 80 que estamos viviendo en el cine (esta misma semana se estrenan también Oso vicioso o El imperio de la luz), hay que señalar este subgénero como exponente patrio.

Le sacó brillo Paco Plaza de forma sobresaliente en Verónica, Víctor García varios peldaños por debajo en La niña de la comunión y lo intenta Rubin Sten en Tin & Tina que viene a ser una ampliación de su premiado corto del mismo título, aunque el resultado diste de ser perfecto.

Tin & Tina nos presenta a Lola y Adolfo, una pareja que está a punto de contraer matrimonio cuando la fatalidad se cierne sobre ellos. Lola sufre un aborto que le deja secuelas irreparables, la aleja de la fe católica y la lleva a caer en una profunda depresión, de modo que Adolfo le propone la adopción como alternativa para ser padres.

Con esta intención se desplazan a un convento cercano donde conocen a dos niños muy especiales y devotos que deciden llevarse a casa. Ellos son Tin y Tina, son albinos y dado que se desconoce su origen, fueron bautizados en honor a San Agustín.

Pronto dan muestras de un fervor religioso enfermizo y de interpretar las sagradas escrituras de una forma literal como si no conocieran las consecuencias de sus actos o bien esperaran una intervención divina. 

Grandes concursos y niños cantantes

Echando la vista atrás, puede que no haya nada más creepy que el Un, dos, tres (eterno Chicho Ibáñez Serrador que sabía entretener como nadie sin renunciar a su puntito espeluznante) con sus Super Tacañonas, su Ruperta de voz quebrada y su omnipresencia en los televisores españoles. Pero ojo también al boom de los grupos infantiles con temas como el de "Super Disco Chin"o de Enrique y Ana.

Eran otros tiempos... ¡y qué tiempos! Así que hay que decir que ese sustrato de cultura popular que nos resulta tan familiar está muy bien explotado en la puesta en escena y en la banda sonora de la película. 

Mucho menos logrado resulta el elemento religioso como fuente de perturbación: juega en su contra el histrionismo a la hora de tocar el tema y la escasa verosimilitud que se desprende de las situaciones propuestas.

Claro está que hay una intención de rendir homenaje a películas clásicas de terror como La profecía o El pueblo de los malditos en la caracterización de los niños Tin y Tina pero ni el maquillaje, ni la peluquería, ni las interpretaciones consiguen dar los resultados deseados. Los niños no dan miedo y eso que hacen cosas bastante bestias y solo hablan en susurros.

La película acusa el largo metraje: hay una secuencia similar, que no igual, al corto original que es probablemente una de las más inquietantes, pero el intento de ampliar el argumento, de dotar a una historia de un contexto y de estirar la propuesta para alcanzar la duración de un largo se pasa de generosa rozando las dos horas.

Jugando a impartir la justicia de Dios

Contribuye a hacer más densa si cabe Tin & Tina el subtexto de denuncia social del machismo por poco sutil y trabajada. Ese ver en el padre de familia al dios todopoderoso y a la vez al mártir que ha de entregar su vida por los demás es interesante, pero funciona de forma intermitente, como muchos otros temas que se ponen sobre la mesa: el acoso escolar, la represión, el fanatismo...

Y para colmo de males, no hay un desarrollo real de la historia de fondo de los niños: seguimos sin conocer su origen, la razón de su apariencia o la formación que les ha llevado a estar obsesionados con la Biblia.

La dirección de actores es también bastante floja, lo que hace que no estemos ante los mejores papeles de Milena Smit (La chica de nieve) ni de Jaime Lorente (El Cid), dos intérpretes que, por lo demás, cuentan con una buena proyección.

En suma, Rubin Stein deja clarísimos sus referentes estilísticos y trata de hacer más grande la perturbadora idea con la que consiguió muchísimo reconocimiento internacional en diversos festivales.

La jugada no le ha salido redonda, desde luego, a juzgar por el indeciso final (ejecutado con brillantez en el plano técnico pero muy insatisfactorio), que contradice lo que nos había hecho pensar sobre la inocencia de los niños, puesta más que en duda.