Crítica de Increíble pero cierto, la nueva gamberrada de Quentin Dupieux con la que hace sufrir a sus protagonistas

¡A Quentin Dupieux le ha salido una película medio seria! El prolífico guionista, director y productor musical francés, también conocido por su pseudónimo Mr. Oizo vuelve a la carga tras su paso por el Festival de Cine de Sitges donde no solo estrenó Increíble pero cierto (Incroyable mais vrai), la cinta que nos ocupa, sino también la mucho más alocada Fumar produce tos (Fumer fait tousser).

Los que ya estamos familiarizados con su particular sentido del humor tras haber visto películas como Rubber o Mandibules ya tenemos claro que suele aderezar sus narraciones con giros hacia el absurdo acompañados de algo de terror o al menos de fantasía.

En esta ocasión se decanta por un tono un poco más serio, melancólico o reflexivo, si se quiere, aunque sin salirse de los raíles de la chanza pura y dura derivadas de dos sucesos que ponen patas arriba las convenciones más básicas como son las reglas de la física y del continuo espacio-temporal.

¿Sueñan los hombres (y las mujeres) con penes eléctricos?

Alain y Marie forman una pareja bien avenida que se encuentra a punto de comprar la casa de sus sueños. A tal efecto realizan una visita para terminar de decidirse. Sin embargo, el comercial les ofrece cierta información que podría cambiar sus vidas para siempre porque hay una estancia muy especial cuyo potencial no pueden llegar ni a imaginar.

Tras sopesar la idea, deciden consumar la compra. Poco después de mudarse, invitan al jefe de Alain, Gérard, y su novia y en el transcurso de la sobremesa, ellos les da una noticia chocante. Ellos, no obstante, optan por guardar su secreto porque Marie tiene grandes planes a medio plazo.

Ya sea por una anomalía inexplicable o por adelantos tecnológicos inauditos, ambas parejas se ven expuestas a situaciones al borde de lo imposible.

Si hay algo que seduce a Dupieux es dinamitar las convenciones narrativas ya sea estirando o recortando el tiempo, jugando con los personajes o con las situaciones en las que los introduce.

Quienes esperen que el guión de Increíble pero cierto quede bien cerrado y dándole una explicación a los fenómenos que se presentan a lo largo del metraje, saldrán del cine con el rabo entre las piernas y echando pestes porque no es algo que entre en los planes de un guión que no hace más que salirse por la tangente cada vez que tiene ocasión.

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Si se acude a la sala de cine con la mente abierta y disposición para emprender un viaje "a lo loco", entonces sí que hay posibilidades de disfrutar de él porque resulta que esta vez el concepto que hay detrás de la película no se conforma con que nos "echemos unas risas" o nos quedemos patidifusos, sino que nos remite a uno de los grandes tópicos de la ciencia-ficción: los viajes en el tiempo.

Y lo utiliza para hablarnos de temas tan profundos como el culto a la eterna juventud, al atractivo y el vigor sexual y el pánico atávico que el ser humano le tiene a envejecer y, en última instancia, a la muerte. Sucumbir al paso de los días es acercarse poco a poco a la tumba.

En fin, puede que sea el trabajo más maduro de Dupieux respecto a un guión porque aunque hay gags más o menos estrambóticos, hay sustrato para darle una pensada a la película más allá de las risas. 

En ello juega un papel esencial el reparto en el que destacan los tres intérpretes principales: Alain Chabat como Alain, así como Léa Drucker en el papel de Marie y Benoît Magimel como el acomplejado Gérard.

Increíble pero cierto no es una película para el público general, avisado queda, sino que se moverá mejor en su nicho: la audiencia de festivales de fantaterror y sobre todo, los amantes del cine tan especial de este hombre que se saludan desde lejos gritando "¡Toro!".