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Crítica de Los crímenes de la academia (The Pale Blue Eye) con Christian Bale jugando a ser detective

Los crímenes de la academia

Crítica de Los crímenes de la academia (The Pale Blue Eye), la nueva película de Scott Cooper (Antlers) con Christian Bale, Gillian Anderson y Harry Melling. Estreno en Netflix el 6 de enero de 2023.

Netflix lanza el 6 de enero, día de los Reyes Magos, la película Los crímenes de la academia (The Pale Blue Eye) o, lo que es lo mismo, marca en el calendario una cita con el cine de intriga y terror gótico que viene avalado por la firma de Scott Cooper.

Se trata, en concreto, de la sexta película que escribe y dirige tras For Sale by Owner (2009), Corazón rebelde (2009), La ley del más fuerte (2013), Hostiles (2017) y Antlers: criatura oscura (2021). En esta ocasión su guión toma como punto de partida la novela de 2003 de Louis Bayard, ambientada en Nueva York y más concretamente en la Academia West Point en Hudson Valley.

La ficción arranca con la aparición de un cadáver muy peculiar en las inmediaciones del lugar: un cadete colgado en lo que parece un apresurado suicidio... pero al que le falta el corazón, lo que sugiere otro tipo de motivaciones para darle muerte y, a buen seguro, un asesinato.

El coronel Thayer (Timothy Spall) y el capitán Hitchcock (Simon McBurney) convocan al policía retirado Augustus Landor (Christian Bale) para resolver el caso de forma discreta y evitar que la Academia se convierta en un foco de atención.

 

Landor es conocido por resolver casos difíciles, pero también es viudo, está cansado y ha pasado por tiempos mejores. A pesar de que su mente sigue estando despierta a cada pista escondida, su afición a la botella le pasa factura, así como algunos episodios de su pasado que no consigue dejar atrás.

Al poco de llegar a West Point, Landor conoce al mismísimo Edgar Allan Poe (Harry Melling) que lo ayudará en su investigación y se convertirá en su principal aliado para descubrir la verdad, algo que se torna cada vez más complicado a medida que profundizan en las redes de relaciones personales que se han ido tejiendo entre unos y otros.

Los crímenes de la academia
Netflix

"Los límites que separan la vida de la muerte son, en el mejor de los casos, sombríos y vagos"

He aquí a Poe, considerado el padre de las narraciones policiales gracias a su personaje Chevalier Auguste Dupin (alumbrado para su aparición en "Los crímenes de la calle Morgue"), convertido en la mano derecha de Landor, un trasunto de Dupin.

Ésta es la explicación que hace que cobre sentido que la película arranque con una cita del escritor, poeta y periodista estadounidense. Que el papel le pega a Melling es indiscutible, no solo por su apariencia física sino también por su capacidad para interpretar papeles complejos, como dejó claro en Gambito de dama o El diablo a todas horas.

Los crímenes de la academia tiene un arranque sólido, sustentado en la portentosa y atmosférica fotografía de Masanobu Takayanagi y en las partituras de Howard Shore (Los anillos de poder) a las que hay que unir el carisma del reparto principal y un excelentemente nutrido grupo de secundarios entre los que encontramos a Robert Duvall, a Toby Jones, a Lucy Boynton o a Gillian Anderson.

Sin embargo, en algunos casos sus interpretaciones están muy pasadas de rosca. Habida cuenta de su más que demostrado talento, solo podemos achacarle estos exabruptos a la dirección de actores, que hasta ahora era una de las fortalezas de trabajos anteriores de Cooper. 

En lo que se refiere a la narrativa, los 128 minutos de duración de Los crímenes de la academia tienen muchos altibajos, pero sobre todo es cuando llega a su tercio final, en el momento de las mayores revelaciones, donde da la sensación de volverse loca en exceso. 

Todo lo fino que venía hilando la película con sus guiños dedicados a la obra de literaria de Poe (el cuervo graznando, el propio nombre de Landor o el título, de "El corazón delator") y la construcción de un misterio a puerta cerrada en interiores iluminados con velas y exteriores helados se disuelve en un desenlace discursivo que suena bastante a chufla por increíble y mal construido.

La historia ganaría con más insinuación y menos explicación, además de que habría precisado modular mucho mejor a sus estrellas (lo de Gillian Anderson roza lo inexplicable: desde la histriónica caracterización hasta el comportamiento de su personaje).

En suma, la película termina sabiendo a poco y es el segundo fiasco consecutivo de Christian Bale, después de la desastrosa Ámsterdam. Con ella comparte tener un repartazo que no está al servicio de una historia sólida.

VALORACIÓN:

El tercer encuentro entre Scott Cooper y Christian Bale tras La ley del más fuerte y Hostiles se salda en positivo pero sin llegar a las altas expectativas que generaba el metraje en su comienzo.

LO MEJOR:

La primera hora de metraje es bastante atmosférica y engancha con facilidad gracias a la fotografía de Masanobu Takayanagi.

LO PEOR:

El tercio final es particularmente flojo después de un abrupto giro de guión que encaja regular con el planteamiento inicial.
Hobby

60

Aceptable

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Etiquetas: Netflix