Crítica de Civil War: Alex Garland firma una película cruda, ultraviolenta y pertinente

La nueva película de Alex Garland no puede ser más dura. Traía en la mochila cintas tan interesantes como Ex_Machina, Aniquilación, Men o la serie Devs. Ahora se interna en terreno de guerra en Civil War, una historia que ha escrito y dirigido para hacernos vivir una contienda fratricida desde dentro y que nos resuene en la piel, el pecho y la cabeza como en pocas ocasiones sucede.

Es una apuesta arriesgadísima que enfrenta a la audiencia a una distopía en la que los Estados Unidos han dado un paso más en su fractura para dividirse en dos bandos que no buscan otra cosa que la destrucción mutua.

Sobre el papel, el argumento es sencillo porque en verdad lo que se narra se puede resumir en tres párrafos, pero más allá de las acciones está el subtexto: lo que el guión sugiere sin ser verbalizado y la profundidad que adquiere una historia dolorosa que radiografía la herida de la polarización política en un país en verdadera decadencia.

Sin retorno

Civil War nos desplaza a un futuro cercano en el que los Estados Unidos de América están sumidos en una cruenta guerra civil.

En este contexto, un equipo de periodistas y fotógrafos de guerra emprenderá un viaje por carretera en dirección a Washington DC. Su misión será llegar al presidente antes de que las fuerzas rebeldes asalten la Casa Blanca y le arrebaten el control. Podría tratarse de la última entrevista que concediera antes de caer derrocado.

Civil War es algo más que pesimista, es devastadora y acercará al púbico a los horrores de la guerra para hacerle pensar no solo en la que discurre ante sus ojos en ese momento al abrigo de la oscuridad de la sala de cine, sino en otros conflictos anteriores o en curso que están teniendo lugar.

Uno de los ejes de la película es la violencia descarnada: las estrategias para abrirse camino y salir de encrucijadas. El objetivo de mostrarla de forma realista y más que creíble (un calco de las operaciones especiales reales que hemos visto en los telediarios) está logradísimo. En este sentido, Garland rueda como nunca, consiguiendo un efecto inmersivo brutal.

Pero además se vale de la foto fija para incrementar el impacto con determinadas imágenes que son más elocuentes que las palabras. Toda la propuesta está articulada en torno a un segundo eje: la necesidad del periodismo de guerra para documentar, dar fe y tener una proyección en la opinión pública de lo que está pasando.

A partir de ahí las diferentes personalidades los personajes van matizando cómo se sienten los individuos expuestos a estos focos de desequilibrio: hay quien lo vive como una inyección de adrenalina, quien busca la fotografía perfecta por motivos estéticos o de gloria personal y quien siente que su trabajo es imprescindible como única forma de verificar la realidad.

Hay al final un componente que mezcla la ética periodística con cierta búsqueda de la gloria personal.

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Civil War (2024) (11 imágenes)

Cada céntimo invertido en Civil War se luce en unos valores de producción altísimos: fotografía, sonido, interpretaciones, efectos especiales... Se ha convertido en la película de A24 más cara de su portfolio, pero ha merecido la pena.

Mención especial merecen las interpretaciones con Kirsten Dust dando un verdadero recital y con una joven Cailee Spaeny muy destacada. El papel de Nick Offerman como presidente de los Estados Unidos es breve, pero en él vuelve a dejar constancia de que es capaz de dejar huella con cada uno de sus trabajos. Bárbaro.

Civil War es, en definitiva, una película que lo tiene todo para levantar ampollas. Que ofenderá a muchos, asustará a otros y, con suerte, persuadirá a las personas adecuadas de no tomar ciertos caminos. Ojalá se les graben en la retina las monstruosidades que muestra para que nunca se hagan realidad. Y de paso lo mismo despierta de la indolencia a quienes niegan crímenes de guerra.