Crítica de Parentesco en Disney+: viajes en el tiempo contra el racismo y la esclavitud

Será la magia nostálgica ochentera de Regreso al futuro, la eterna y estimulante ciencia ficción de Doctor Who o la riqueza histórica y cultural de propuestas patrias como El Ministerio del Tiempo; nunca tendremos suficiente con la temática de los viajes en el tiempo.

Disney Plus España, que tiene en su catálogo la famosa trilogía de Robert Zemeckis, ha sumado un nuevo título con el que explotar la brecha intergeneracional: Parentesco (Kindred), pero no os encariñéis demasiado con el título porque ha sido cancelada con solo una temporada de emisión.

Los ocho episodios de su única temporada nos tendrán a caballo entre la actualidad y el siglo XIX: Dana James (Mallori Johnson) es una joven escritora que se acaba de mudar a Los Ángeles tratando de perseguir su sueño y estar más cerca de su tía, su única familia.

Como ocurría con su madre, Dana comienza a sufrir episodios de supuestas alucinaciones que terminarán siendo muy reales: es arrastrada en el tiempo para encontrarse con sus antepasados durante la esclavitud afroamericana en los campos de algodón.

Parentesco se estrenaba en Hulu en diciembre de 2022 y apenas un mes más tarde entró en el club de las series canceladas a pesar de contar con una recepción positiva por parte del público y la crítica. Este viaje al futuro no lo vieron venir.

Afrontar el análisis de la serie bajo la premisa de su cancelación es, inevitablemente, un punto de partida escabroso. ¿Cómo disfrutas de un partido de tu equipo cuando sabes del resultado al verlo en diferido?

El cine, sin embargo, tiene esa profundidad añadida: además del estudio más preciso, la belleza de las subcapas que lo componen pueden ofrecer estímulos que, vistos desde otra perspectiva, alimenten e incluso eduquen a sus espectadores en visionados futuros.

Parentesco, a pesar de su cancelación, nos invita en su primera y única temporada a un viaje interesante sobre las posibilidades de la temática. No se alimentará de vaticinios de futuro; es lo que es, así que nos toca bailar a su compás.

El racismo en Estados Unidos a dos siglos de distancia

La serie está basada en la novela original de ciencia ficción de Octavia E. Butler, añadiendo más implicaciones a la trama con nuevos personajes, pero con la necesidad incumplida de subir un par de puntos en la violencia y la brutalidad del esclavismo para convertirlos en su principal reclamo.

El punto de partida, sin embargo, no resulta tan atractivo, y mucho menos el lento y pesaroso ritmo con el que se introduce la dinámica de los viajes en el tiempo.

Dana será arrastrada al pasado cuando el joven Rufus (David Alexander Kaplan) se encuentre en peligro, como una suerte de ángel de la guarda que aparece cuando más lo necesita. 

Los traslados son tan arbitrarios y descontrolados que eliminan de la ecuación todo el misticismo del propio viaje, demostrando que se trata más de una necesidad para alcanzar la brecha intergeneracional para su sensibilidad temática que para alimentar su apartado de ciencia ficción.

La mujer del viajero del tiempo (Steven Moffat, 2022) es otro ejemplo reciente que aborda esa perspectiva involuntaria para narrar una historia de amor. Parentesco, por su parte, lo aprovecha para hundir sus raíces en el perenne racismo de los Estados Unidos.

Las dos obras adolecen de la misma contrariedad: basándose en novelas cuyas perspectivas son audaces, profundas y resonantes, ambas en sus respectivos análisis de las relaciones sociales, se pierden en una narración que apenas rasca la superficie del conflicto.

Y entendednos, Parentesco no duda a la hora de evidenciar la crueldad social de los campos de algodón, simplemente se queda a medio camino como para resonar en el dolor que vimos en El cuento de la criada. Pero si algo podemos achacarle es su flojo desarrollo de personajes.

La relación entre Dana y Kevin (Micah Stock), su compañero, resulta absolutamente opacada por la introducción de subtramas vacías: la pareja de vecinos fisgones que resulta inintencionadamente cómica o la hermana de Kevin cuya presencia se vuelve un incordio innecesario.

El punto dulce de la serie está en el conflicto social entre generaciones, pero tienen la oportunidad desaprovechada, una vez más, de su particular mecánica para los viajes en el tiempo: sólo Dana puede activarlos, pero si alguien está en contacto con ella en el momento exacto también viajará con ella.

Siendo así, una buena rama de exploración habría sido el peligro y la angustia de Kevin al viajar con ella y verse atrapado en su cárcel temporal. Esa idea se explota con tanta ligereza y sus personajes aparentan tantos deseos de volver al pasado que toda la tensión queda diluida al servicio de su empeño con la sensibilidad social.

Podría haber sido más de no haber sido menos

Uno de los grandes caballos de batalla de cualquier producción basada en los viajes en el tiempo son los escenarios y el diseño de producción. Parentesco nos llevará capítulo sí, capítulo también, del siglo XXI al XIX, y su trabajo en ambos campos es sencillo, pero preciso.

El culpable es Jerry Fleming, que se ha encargado de desarrollar los sets del apartamento en California y los campos de algodón en Maryland.

Junto al vestuario, los valores de producción de Parentesco cuentan con experiencia y avales honoríficos sobre su trabajo; pocas pegas a añadir en este apartado.

Parentesco, como paradoja de lo que exponíamos en el comienzo de estas líneas, no ha desarrollado todo su potencial. La cancelación de la serie con su cliffhanger final nos deja con un producto inconcluso lleno de posibilidades.

Su única temporada bien podría haberse planteado como una miniserie, evitando toda la caterva de subtramas que ralentizan la trama sin aportar a su objetivo principal ni a sus posibilidades de género.

Siempre será más fácil verlo a toro pasado; ahora nos tocará viajar entre realidades para descubrir la que hizo que la serie firmase su segunda temporada.