Crítica de Háblame (Talk to Me), una película de terror eficiente, actual y arriesgada

Llega la película de terror del verano: Háblame (Talk to Me). Con el permiso de Insidious: La puerta roja, que sigue bien posicionada en el top 10 de la taquilla española, este viernes se estrena esta nueva cinta erigiendo una mitología propia en torno a un objeto mágico de poderes sobrenaturales que es capaz de unir el mundo de los vivos y el de los muertos.

Se trata de una mano embalsamada repleta de crípticas inscripciones cuyo uso ritual permite acceder a un plano desconocido de la existencia donde moran almas en pena. Como no es difícil imaginar, estamos ante una actualización de la famosa Ouija, con la que comparte muchos aspectos. 

Se utiliza en reuniones clandestinas de adolescentes y tiene una potente capacidad de engancharlos, pero los hermanos Philippou no se quedan solo con eso y le añaden una pátina de actualidad muy pertinente: su uso se propaga casi de forma viral a través de los resultados de la eventual posesión en redes sociales porque todo el mundo las graba.

El estilo de Háblame es fresco: los videocreadores australianos Danny y Michael Philipou le confieren un aspecto desenfadado, no dudan en llevar a veces las situaciones al límite de lo escatológico y lo gore y tienen un sentido del humor negro de lo más particular.

Pero sobre todo es una película ágil que, nunca mejor dicho, una vez que te agarra no te suelta y le habla al público adolescente en un idioma que comprende a la perfección.

La protagonista de Háblame es Mia, una joven solitaria que se ha criado en hogar de acogida. Está enamorada perdidamente del novio de su hermanastra pero no se atreve a confesarle sus sentimientos dado que, además de lo anterior, tienen una fuerte amistad que teme romper.

En este contexto, por medio de un amigo, descubren la existencia de una tenebrosa mano que, según han oído, tiene la facultad de poseer a quien la agarra a la luz de una vela y pronuncia las palabras "Háblame". La clave está en no sobrepasar el límite de tiempo, de lo contrario puede llegar a ser imposible regresar del otro lado.

Las cosas se complican para Mia cuando, tras repetidas experiencias, tropieza con una presencia familiar que desatará una serie de catastróficas consecuencias y hará que se replantee todo lo que creía saber de sus padres.

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Entre las mayores virtudes de Háblame están la de ser una película modesta y honesta y a la vez tener la capacidad de configurarse como una primera piedra de la que se puede sacar todo un filón.

Por una parte, el arco argumental principal queda cerrado de una forma que funciona de manera orgánica y asumiendo riesgos importantes pero por otra, también nos despierta el gusanillo de la curiosidad en ambas direcciones: hacia el pasado y hacia el futuro.

Así que nos deja deseando saber más, conocer el por qué de las cosas, los inicios de la historia y cómo la famosa mano se convirtió en un elemento sobrenatural, pero también con la intriga de conocer qué será ahora de los personajes que nos han presentado.

En general, el reparto es muy acertado, pero es Sophie Wilde, a quien hemos visto recientemente también en La puerta mágica, la que demuestra una mayor entrega y carga sobre sus hombros con la mayor responsabilidad de sacar adelante este proyecto, habida cuenta de que es su punto de vista el que adoptamos como espectadores.

Los hermanos Philippou no han perdido el tiempo: Háblame se ha configurado como la película de terror mejor valorada de la productora de cine independiente A24 (por encima incluso de Hereditary, que son palabras mayores) y ya han rodado una precuela centrada en Duckett (el protagonista de la impactante secuencia de apertura) y tienen una idea para la secuela.

Así que tiene pinta de que estamos ante algo mucho más grande. ¿Lo mejor del asunto? Que gozan de control creativo total y podrán hacer lo que deseen. Aunque la cinta se convirtió en un fenómeno mundial después de que varias distribuidoras pujaran por ella tras su visionado en el festival de Sundance, no cedieron a la presión de los grandes estudios para mantener intacta su visión.

Francamente, ha merecido la pena. No es una película más, han conseguido evitar las reiteraciones, desgajarse en un mercado muy competitivo con un sello autoral propio, expandir el interés por el relato más allá de sus límites y profundizar en lo que supone el duelo y alienación así que... ¡No os la perdáis!