Wonka es una película cálida, tierna y mágica que desarrolla los inicios del personaje creado por Roald Dhal con un Timothée Chalamet que abraza el reto aportándole todo su carisma y talento vocal.

Es una película de cerca de dos horas de duración (114 minutos para ser exactos) apta para todos  los públicos que agradará especialmente a los amantes del género musical al poner en pie números de desbordante imaginería visual y gran potencia sonora de los que resultan bien pegadizos.

No todo son virtudes, puede que haya más de dos que encuentren excesivo el CGI que rodea a la producción y que hace a veces inabarcable y desbordante para la propia vista unos saturadísimos y recargadísimos sets de rodaje, aunque todo esté puesto al servicio de la colorista puesta en escena justificada por el tema que se aborda.

Pero, lo importante, es que Wonka consigue retrotraernos a clásicos del calibre de la mismísima Mary Poppins. El propio protagonista recuerda a esta figura constantemente: un origen enigmático, un sombrero mágico del que puede emerger cualquier cosa, un amor incondicional por los desamparados y... ¡mucha dulzura!

Su silueta recortada, con el gabán y el sombrero de copa, anticipan su presencia como sucediera con la niñera. Así que tiene todo el potencial para convertirse en un personaje análogo para una nueva generación de espectadores.

¿Cómo arranca la película?

Wonka nos presenta la versión joven del personaje al que conocimos en "Charlie y la fábrica de chocolate" y al que encarnaron antes en pantalla Gene Wilder y Johnny Depp en sendas adaptaciones cinematográficas de uno de los grandes clásicos literarios de Roald Dahl y uno de los libros más vendidos de todos los tiempos.

El inventor, mago y chocolatero llega a una gran ciudad famosa por su chocolate con la esperanza de labrarse un futuro, pero cae en las garras de unos estafadores que pretenden esclavizarlo sepultándolo en deudas mientras que el cártel local de chocolateros asfixia sus esperanzas de abrir su propia bombonería.

Inspirado por el recuerdo de su madre, Willy no solo quiere llenarles la panza a sus golosos clientes sino hacer que sus vidas rebosen de magia y que comprendan la importancia de soñar despiertos y de dejar que les toque la magia. Eso sí, tendrá que lidiar con multitud de dificultades y con un pequeño Oompa Loompa con quien ha contraido, sin saberlo, una deuda que debe saldar.

La receta perfecta para la Navidad: un festín audiovisual

Paul King tenía claro que su Wonka sería Chalamet y ha dado en el clavo, al punto de que ya tiene ideas para una posible secuela. La elección del protagonista es perfecta, tanto en el plano interpretativo (le sienta genial) como en el musical, puesto que el esfuerzo que realiza para cantar, bailar y aportarle al personaje matices está alienado con las expectativas. Da el do de pecho.

Está bien rodeado de secundarios excepcionales como una especialmente divertida Olivia Colman haciendo de villana o un empequeñecido Hugh Grant dispuesto a cachondearse de sí mismo una vez más. Pero no hay que dejar atrás a tres de los miembros del reparto de Fantasmas: Mathew Baynton, Charlotte Ritchie y Simon Farnaby se dejan ver en papeles de mayor o menor enjundia.

No son los únicos: tenemos también a Rowan Atkinson o a Jim Carter además de contar con una enternecedora Sally Hawkins que a pesar de aparece en tres momentos puntuales se convierte en el alma de la película y el mayor enganche emocional con la audiencia. ¡Enorme! 

Con todos sus excesos y sus locuras (hay momentos en los que estalla en mil colores llegando a resultar abrumadora), Wonka es una película que consigue mantenerse en equilibrio para emocionar sin resultar empalagosa. Es sencillamente bonita: bienintencionada en su base y simpática en su resultado final: te saca la sonrisa y la lagrimilla.

En pocas palabras, una cinta perfecta para degustar en familia de cara a las Navidades que agradará a los más pequeños y devolverá a los grandes a su infancia. ¿Lo mejor? Que Wonka propone un festín para la vista y los oídos... ¡que no engorda!