Crítica de La Piedad, la nueva película de Eduardo Casanova que seduce tanto como Pieles

Eduardo Casanova lo ha vuelto a hacer con La Piedad. Tras seis años desde el estreno de Pieles(2017), el directormadrileño nos trae su segundo largometraje en el que revindica lo grotesco con esa estética tan particular. 

Desde la propia portada de la película y su título podemos leer muchas cosas que luego se trasladarán a los 84 minutos de metraje, tanto en su simbolismo como en su puesta en escena. 

Ángela Molina y Manel Llunell encarnan a una madre y a su hijo, que viven en una relación de peligrosa sobreprotección. Nada más ver las primeras dinámicas de su interacción algo no cuadra, y poco a poco vamos entendiendo que ella hará todo lo posible para mantenerlo a él bajo control. Su hijo es casi un adulto, pero su madre hace lo posible por negárselo todo para que siga siendo su querido bebé.

Simplemente con esta breve premisa es fácil darse cuenta de que no estamos ante una historia convencional, pero logra ser menos convencional aún gracias a todo lo que rodea a su argumento. 

Ángela Molina y Manel Llunell protagonizando la nueva locura del director de Pieles

Eduardo Casanova nos sumerge en un espacio onírico valiéndose de todos los recursos que tiene a su alcance como realizador: utiliza una iluminación suave, con una neblina brillante y efectos de desenfoque, sobre unos escenarios minimalistas en los que no hay ni un solo elemento puesto al azar, al igual que sus específicos encuadres que buscan la geometría en planos detalle, cenitales y primeros planos.

Su paleta cromática en tonos pastel es tan limitada como su puesta en escena: el rosa palo para la seguridad del hogar, para la madre y para el hijo, el azul y el gris para un mundo exterior que siempre navega entre espacios interiores donde la madre puede mantener su autoridad. 

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A través de sus diferentes trabajos, pero especialmente gracias a Pielesy La Piedad, Eduardo Casanova ha demostrado tener un estilo único, tan característico que podrías reconocerlo si extrajeras cualquier fotograma al azar de sus películas.

La atmósfera de La Piedad es tan seductora que no podrás dejar de mirar la pantalla, a pesar de que en muchas ocasiones quieras apartar la vista, porque lo escatológico y lo gore también son señas de identidad de su director, al igual que su gusto por cuerpos y rostros no normativos. 

Es difícil de explicar la sensación que produce verla, simplemente es hipnótica en la combinación de todos sus elementos, en esa atemporalidad que rezuman las habitaciones prácticamente diáfanas, en los bailes y la música, en el absurdo que te lleva sin querer a la carcajada.

Hasta sus metáforas y referencias al cristianismo y a la Corea surrealista enganchan, especialmente al principio, cuando te hacen preguntarte si realmente Eduardo Casanova está siendo tan claro con su mensaje o si esconde algo más. 

Tras unos planos tensos, la cinta se abre con una pegadiza danza tradicional, y a medida que avanza la película, el simbolismo empieza a ser cada vez más explícito hasta desembocar en un final que vuelve la metáfora en algo excesivamente redundante. 

En ocasiones no hay que subestimar al público, y puede ser mucho más interesante quedarse en la sugerencia. Claro que Casanova es explícito de por sí, tanto en su abuso del rosa para las asociaciones pertinentes, como para las mutilaciones, los vómitos y los genitales. Sus créditos silenciosos son un acierto, después de tanto escándalo.

Tras su paso por diversos festivales, Eduardo Casanova finalmente estrena La Piedad en los cines españoles el próximo viernes 13 de enero. Y si os habéis quedado con ganas de más cine firmado por él, Pieles se encuentra disponible en diversas plataformas de streaming como Netflix, Amazon Prime Video o Filmin.