Crítica de Pequeñas cartas indiscretas: Duelo dialéctico de gigantas

Las geniales y talentosas Olivia Colman (La favorita) y Jessie Buckley (Men) sostienen una comedia sencilla pero eficiente basada en hechos reales que recoge un suceso de los años 20: unas misivas en un tono desconcertantemente soez hacia una vecina de la localidad británica de Littlehampton que poco a poco se fueron ampliando a otros miembros de la comunidad.

En esta película, Pequeñas cartas indiscretas, las palabras son importantes. Cómo se escriben, cómo se articulan, qué dicen más allá de los que expresan en primera instancia y sobre todo cómo impactan en los distintos estamentos: desde los religiosos hasta las fuerzas del orden, donde nadie da crédito a lo que está sucediendo.

Al final, no se trata tanto de un thriller cómico (que también), sino de una crítica amable pero firme a una sociedad represora, sobre todo hacia las mujeres y la forma en que se desenvuelven incluso en el ámbito doméstico.

La devota Edith Swan es el blanco de una serie de misivas escandalosas en las que es insultada de forma sistemática en unos términos soeces. Cuando la noticia salta a los medios de comunicación, su historia se vuelve la la comidilla del lugar y ella en una especie de celebridad decidida a perdonar a quien la ha ofendido, como buena cristiana.

Pronto las sospechas recaen en su vecina Rose Gooding, una mujer temperamental que se mueve por el mundo como un espíritu libre y hacia la que siente animadversión.

A pesar de los esfuerzos de Gooding por limpiar su nombre, su delicada situación hace que peligre la custodia de su hija, lo que levanta las sospechas de la agente de policía Gladys Moss, que no comprende por qué se arriesgaría a cometer un acto así teniendo en cuenta su amor por ella.

Con la colaboración de varias vecinas y del servicio de correos, Moss pondrá todo su ingenio al servicio de resolver el misterio y pillar in fraganti al autor de las obscenas misivas que se multiplican llegando a multitud de infaustos hogares. Y de paso reivindicará su trabajo en el seno del cuerpo.

El poder de las palabras... y de las palabrotas

Pequeñas cartas indiscretas cuenta con los lances dialécticos como principal baza para generar hilaridad: ver a las actrices leyendo y rumiando las palabras, viendo sus distintos estilos de relacionarse con los demás y desafiando, cada una a su manera, a una sociedad que pretende mantenerlas dentro de un puño es un verdadero placer.

Cuando no es posible gritar, a veces el exabrupto es la única manera de liberar los demonios interiores y retar a un mundo muy poco comprensivo con un sector de la población que tiende a estar bajo el zapato del resto. Así que esas pequeñas perversiones plasmadas con primorosa caligrafía son la metáfora de una frustración que escapa a golpes... de tinta.

En este sentido, el guión de Jonny Sweet sabe bien cómo sacarle partido a las famosas cartas e irlas desvelando en el momento más oportuno y, sobre todo Olivia Colman pone toda su expresividad al servicio de un personaje imposible de olvidar.

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Buckley y Colman habían compartido cartel en La hija oscura, pero sus historias transcurrían en planos temporales distintos, de modo que es la primera vez que coinciden en el set de rodaje.

Gran acierto de casting en cambios casos puesto que se dan la réplica de maravilla y encajan en sus roles a la perfección. Lo mismo se puede decir de secundarias como Anjana Vasan, Joanna Scanlan o Gemma Jones. 

Por lo demás se trata de una producción sencilla, sin grandes alardes técnicos (no los necesita) y con una impecable puesta en escena. La ficción se nutre de la realidad y sirve para poner en evidencia la hipocresía y los prejuicios imperantes sin dejar de lado a ningún personaje... por complicado que sea, podemos sentirnos en los zapatos de todos ellos, aun cuando su comportamiento es deplorable.

No deja de ser paradójico que se desvele el poder del taco, pero también de la doble moral en una sociedad en la que es más escandaloso llamar "puerca" a la vecina que separar a una niña de su madre.