Crítica de Venga Juan, la comedia satírica que azota a los políticos y se ha despedido con su tercera temporada

Conocimos a Juan Carrasco allá por 2019... parece que fue en otra vida, en realidad, a tenor de todo lo que nos ha pasado desde el estreno de Vota Juan, el germen de todo. En 2020 llegaría la continuación, Vamos Juan, parodia de House of Cards desde el cartel, antes de que nos dirigiéramos directos al desenlace de sus diatribas en Venga Juan, ya completa desde el 12 de enero en HBO Max.

Como en las dos ocasiones precedentes, la última temporada de la serie ha contado con ocho episodios que siguen a nuestro protagonista durante una semana de miércoles a lunes con una parada en la Patagonia (revelador episodio botella) para desembocar en "2009".

Tal y como sugiere el título del último episodio, quizás más dramático de lo normal, esta satírica ficción vuelve los ojos al pasado para recordarnos cómo fueron los comienzos de todo: cuándo vendió Juan su alma al diablo y cuáles fueron las decisiones que le han llevado a dar con sus huesos en la situación en la que se encuentra. Eso sí, con una cabellera envidiable.

Vaya por delante que las tres iteraciones del personaje principal han llevado a su creador a vivir al filo de la navaja: era éste un producto audiovisual arriesgado con el potencial de cabrear a mucha gente que se sintiera más o menos aludida (ergo ofendida), pero también que ha tenido su ración de polémica por su peculiar sentido del humor, siempre lindando con la incorrección política.

Curioso giro dado que lo que denuncia Venga Juan, desde sus comienzos, es la mayor de las incorrecciones políticas entendidas de forma literal: la corrupción que genera el poder, la forma en la que los partidos se blindan, tejen redes clientelares y se pudren en su inmundicia, a menudo, saliéndose de rositas a pesar de los agravios cometidos por bestias que hayan sido.

Como tan bien ilustra la serie por medio de temas de Tino Casal, pasar de la fiesta loca pensando que no habrá un mañana a la ignominia de plantar los pies en la tierra cuando no queda más remedio.

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Por más que trate de estos temas, como decimos, desde el plano de la comedia y con dos intérpretes de la talla de Javier Cámara (Sentimental)y María Pujalte (Laura y el misterio del asesino inesperado) como principales bastiones actorales, tan polivalentes ambos para el drama y el humor, la serie se ha separado poco, pero que muy, muy poco, de la realidad respecto a los temas que trata.

Esto quizás se vea con más claridad si uno de vale de otras obras para apoyarse en la realidad... como leyendo libros como "La ciudad de la euforia" y viendo películas como El reino, pero no hacen falta grandes recursos para darse cuenta de que lo que se traslada lo hemos visto en titulares durante todos estos años.

Para nuestra desgracia, no era una comedia corrosiva sino una realidad corrosiva de las que tienen consecuencias muy palpables en los servicios públicos y en las vidas de las personas corrientes.

En resumidas cuentas, Venga Juan resuelve un tríptico elevando el listón en todos los sentidos: puesta en escena elegante, guiones muy pulidos, lances dialécticos que sirven a la perfección para escenificar y verbalizar las manipulaciones internas, las peleas intestinas, el "quítate tú para ponerme yo", los egos exaltados, la impunidad y la caída en desgracia.

Qué difícil conseguir que la audiencia empatice con un señor como Juan Carrasco, marioneta pero también artífice de su desgracia y qué lastimosamente familiar es todo para el espectador. Puede que Venga Juan sea una de las series más inquietantes (por aquello del parecido a la realidad) de cuantas pueblan las plataformas blandiendo el humor como arma.

Es, por derecho propio, una de esas series de humor que pueden haber pasado algo inadvertidas pero que merecen mucho la pena.