El 6 de enero, los Reyes Magos le dejaron en los zapatos a mi marido Call of Duty Vanguard para PS5, que quién sabe si no será el último en esta plataforma. En formato físico, por supuesto, que en esta casa somos muy de físico.
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Se puso muy contento, porque le gustan los shooters y le gustan más los shooters de la II Guerra Mundial con campaña para un jugador, que es lo que de verdad le va. Así, miel sobre hojuelas.
Tardó unos días en instalarlo, eso sí. Yo soy de las que estreno a la voz de ya, pero él es más paciente. Aprovechó que me iba a pasear a la perra y se puso manos a la obra.
Cuando volví, hora y media después, estaba pegando tiros y renegando al mismo tiempo en todos los idiomas, arameo incluido.
Resulta que cuando metió el disco en la consola, no solo tuvo que esperar a la instalación, también a que se descargaran tropecientos parches de contenido que, por supuesto, también tenían que instalarse.
Por aquello de llenar el tiempo mientras los servidores de nuestro proveedor telefónico se ponían más calientes que el radiador de un siberiano en invierno, probó a distraerse con otros juegos instalados en la consola.
Error. Intento jugar a Far Cry 6, que ya lo tenía empezado, pero no estaba su partida, porque estaba instalando el juego en mi usuario. Probó con Guardianes de la Galaxia, pero hacía falta asociar cuenta de Square Enix… Y, claro, no la tenía.
Y lo estaba instalando en mi usuario, porque ya tuvo un problema (con un Battlefield en digital), al instalarlo directamente en su cuenta, en una consola que no tenía como principal.
Para no entrar en detalles, porque fue de locos, solo decir que fue una historia de terror con brujas, meigas, magos y hasta algún trol. Por cierto, nunca se solucionó del todo. Ni hablando con el servicio técnico.
Como pasada una hora larga seguía sin poder jugar la campaña, que es lo que quería, empezó a darle al multijugador, pese a que se enfrentaba a jugadores con niveles estratosféricos.
Cabreo triple: los problemas de instalación, no poder jugar a otra cosa y que los servidores no trataran de tener en cuenta el nivel de los contendientes a la hora de iniciar las partidas. Contento le tenía...
Me burlé un rato de él, le dije que mirara a ver si ya se había descargado todo y, cuando parecía que sí, apareció otro aviso de descarga. Dejó la consola a lo suyo y nos pusimos a hacer la cena.
Al día siguiente, cuando salí de casa a las perro en punto (me río yo de los relojes nucleares), él volvió a intentarlo. Cuando volví a casa, seguía jurando en arameo antiguo.
Cuando inició el multi, por aquello de ir ganando tiempo, lo hizo desde mi usuario, con lo que vinculó ahí su cuenta de Activision. Y ya no le dejaba volver atrás, ya no podía asociarla a su usuario.
No podía ni jugar la campaña (para un jugador, os recuerdo) sin tener cuenta en Activision. Si veis trofeos de Call of Duty en mi cuenta PSN, no penséis mal, no son míos…
Ahí está el pobre, disfrutando de la campaña (porque le está gustando), pero con un amargo sabor de boca, porque no está en su cuenta PSN. Que no es que pase nada, pero le joribia un poquito…
Parece ser que este tema del tamaño de las descargas no es clave para el batacazo de ventas de Call of Duty Vanguard, según cuentan aquí, pero parece que sí que ayuda...
Cada vez que nos pasa algo de esto (ya os he contado que soy experta en desastres tecnológicos), yo me acuerdo de mi NES. No me acuerdo de Super Nintendo, de Mega Drive o de PlayStation. Me acuerdo de mi NES.
Se me viene a la cabeza la imagen de abrir la tapita, meter el cartucho y jugar. Así, sin más. De intercambiar juegos con el vecino sin problemas y de no tener que preocuparme por nada. Como mucho, de soplar el cartucho de vez en cuando…
Cuando ayer volví a casa del paseo, miré la tele (aquella tele 4K de 55 pulgadas que ya os conté que me obligó a modificar el mueble del salón tirando de Bricomanía) mientras le quitaba la correa a la perra y yo me deshacía del abrigo.
“¿Qué ves?”, le pregunté. Y él levantó el DualSense. Me había parecido que veía una película de guerra, pero no, estaba jugando y pillé una cinemática.
Ya me pasó otra vez, mientras jugaba a un NBA 2K, y, obviamente, estas confusiones no me pasaban con la NES (ni con la Play). Ese es todo el camino que llevamos ganado, pero a veces pienso que hemos perdido mucho más.
Cuando se anunció aquel disco duro para PS2 para jugar a Final Fantasy XI (que nunca llegó a Europa), a mí se me encogieron un poco las tripas. Pero cuando se supo que PS3 iba a llegar con disco duro de serie, se me encogió el corazoncito.
No porque no viera las posibilidades y las ventajas, sino porque anticipé los problemas. Si pasé de los ordenadores a las consolas, era por la sencillez y el disco duro era la señal de que todo se iba a complicar. Y vaya si lo ha hecho…
Los que tengáis hijos sabéis que cada etapa tiene sus problemas y sus ventajas. Estás deseando que duerma la noche del tirón, luego que coma de verdad, luego que no se abra la cabeza al andar, que se relacione bien, que saque buenas notas, que no llegue muy tarde a casa, ¿con quién habrá estado?
Pues parece que con las consolas viene ser un poco lo mismo. Cada etapa tiene sus ventajas, pero también sus inconvenientes… Supongo que si seguimos esta evolución es porque las ventajas compensan…
Mientras borraba cosas del disco duro de la consola, porque no cabían las descargas de Call pof Duty Vanguard, no dejaba de pensar en lo fácil que era todo antes… Y en lo que nos engañan ahora.
Sí, tengo un disco de Call of Duty Vanguard, pero no, no tengo el juego. Sigo pudiendo ponerlo en la estantería y creerme que he comprado un juego en físico, pero realmente solo he comprado un disco de arranque…
Si lo hubiera comprado en digital ni siquiera tendría que molestarme en buscarlo (bueno, mi marido), cada vez que quisiera jugar… Por suerte, no pasa siempre, no pasa con todos los juegos, pero cada vez pasa más. ¿Es una manera de convencernos de que el físico es caca?
Y eso por no hablar de tener que hacerte una cuenta tras otra en montones de plataformas (¿alguien se acuerda de todos los passwords)?, de tener que desvincular cuentas, de activar las consolas como principales, de asociar usuarios, de atinar con los ajustes de imagen y de sonido…
Mi marido me ha dicho que el año que viene, para Reyes, quiere una corbata y una colonia. Y él ya no usa corbata…
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