El curioso método de motivación que tenía Wes Craven para hacer películas era lo que más le asustaba
Da igual que lleves una vida corriente o que dirijas películas de millones de dólares, hay mañanas en las que todo el mundo necesita un empujón para seguir adelante.
El cine de terror tiene muchos nombres consagrados por haber hecho suyo el género: John Carpenter, Wes Craven, Guillermo del Toro, George A. Romero… Cada uno de ellos, y otros muchos que nos dejamos en el tintero, han aportado su granito de arena a los horrores que acechan cuando apagamos la luz.
Wes Craven despuntó en el subgénero slasher, donde creó depredadores icónicos como Freddy Krueger en Pesadilla en Elm Street o Ghostface en Scream: Vigila quién llama. Además de clásicos como La última casa a la izquierda o Las colinas tienen ojos.
Pero la vida de cineasta no llamó pronto a la puerta de Wes Craven y, de hecho, tuvo un trabajo antes de convertirse en director profesional con capacidad para ganarse la vida haciendo lo que amaba.
Es esa vida pasada lo que espoleaba al director de Scream a dar un paso adelante y seguir cada mañana. Para ello, Wes Craven tenía un peculiar modo de recordarse por qué hacía lo que hacía en aquellas mañanas donde las ganas de arrojar la toalla lo asaltasen.
El auténtico terror de Wes Craven fue su primer trabajo
Durante su paso por el pódcast Inside of You, el actor Jamie Kennedy, que interpretó a Randy Meeks en la saga Scream, rememoró una anécdota sobre el modo en que Wes Craven se motivaba.
"Su casa estaba llena de recuerdos de todas sus películas. Al lado de su cama, había un pequeño marco de algo. Le pregunté: '¿Qué es eso?'Dijo: 'Esa es mi licencia de piratería'. Y una licencia de pirateo es un permiso para conducir un taxi en la ciudad de Nueva York que decía: Wes Craven, LAC Cab, 1971 a 1972.
Tuve que preguntar: '¿Por qué la guardas al lado de tu cama?' Y él dijo: 'Porque, cuando me levanto todas las mañanas, lo miro y me digo a mí mismo que es algo a lo que no quiero volver nunca'. El miedo a tener que volver a conducir un taxi lo impulsó a hacer películas… El miedo a esa licencia le infundió miedo y nos asustó a los demás".
Está claro que los días al volante en Nueva York de Wes Craven no fueron un camino de rosas. El director falleció en 2015, a los 76 años, pero dejó un legado de terror que muchos mantienen vivo.
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