Crítica de Verano en rojo, un thriller policial rodado con pulso firme

Después de haber dedicado una mayor atención a las series en los últimos años haciéndose cargo de episodios de Victor Ros, Fugitiva, 14 de abril o Madres. Amor y vida, la directora Belén Macías regresa a la gran pantalla con un largometraje cuyo guión coescribe en colaboración con Helio Mira. Verano en rojo es su nueva película después de su anterior trabajo, Juegos de familia, en 2016.

El material que le sirve de base es el primer volumen de la serie policiaca centrada en la comisaria Ruiz, escrito en 2012 por la reputada periodista y novelista Berna González Harbour.

La buena noticia es que, más allá de Verano en rojo (2012), el personaje femenino protagonista regresó hasta en tres ocasiones en Margen de error (2014), Las lágrimas de Claire Jones (2017, finalista del premio Hammett) y El sueño de la razón (2019, ganadora del premio Hammett). Así que, de funcionar en taquilla la película, es prácticamente seguro que tendremos más adaptaciones.

¿De qué trata Verano en rojo?

Verano en rojo nos desplaza al año 2010 para presentarnos a María Ruiz, una comisaria de policía que se enfrenta a un crimen espantoso en Madrid: un muchacho aparece ahogado con indicios de haber sido asesinado. Al no contar con ninguna pista, no es fácil identificar el cadáver, pero como tenaz y profesional investigadora, hará todo lo posible para descubrir quién se halla detrás de su muerte.

Las cosas se complicarán cuando aparezca un segundo cuerpo, dejando de manifiesto que hay un modus operandi, un móvil y conexiones entre ambos cadáveres. En suma, un hilo del que tirar.

El veterano periodista Javier Luna, que trata de amoldarse a la muerte del papel y el auge de la información digital en un impás difícil de digerir que le arroja de lleno al alcohol, se convertirá en un personaje clave para ayudar a la comisaria Ruiz a esclarecer los hechos llevándola hasta una importante orden religiosa que trata de ocultar información muy valiosa.

De forma paralela, va a tener que lidiar con sus problemas personales: su hija adolescente, en plena etapa rebelde, y algunos fantasmas del pasado.

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Verano en rojo - Galería de imágenes I (6 imágenes)

Uno de los pilares más fuertes sobre los que se asienta la película es su más que solvente reparto. A Marta Nieto (Tres), el papel le sienta como anillo al dedo y está magníficamente acompañada por secundarios excepcionales como Jose Coronado (La chica de nieve), Luis Callejo (Apagón) o Tomás del Estal (Hasta el cielo).

El otro asidero fuerte de Verano en rojo es su temática, que se aborda de forma elegante, inquietante y poco sorpresiva. No es una película efectista que busque sorprender por las revelaciones de un guión que es transparente de principio a fin y pone nombre a lo que sucede sin remilgos.

Muy pocas películas son tan valientes como para afrontar una tarea semejante y hacerlo además sin cargar las tintas contra la Iglesia católica y los integrantes de dicha institución que están empeñados en ocultar los casos de pederastia y abusos sexuales que se han venido produciendo en nuestro país. 

Al afrontar el problema desde fuera y no desde dentro, como lo hicieron películas como La mala educación, es algo más fácil establecer un punto de vista comprometido, pero neutral a nivel ideológico.

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Verano en rojo - Galería de imágenes II (6 imágenes)

Verano en rojo también tiene numerosas áreas de mejora, como la creación de una ambientación más inquietante o diferenciarse estilísticamente de las fórmulas ya conocidas del género policiaco. Es más, sería interesante hilar mejor los cabos de la investigación para que la participación activa de la protagonista para resolver el caso fuera más allá de exponerse constantemente a sí misma.

A pesar de su proximidad argumental con la trilogía del Baztán, aquí hay mucho menos de género negro y más de crónica periodística anclada a una realidad candente, que a día de hoy, trece años después de los hechos que se narran ficcionados, sigue sin haber encontrado un vía sólida para resolverse.

Verano en rojo es un grito de dolor por una herida que está lejos de sanar. Dice una personaje próximo a una víctima que es frustrante, que de tanto hurgar en ella no hay posibilidad de que cierre y es así, exactamente, como deben sentirse los cientos de personas que ven con impotencia cómo prescriben delitos tan graves y sistémicos que a ellos les han arrasado la vida.