Crítica de Mansión encantada, una propuesta simpática aunque poco original

Como hicieran antes Tomorrowland y Jungle Cruise, por nombrar dos ejemplos más o menos recientes, Disney lanza una nueva película inspirada en una de sus atracciones temáticas: Mansión encantada. Está destinada a amasar buenos números e incluso "serializarse" al modo de Piratas del Caribe, sin duda el mayor logro económico de este fenómeno.

No se trata de un remake al uso de The Haunted Mansion (2003) como tal, sino de una nueva historia configurada alrededor de la misteriosa ubicación, que bien pudo ser la inspiración para crear una serie como la comedia de tintes sobrenaturales Fantasmas. Y en la que nos reencontramos con algunos personales como la vidente Madame Leota.

Pasamos eso sí, de los 99 minutos de la primera película a los 122 de esta segunda, que deja constancia de los nuevos tiempos en los que vivimos.

Vaya por delante que Guillermo del Toro ha estado interesado en desarrollar el proyecto desde 2010 y que tenía planeado centrarse extensamente en el famoso fantasma del sombrero de copa, rol del que se encarga en esta ocasión Jared Leto pero que en sus maquetas y piezas de arte conceptual iba a estar encarnado por Doug Jones.

Pero eso queda ya en el terreno de la especulación y de lo que "hubiera podido ser" porque finalmente ha sido Katie Dippold (Cazafantasmas) la encargada del guión y Justin Simien (Queridos blancos) el director designado para el proyecto. El resultado, agridulce. 

Aunque Mansión encantada cumple como divertimento pasajero para el público infantil/juvenil, le cuesta encontrar el tono adecuado. Quiere ser, más allá de eso, un homenaje a Nueva Orleans y su particular escena musical así como una celebración de la forma en la que se relacionan la vida y la muerte y, además, una reflexión sobre el duelo y la superación de la pérdida.

En cierta medida lo abarca todo, pero de una manera muy laxa, sin que dé la sensación de que se explote todo su potencial. La película, en cierta manera, tiene una deuda con lo que siembra en su comienzo, porque a pesar de "cumplir" con lo esperado en lo que se refiere al arco dramático principal, descuida su gran potencial artístico. Daba para mucho más.

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Mansión encantada nos presenta a Gabbie y su hijo pequeño, que acaban de mudarse a una ostentosa finca, apartada y, para su desgracia, repleta de fantasmas. El problema es que una vez que se cruza el umbral, las presencias les persiguen allá donde van, de forma que solo se les ocurre reclutar a un grupo de personas que puedan ayudarles a salir de semejante bucle de desesperación.

Una vidente, un cura, un profesor universitario y un escéptico científico que ha logrado crear una cámara fotográfica que capta las presencias sobrecogedoras de los fantasmas, configurarán el heterogéneo equipo que va a enfrentarse al reto de comprender qué hacen en ese lugar todos esos ectoplasmas y cómo convivir con ellos, si es que se puede, saldando sus deudas del pasado. 

Lo bueno de Mansión encantada es que no busca (solo) vivir de la nostalgia de quienes vieron su día la película protagonizada por Eddie Murphy. Por el contrario, trata de tener una personalidad propia articulando un relato alrededor del concepto de la muerte, cómo puede llegar a lastimarnos la soledad tras perder a un ser querido y hasta qué punto es importante aferrarse a la vida.

Por lo demás, tiene su puntito "spooky" muy light para la audiencia adulta, pero lo suficientemente aterrador para la joven que les procurará el nivel adecuado de espanto como para estar pendientes de la pantalla sin robarles el sueño.

Respecto al reparto, hay grandes aciertos y fichajes que dejan con ganas de más. La sensacional Tiffany Haddish (The Afterparty) y Danny DeVito (Jumanji: siguiente nivel) son los más logrados y se ganan la simpatía de los espectadores de inmediato, mientras que Jamie Lee Curtis y un (otra vez) irreconocible Jared Leto son los que están menos explotados.

En LaKeith Stanfield y Rosario Dawson recae la parte más dramática (y no por ello menos satisfactoria) de una película a la que cuesta pillarle el punto, pero que nunca llega a aburrir ni a dejar de sacar conejos de la chistera. Podría haber aspirado a llegar más lejos, pero no es una decepción y eso, en este caso concreto, ya es bastante.