Crítica de Pájaros: Luis Zahera y Javier Gutiérrez nos llevan de viaje por la Europa humilde

Puede que no sea, ni mucho menos, un match instantáneo en nuestras mentes, pero Luis Zahera y Javier Gutiérrez son dos intérpretes tan grandes que, a pesar de tener estilos interpretativos completamente diferentes, saben darse la réplica y ocupar el espacio preciso para brillar sin opacarse el uno al otro. Solo los mejores son a la vez tan competentes como generosos.

¡Lo que ha hecho Pau Durà desde la dirección es digno de elogio! Es inevitable ver Pájaros y no pensar en Quijote y Sancho: el personaje de Zahera (As bestas) sería el de la triste figura, en tanto Gutiérrez (Lobo feroz) se mete el rol de su fiel escudero. 

El primero, tiene mal de amores; el segundo vive el momento y exprime los pequeños y los grandes placeres que le brinda la vida.

Son la noche y el día, pero van a realizar un viaje que va a cambiarlos a ambos para siempre. Es a la vez una buddy movie, con algo de humor, pero sobre todo con una historia bastante trágica como trasfondo y road movie al llevarnos de viaje por la Europa más humilde, de carreteras secundarias, compañeros de travesía puntuales y pizzas mosdisqueadas en cualquier rincón.

Abrir las alas y dejarse mecer por el viento

Colombo es un mal padre y un tipo bastante buscavidas. Trabaja en un garaje 24 horas mientras trapichea con marihuana para sacarse un sobresueldo. 

Un mal día en el que su ex le conmina a firmar por fin los papeles del divorcio, se topa con Mario, un tipo de lo más peculiar aquejado de un tartamudeo persistente que no parece capaz de conducir su propio coche.

Cuando le propone a Colombo que sea su chófer para ir a un avistamiento de grullas en la Costa Brava, él ve una salida fácil a sus problemas: no solo se hará con un puñado de billetes por el trabajo sino que además se alejará de sus problemas familiares.

Una vez en su destino, Mario le dirá que las aves han variado su ruta, migrando al delta del Danubio, en Rumanía. Ambos atravesarán Europa ocultando los verdaderos motivos de su viaje, lo que les llevará a conocerse mejor y enfrentarse a sus demonios internos. No hay viaje que no empiece por uno mismo.

Pájaros es, aparentemente, una producción sencilla que, de hecho, no hace grandes alardes a nivel de producción: cuenta con pocos personajes y un trayecto muy largo a lo largo del que vamos descubriendo sus historias personales. La dosificación de la información es importante, sobre todo en el caso de Mario, que nos mantiene con la intriga casi hasta el final.

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Por lo demás, es una película de personajes: ellos dos son el alma de la narración y es su desarrollo emocional el que hace que la historia sea significativa y eficiente. Lo bueno es que, además, el guión nunca busca "meternos el dedo en el ojo".

Está en las antípodas de sus intenciones la lágrima fácil, es mucho más auténtica, algo de lo que se nutre también en al plano estético. Porque nunca veremos los grandes centros urbanos de las ciudades, ni los lugares más lujosos, sino las calles por las que discurre la vida de las personas de a pie, como los protagnistas.

Toda la película está articulada en torno a un naturalismo que la hace verosímil, asequible, sensata incluso en sus metáforas sobre el devenir de las aves y la manera en la que las personas podríamos aprender de sus instintos.

Pájaros es, a fin de cuentas, una película muy humana, vitalista y agradable aunque no pase de largo por las tristezas y penurias de sus personajes. Ojo, que puede dar la falsa sensación de que hay momentos en los que no está sucediendo nada relevante... pero todo es parte de ese viaje de autodescubrimiento y revelación.

Huelga decirlo, pero tenemos dos tesoros nacionales con estos dos pedazo de actores que bordan cualquier papel que les pongan delante. Inmensos ambos.