Hay películas que son para pensarlas y otras para vivirlas. Nina es de las segundas, una película española de venganza que comienza con gran intensidad y no baja el ritmo hasta el segundo final.

Andrea Jaurrieta ya nos sorprendió con su debut, Ana de día, en 2018 y vuelve a las salas seis años después con Nina, aunque en 2022 estrenase el mediometraje generacional Ballenas aplastadas por el hielo. Si en sus anteriores trabajos demostraba una buena labor, es indudable que con Nina ha dado un importante salto en su carrera.

¿Pero qué es Nina? Sobre el papel la sinopsis no es demasiado innovadora. Nina, la protagonista, vuelve al pueblo donde creció con una escopeta en la mochila y la intención de vengarse del escritor al que se va a rendir homenaje en las fiestas. El motivo, que se irá aclarando a lo largo del metraje, tiene que ver con el abuso.

Nina aparece en una noche lluviosa ante la sorpresa de los vecinos que llevan décadas sin verla. Siempre viste con prendas rojas y se fue siendo una niña. En la localidad todos la conocen por trabajar como actriz, aunque no tenga mucho éxito. Es una mujer de pocas palabras, convencida de su venganza, pero también parece estar enferma.

Volver a casa significa enfrentarse a ser reconocida y a la mirada de los demás, que parecen no saber, o recordar, lo ocurrido en el pasado. Durante los 105 minutos que dura la historia se va viendo cómo la protagonista se desenvuelve en el ambiente a la vez que se acerca a su presa, un ya anciano escritor.

Dicho todo esto, en Nina hay multitud de aciertos que merecen ser nombrados. El primero de ellos es el trabajo de Andrea Jaurrieta en la dirección que consigue un largometraje muy compacto en el que el espectador queda sumergido por el ritmo y todo el aspecto formal que pasa ante sus ojos.

A esto ayuda la fotografía de Juli Carné Martorell que ofrece un buen trabajo, sea en los momentos de lluvia intensa o en el soleado ambiente del pueblo en plena festividad. Sumado a la realización sonora se consigue que Nina se viva más como experiencia que como trama.

Patricia López Arnaiz, Darío Grandinetti y Aina Picarolo

Al igual que en la recientemente estrenada El consentimiento, en Nina el espectador se enfrenta a una de esas relaciones entre hombres adultos y niñas a las que seducen y manipulan. 

Para llevarla a cabo se ha contado con tres intérpretes que transmiten una gran solvencia. Si Patricia López Arnaiz es capaz de llevar la historia sobre sus hombros en el presente, al narrar lo acaecido en en el pasado Darío Grandinetti y la joven Aina Picarolo también dominan sus roles, sea desde el aparente control o desde la inocencia.

Todo esto ocurre en una historia que da para hacerse preguntas durante varios momentos, pero que en el tramo final, con todas las cartas boca arriba, sentencia cualquier duda.

Una vez terminada la película quedará en algunos la sensación de haber esperado más o la necesidad de que la historia se alargue en vez de quedarse en el final que tiene, algo que puede ser comprensible. En mi caso no fue así, aunque comprendo el deseo de cerrar por completo las tramas.

Llegados a este punto, y con la consciencia de haber estado ante una película que sigue el esquema de un western, falta por saber cómo recibirá la taquilla a Nina. Es una historia actual que merece ser vista, pero es complicado adivinar cuál será su recorrido.