Crítica de La hija oscura, adaptación de la novela de Elena Ferrante que supone un magnífico debut de Maggie Gyllenhaal en la dirección

A menudo el audiovisual refuerza la idealización de la maternidad: el vínculo madre-hijo es algo inenarrable, pero es fácil y hasta diría que placentero contemplarlo como algo puro, tierno y precioso. La otra tendencia es la de mostrar a la madre castradora, la criadora de psicópatas por su carácter estricto, que la llevan a circundar el terreno de las brujas malvadas de los cuentos de hadas.

En La hija oscura, nos encontramos un relato que dinamita estos dos conceptos para llevarnos a explorar algo tan simple y tan complejo a la vez como que detrás de una madre hay una mujer con necesidades, inquietudes y ambiciones que van más allá de la crianza de la prole. Priorizar las primeras frente a esta responsabilidad imperativa, conlleva un enorme cargo de conciencia.

La película nos presenta a Leda, una profesora universitaria especializada en literatura italiana que se va a la costa griega de vacaciones con la única compañía de sus libros. Pronto capta su atención una estridente familia en la que una joven madre y su hija parecen los versos libres.

La pequeña, muy absorbente, apenas deja respirar a su progenitora, lo que dispara los recuerdos de Leda y la lleva a rememorar la intensidad y la confusión que experimentó debido a una maternidad temprana y una relación de pareja completamente fallida.

A pesar de estar viviendo una suerte de paréntesis vacacional en el que la finalidad es descansar, pronto tiene que enfrentarse a las decisiones que tuvo que tomar y las consecuencias que acarrearon a la relación que mantiene con sus dos hijas en el presente.

Hermanos y hermanas actores: unidos por el talento... y la familia

Lo primero que hay que decir es que la propia Elena Ferrante (pseudónimo bajo el que escribe una célebre autora napolitana) ha colaborado con Maggie Gyllenhaal para escribir el guión basado en su novela homónima, que es en muchos aspectos distinta, aunque se mantenga su espíritu. Y este trabajo conjunto les ha valido la nominación al Oscar a mejor guión adaptado.

Pero si hay algo en lo que destaca el debut de Gyllenhaal tras las cámaras con este largometraje es en la magnífica dirección de actores. Se nota que ha sabido vehicular su experiencia previa como actriz para llevar la batuta y conseguir lo mejor de su elenco.

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A estas alturas decir que Olivia Colman es una excelente actriz parece obvio, pero quizá no lo sea tanto si señalamos que sin prótesis ni maquillajes se come con patatas al resto de las pretendientes al Oscar entre las que figuran Nicole Kidman por Being the Ricardos, Jessica Chastain por Los ojos de Tammy Faye, Kristen Stewart por Spencer y Penélope Cruz por Madres paralelas.

Con la cara lavada y haciendo alarde de una interpretación muy contenida Colman, que ya se ha coronado en diversos papeles como en The Crown,El padre o La favorita, por nombrar algunas de sus interpretaciones más recientes, nos traslada todo un abanico de sensaciones, de zozobras y de miedos a la perfección. A menudo, sobran las palabras.

Lo mismo puede decirse de las breves apariciones de Dakota Johnson y de la sensacional Jessie Buckley, también nominada como mejor actriz de reparto, a quien hemos visto en proyectos tan dispares como Estoy pensando en dejarlo, Chernobyl o Fargo. Su versatilidad la precede y aquí desde luego vuelve a dar el do de pecho con un trabajo impecable.

La puesta en escena, la fotografía y el diseño de producción tiran por ese mismo camino de buscar la naturalidad: no hay más voluntad estética que la credibilidad.

La historia de La hija oscura es tremenda, no tanto por trasladar una historia en exceso tétrica o misteriosa, sino por ser capaz de dejar que entre la realidad en la ficción. El concepto de "madre desnaturalizada" se abre paso para representar la cara menos amable, aunque también más realista, sobre la maternidad. 

Tener hijos supone renunciar a muchas cosas y cuando además se tienen en una etapa de juventud en la que aún ni siquiera se ha terminado de forjar el camino a seguir ni hay unos cimientos sólidos sobre los que empezar a construir, puede implicar una fuente tan grande de felicidad como de desgracia personal. 

En suma, es probable que la recepción de La hija oscura sea muy variable en función del momento vital de cada espectador. Aquellos que vayan al cine teniendo determinadas vivencias frescas (ya sea en carnes propias o cercanas), comprenderán la complejidad de un guión lleno de detalles, momentos y situaciones plenamente reconocibles. Es una película extraordinaria.