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Repaso a la vida y películas de Martin Scorsese, el director de ambiciosos proyectos durante toda su carrera

Martin Scorsese

Martin Scorsese es uno de los directores más importantes de la historia del cine. Esta es su historia y su trayectoria tras el estreno de Los asesinos de la luna.

“Desde que recuerdo, siempre quise ser un gánster”. El capó se cierra, con un cuerpo acribillado a balazos y machetazos en su interior. Un joven guapo y elegante mira a cámara. La imagen se paraliza en un instante eterno. Comienzan a sonar las trompetas de Tony Bennett en Rags to Riches. Fundido a negro.

No sé si Martin Scorsese quiso ser un gánster desde que era un niño, pero hay pocos cineastas que hayan retratado tanto y tan bien a la mafia italoamericana como él en la historia del cine. Sin tapujos ni contemplaciones, sin remilgos ni embellecimientos. Tan cruda, tan cruel, tan violenta como la vida misma.

Ahora, cerca de los 81 años de edad, Martin Scorsese ha dejado atrás la vida desenfrenada y caótica del pasado, pero su cine sigue siendo la viva representación de la visión descarnada, rítmica y frenética que tiene el cineasta neoyorquino sobre la vida, y que le ha acompañado desde los primeros pasos de su vasta filmografía.

Los primeros pasos de Martin Scorsese, el genio de Nueva York

Martin Scorsese de joven

Martin Scorsese, nacido en las entrañas de Nueva York el 17 de noviembre 1942, emergió de las calles de Little Italy, un enclave inmerso en la esencia siciliana y en el corazón de la Gran Manzana. Su infancia se vio eclipsada por el aliento asfixiante del asma, que lo alejó del bullicio infantil y lo acercó al oscuro embrujo del cine. Las imágenes en la pantalla se convirtieron en su universo, una paleta de colores y emociones que definiría su destino.

Entre rezos y proyecciones, Martin Scorsese creció en un hogar devotamente católico, algo que se ha dejado sentir ampliamente en sus películas. De la misma forma que sus raíces, estrechamente entrelazadas con la tierra de Palermo, Sicilia, donde sus abuelos labraron sus sueños, también se ha evocado en su filmografía.

Aunque su linaje llevaba el apellido "Scozzese", un error transformaría su legado en "Scorsese", un nombre destinado a trascender en la historia del cine. Quién podría haber imaginado que aquel italoamericano y asmático, rodeado de violencia y sangre en las sucias calles de Little Italy, acabaría transformando la misma industria que le salvó cuando era un niño.

Su deseo de ser sacerdote cedió ante la llamada del celuloide. Y así, en la neblina de la Gran Manzana, su vocación halló su sendero. La universidad fue su crisol, donde el celo por las películas se cocía a fuego lento. En Super-8, gestó sus primeros pasos narrativos, una pequeña producción titulada Vesuvius VI que preludiaba su furor creativo.

En la universidad, un maestro llamado Manoogian infundió en Martin Scorsese el arte de comunicar emociones a través de la cámara. What's a Nice Girl Like You Doing in a Place Like This? (1963) fue la respuesta de un alma inquieta, una danza de imágenes que esculpiría su destino como respuesta a su pasión desmesurada por el arte del cine. 

Ante aquel escenario de la vida, el joven Martin Scorsese emprendió su odisea cinematográfica. Entre tropezones y visiones, nació ¿Quién llama a mi puerta? (1967), un grito auténtico que resonaría más allá de las salas oscuras. Los laureles no fueron inmediatos, pero la semilla estaba sembrada. Lo mejor estaba por venir.

El surgimiento de una leyenda cinematográfica

Martin Scorsese y Robert De Niro de jóvenes

En los albores de los años setenta, Martin Scorsese se adentró en los callejones de la industria del cine como montador y director. Era una época de cambios y transformaciones, una era en Hollywood que iba a sepultar definitivamente la ciudad de las estrellas y  posibilitar la aparición del llamado cine moderno.

Fue entonces cuando Martin Scorsese cruzó caminos con el venerable John Cassavetes, su guía y camarada. Bajo el sol de Los Ángeles, conoció a Brian De Palma, quien le presentaría a dos futuros aliados: Robert De Niro y Paul Schrader

Mientras las luces de Hollywood titilaban, Martin Scorsese dejó su huella como productor en Medicine Ball Caravan (1971) y en el corazón de Cassavetes, quien lo abrigó en Así habla el amor (1971). Así, la semilla del cineasta neoyorquino terminó de germinar en el inmortal horizonte de la ciudad de los sueños.

Malas calles (1973) surgió como un faro en su trayectoria. La urdimbre de violencia, culpa y redención en los callejones de Little Italy trazó su estilo distintivo. El fulgor de Nueva York y la penumbra de Los Ángeles se entrelazaron en la cinta. Pauline Kael, la famosa crítica de cine, celebró su obra. Había nacido una nueva leyenda. Un artesano de los relatos más crudos y catárticos de la mafia.

Tras el éxito de Malas calles, Martin Scorsese se aventuró un año después en Alicia ya no vive aquí (1974) junto a Ellen Burstyn. Era su primer baile en el Hollywood de los estudios, nada que ver con la independencia artística de su primer triunfo cinematográfico.

Desde los ojos de una madre soltera, el cineasta tejió el tapiz de la lucha y la esperanza. En paralelo, Martin Scorsese gestó el documental titulado Italoamericano, donde desveló las raíces que le dieron vida y le permitió analizar, reflexionar y profundizar acerca de la enorme comunidad italoamericana que habitaba en Estados Unidos y dio forma a los orígenes del sueño americano.

Taxi Driver

Sin embargo, sería Taxi Driver (1976), una sombría elegía de la soledad urbana, la cinta que marcaría el verdadero hito de su carrera y su devenir como cineasta. El asedio de Travis Bickle a las calles neoyorquinas resonó como un grito de angustia. La magistral danza visual de Michael Chapman y la pluma inquieta de Paul Schrader terminaron de dar forma a esta crónica perturbadora que se alzó con la Palma de Oro del Festival de Cannes.

El clamor de Taxi Driver le dio alas para orquestar la ópera musical titulada New York, New York (1977), un experimento que se debatía entre el amor y la discordia, pero terminó dando mucho más que hablar por una producción infestada de droga y de anécdotas que por la propia cinta en sí, la cual fue un fracaso rotundo.

La derrota comercial de New York, New York no frenó a Martin Scorsese, quien apenas un año después estrenó El último vals (1978). Un documental sobre el mundo del rock que supuso la sinfonía final de The Band por la que pasaron estrellas de la talla de Bob Dylan, Van Morrison o Eric Clapton, entre muchos otros.

Los locos años 80: entre el cine y la cocaína

Toro salvaje

Desafortunadamente, el resplandor de la fama eclipsó su alma y lo empujó al abismo de la adicción y la cocaína. En esa encrucijada existencial y bajo ese contexto determinado, emergió Toro salvaje (1980), un arte kamikaze. Con puños de blanco y negro, Martin Scorsese narró la epopeya de Jake LaMotta, destilando inseguridad, violencia y redención.

Aquel toro salvaje rugió, y el mundo escuchó. A pesar del aplauso de la crítica, el Óscar se le escurrió entre los dedos. La taquilla no respondió como esperaba. Y la sombra de la incertidumbre oscureció el horizonte de Martin Scorsese, quien entre tiro y tiro pariría obras maestras como El rey de la comedia (1982), Jo, ¡qué noche! (1985) y El color del dinero (1986).

Cuando las espinas de La última tentación de Cristo (1988) hirieron la sensibilidad del mundo, Martin Scorsese desafió tormentas para dar vida a la polémica visión religiosa de Nikos Kazantzakis. Las olas de controversia rompieron en su orilla, pero el cineasta mantuvo firme su timón en una de sus cintas más infravaloradas.

Lo que nadie sabía entonces es que lo mejor estaba por venir. Martin Scorsese había transformado el cine en los años 70 junto al resto de la generación de los barbas y había cincelado su estilo cinematográfico durante los locos años 80 en los que las franquicias brillaron por encima del resto. Pero aún se guardaba un as en la manga.

La década más extravagante de un director inmortal

Uno de los nuestros

Después de una década de altibajos, Martin Scorsese regresó a la cúspide de su arte con Uno de los nuestros (1990), una obra maestra de gánsteres que narró la vida semi-ficticia de Henry Hill, un antiguo mafioso.

Uno de los nuestros consolidó la maestría técnica de Martin Scorsese y el brillante desempeño de sus actores, restaurando y magnificando su prestigio como cineasta, que había quedado en entredicho por algunos sectores de la industria de Hollywood durante la década de los 80.

Roger Ebert la describió como "la mejor película de gánsteres de todos los tiempos", afianzándola como uno de los mayores logros del director. Uno de los nuestros recibió seis nominaciones a los Oscars, pero la Academia siguió dando la espalda a Martin Scorsese, como tantas otras veces antes y después.

Su camino continuó con El cabo del miedo (1991), un remake influenciado por Alfred Hitchcock, y luego con La edad de la inocencia (1993), una adaptación de Edith Wharton que supuso un desvío notable de su trayectoria. Este romance fallido en la Nueva York de finales del siglo XIX desafió a su audiencia y demostró una nueva faceta de su habilidad narrativa.

Casino (1995) siguió los pasos de Uno de los nuestros y narró la historia de un hombre cuya vida se ve desbordada por factores inesperados. Aunque fue elogiada por su dirección y sus interpretaciones, algunos críticos consideraron su duración excesiva y la compararon con su predecesora. No obstante, la película fue un éxito taquillero y se convirtió en una cinta de culto con el tiempo.

Kundun (1997) fue una empresa audaz y visualmente cautivadora. La película narra los primeros años del decimocuarto Dalái Lama, la invasión china al Tíbet y su exilio a India. Aunque desafiante y menos vista, recibió unas cuantas nominaciones a los Oscars. Sin embargo, suele pasar desapercibida dentro de la filmografía de Scorsese.

Finalmente, Al límite (1999) le reunió de nuevo con el escritor Paul Schrader y le permitió explorar la vida de un paramédico nocturno en la Cocina del Infierno junto al omnipresente y noventero Nicolas Cage. Recibió el aplauso de la crítica, pero no contó con el apoyo de los estudios y pasó relativamente desapercibida. 

La era moderna de Martin Scorsese

El lobo de Wall Street

En 2002, Martin Scorsese dio vida a su proyecto más ansiado y personal: Gangs of New York. Inspirado en el libro homónimo de Herbert Asbury, la trama se sumerge en la Nueva York de 1862, narrando el choque entre pandillas de inmigrantes irlandeses y nativistas.

Con un presupuesto de cien millones de dólares, fue su proyecto más costoso hasta la fecha y le provocó fuertes tensiones con el denostado productor Harvey Weinstein. La película recibió el Globo de Oro al mejor director y diez nominaciones a los Oscars, marcando el inicio de su colaboración con Leonardo DiCaprio.

Una colaboración que repetiría dos años después con El aviador (2004). Esta película le obligó a cambiar su estilo a uno más comercial, usando técnicas de imagen generadas por ordenador. Aunque fue la película más nominada en los Óscar, Martin Scorsese no obtuvo el premio a Mejor Director en una bochornosa decisión que sigue resonando dentro de la industria.

Resulta sorprende que la Academia decidiera equilibrar la balanza con Infiltrados (2006) y darle la ansiada estatuilla. A fin de cuentas, estamos delante de un remake comercial y no de una obra profunda y personal como lo fueron tantas otras películas de Scorsese antes. Sin embargo, está considerada como uno de sus mejores y más redondos filmes.

Tras ofrecernos un atípico thriller psicológico como Shutter Island (2010), poner en marcha la serie de Boardwalk Empire y homenajear el arte que tanto ama en La invención de Hugo (2011), Martin Scorsese nos demostró que aún tenía fuerza como cineasta y que estaba dispuesto a todo con tal de arrasar la industria.

El lobo de Wall Street (2013), basada en la vida de Jordan Belfort, exploró el lado oscuro del sueño americano y nos presentó otro tipo de mafia diferente a la italoamericana que siempre ha retratado en sus películas. La cinta se convirtió en la más taquillera del cineasta hasta la fecha, dio a conocer al mundo a Margot Robbie y supuso la mejor interpretación de la carrera de Leonardo DiCaprio.

Los asesinos de la luna (Killers of the Flower Moon)

Apple TV+

Después de su éxito con El lobo de Wall Street, y sin dejar nunca de producir películas y dirigir documentales, Martin Scorsese apostó junto a Terence Winter por la serie de televisión Vinyl protagonizada por Bobby Cannavale y Olivia Wilde. De hecho, dirigió el primer episodio.

Silencio (2016) exploró la fe y la persecución católica en el Japón del siglo XVII, pero no tuvo el reconocimiento esperado a pesar de las extraordinarias interpretaciones de Andrew Garfield y Adam Driver.

Y, finalmente, El irlandés (2019), con Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci, se convirtió en una de las películas más caras y trascendentales de su filmografía. Martin Scorsese pudo explorar temas relacionados con la vejez y la mortalidad, al mismo tiempo que recuperó la temática mafiosa en una cinta extensa y agotadora.

Una extensión y un agotamiento con el que vuelve a poner a prueba a los espectadores en Los asesinos de la luna (2023). La película, protagonizada nuevamente por Leonardo DiCaprio, se proyecta como una de las más importantes del año y podría suponer el reencuentro de actor y cineasta con el Óscar.

Definitivamente, Martin Scorsese es uno de los directores más importantes de la historia del cine. Su trayectoria transformó la industria cuando Hollywood languidecía y su filmografía se sostiene, a pesar de los altibajos, con múltiples obras maestras que lo han aupado a los altares de la cinematografía.

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