Crítica de Feria. La luz más oscura: el nuevo thriller de terror de Netflix

Netflix sigue apostando por la producción propia española con Feria. La luz más oscura, una serie con la que, por primera vez, se internan en el género del thriller fantástico y de terror, dirigiéndose a una audiencia más bien adulta.

Aspiraba a convertirse en algo similar a 30 monedas en su arranque, aunque por desgracia se desinfla episodio a episodio debido en gran parte, a que los capítulos (próximos a la hora de duración) se hacen bastante pesados y redundantes con giros de guión que no tienen mucho sentido.

En su defensa, la serie trata de erigir una especie de mitología propia para dar una explicación a lo que sucede... algo que le sale regular, al resultar tan errática y dejarse caer en brazos de los efectos digitales, pero que por otra parte puede ser uno de los elementos más atractivos para enganchar a la audiencia.

Feria. La luz más oscura, arranca mostrando un terrible suceso en un pequeño pueblo de la sierra andaluza que tiene lugar a mediados de los años 90. Aparecen 23 cadáveres desnudos en las inmediaciones de la mina, sellada décadas atrás por una explosión.

Eva y Sofía, dos adolescentes en momentos vitales muy distintos, empiezan a partir de ese momento a ser investigadas por parte de la policía, que tiene evidencias de la implicación de sus padres en los hechos.

Esto cambiará para siempre sus vidas, ya que quedarán señaladas en el pueblo pero además tendrán que enfrentarse a sus propios demonios. ¿Son sus padres unos monstruos o intentan señalarles un camino hacia otra realidad? ¿Deben colaborar con la policía o indagar por su cuenta para comprender qué ha sucedido?

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No es extraño que Netflix tengra grandes esperanzas depositadas en esta serie si tenemos en cuenta que ha sido creada por Carlos Montero (Élite) y Agustín Martínez (La caza. Monteperdido) y dirigida por Jorge Dorado y Carles Torrens,

La serie bascula entre el drama familiar, el misterio que rodea a la mina y a ciertos habitantes del pueblo que esconden no pocos secretos y el morbo derivado de la trama fantástica que se traduce en muchos desnudos, seres sobrenaturales pobremente representados en figuras creadas por ordenador y  poca audacia en el guión, que tiene algunos giros absurdos.

Es como si hubiesen metido en la coctelera una versión más perversa de Stranger Things, Dark y Paraíso y hubiese salido un híbrido extraño: hay una cierta reivindicación de los años 90 pero también un sustrato pseudorreligioso que sirve de puerta de acceso a lo fantástico puramente dicho. Y hasta aquí podemos leer para no incurrir en spoilers.

También hay bastantes flashbacks que nos llevan a los 70 para descubrir información muy relevante acerca del caso. En concreto hay un episodio que transcurre casi en su totalidad en el pasado (y es también uno de los peor ambientados, por cierto).

Pero no todo son problemas... Feria lanza secuencias que son potentes gracias, sobre todo, a que es una serie que cuenta con un buen diseño de producción y no ha debido faltarle presupuesto, si bien quedan eclipsadas por un casting muy irregular y por la cantidad de veces que la trama hace comulgar al espectador con ruedas de molino.

Mientras que Isak Férriz (Gigantes), Patricia López Arnaiz (La línea invisible)y Carla Campra (La templanza) defienden sus papeles con uñas y dientes imprimiéndoles una gran naturalidad, hay otros integrantes del reparto muy sobreactuados y poco creíbles... además de que hay subtramas y personajes que parecen relevantes y acaban abandonados.

Resulta muy frustrante porque como decíamos al comienzo, cada episodio ronda la hora de duración, así que invertir casi ocho horas en ver una serie tan decepcionante... no sale rentable.

Por si no teníais suficientes pistas, Feria. La luz más oscura, deja un final completamente abierto. Puede servir como desenlace, pero tiene pinta de que estamos ante el comienzo de un camino más largo. 

Veremos si más adelante se consigue enderezar la trama y darle un sentido porque, más allá de lo seductora que resulta la premisa principal y de su siniestro y retorcido desarrollo, se echa en falta un argumento cohesionado. En pocas palabras, llegar a alguna parte.