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Crítica comiquera de Spider-Man: No Way Home - El vodevil de la nostalgia

Spider-Man: No Way Home

Analizamos la temática y la adaptación de Spider-Man: No Way Home con SPOILERS. En este texto hay SPOILERS, así que ten cuidado con los SPOILERS

«El corazón tiene razones que la razón no entiende». Quizás emplear una frase de Jacques-Bénigne Bossuet para hablar de Spider-Man: No Way Home no sea la mejor manera de empezar una crítica de la nueva película de Marvel, pero creo que su mensaje sí encaja perfectamente con lo que plantea este estreno.

Spider-Man: No Way Home suponía el regreso del Spider-Man de Tom Holland a la gran pantalla y se trataba de la tercera cinta de este personaje dirigida por Jon Watts. Sin embargo, desde hace muchísimos meses ha sido algo más que una nueva entrega de la saga arácnida.

En torno a este filme se ha estado creando una burbuja de expectación, rumorología, filtraciones y teorías que ha alimentado las ansias del más fanático del cine de superhéroes, al mismo tiempo que ha llenado los bolsillos de los insiders más destacados de la industria.

De una manera o de otra —a excepción de aquellos que viven ajenos a la jungla de las redes sociales—, todos hemos aportado nuestro granito de arena a este vodevil de la nostalgia que golpea las fibras sensibles de varias generaciones y se sostiene más por el peso emocional que por el narrativo.

Esta es, probablemente, la crítica comiquera más complicada que he tenido que escribir desde que estoy en HobbyConsolas. Para mí, lo más sencillo sería unirme a la fiesta y la algarabía que ha producido este estreno; a fin de cuentas, he disfrutado en la sala de cine y eso tiene un valor, ¿no creéis?

Sería muy fácil abrir el Word y deshacerme en elogios por haber cumplido punto por punto el catálogo de requisitos de los usuarios de Twitter, Reddit y compañía. Es una película hecha por y para los fans, y creo que nunca ha habido una película que cumpla literalmente esa función de la manera que lo hace Spider-Man: No Way Home.

Sin embargo, y a pesar de que «el corazón tiene razones que la razón no entiende», a mí esta nueva entrega de Spider-Man en el UCM no ha conseguido convencerme, como si fuera una divertida obra de guiñoles a los que estoy viendo constantemente los cables y las manos.

Entiendo exactamente lo que quiere hacer la película y hacia dónde quiere llevarme; comprendo cuáles son las artimañas narrativas que emplea para ello, y casi deseo obligarme a entrar en su juego solo para alcanzar el clímax junto al resto de la masa. Pero, como suele pasar con un planteamiento como éste, unas veces entras y otras, simplemente, no.

Spider-Man: No Way Home es exactamente el parque de atracciones que Martin Scorsese definió cuando le preguntaron por el cine de superhéroes. Es una montaña rusa de emociones y nostalgia con el único propósito de que el espectador salte, vibre, grite, aplauda, llore y se deje llevar.

Creer que refiero esta virtud como algo peyorativo es andar muy desencaminado. No hay nada más sano que coger un pasatiempo, un entretenimiento, y desenvolverlo con una pasión desenfrenada y una viveza desbordante.

Es fácil contagiarse por el espíritu de la comunidad y acomodarse en los aposentos de esa bella emoción por la que muchos suspiramos de envidia. Pero ¿qué sucede cuando bajas de la atracción, cuando analizas en tu cabeza las curvas, las subidas, las bajadas y hasta el vehículo?

Lo primero que pensé tras ver Spider-Man: No Way Home es que no sentía toda esa emoción genuina de estrenos que compartían características similares. ¿Acaso era una emoción impostada? ¿La película deseaba obligarme, sí o sí, a imprimir esa afección en mi subconsciente?

Después recordé Vengadores: Endgame y todo lo que desató, y empecé a comprender la orfandad emocional que había sentido el público desde que se estrenó, buscando lo que se vivió en aquellas salas por cada esquina, anhelándolo con tanta fuerza que dolía.

Siento que Spider-Man: No Way Home pretende ser el nuevo amor para las viudas de Vengadores: Endgame, pero lo hace a costa de perder cualquier atisbo de identidad por el camino, como Phil Connors en Punxsutawney tratando de enamorar a Rita convirtiéndose en un hombre que no es.

No es casual que, en un contexto covid tan desfavorable (o más) como los vividos en los meses precedentes, la película esté siendo un taquillazo como no se recordaba. 

Quizás la gente había dejado de ir al cine no solamente por la pandemia y la consolidación de las plataformas streaming; quizás el cine se ha convertido exclusivamente en esto, en un evento que aúne una serie de ingredientes específicos que posibiliten una experiencia similar a la del fútbol.

Spider-man No Way Home

Spider-Man: No Way Home es una película que recoge varias influencias comiqueras, aunque despliega una trama propia a partir de esos ramales y con el único objetivo de posibilitar el clímax final a cualquier precio, incluso a riesgo de negarse a sí misma en varias ocasiones.

Recogiendo el testigo de Spider-Man: Lejos de casa, el inicio del filme es una suerte de Civil War: Spider-Man y De vuelta al negro que rápidamente pasa a tener ecos de Un día más y después se convierte en algo así como Universo Spider-Man, pero sin los Herederos ni los tótems arácnidos.

No quiero detenerme en resumir la trama porque, a estas alturas, si sigues leyendo la crítica, deduzco que la has visto y la recuerdas. Prefiero dedicar mis esfuerzos en sacar a relucir lo bueno que tiene el filme y, después, explicar cuál ha sido mi problema. El mío, que no es lo mismo que acertado.

Spider-Man: No Way Home es un regalo para los amantes del Trepamuros en el cine y los cómics. Quizás no el ensueño que algunos definen —a fin de cuentas, existe Un nuevo universo desde hace unos añitos—, pero sí una carta de amor a lo que significa el personaje y todo lo que representa.

Traer de vuelta a los protagonistas y algunos villanos de las sagas arácnidas de hace dos décadas es un mazazo nostálgico que representa fidedignamente la época cultural que nos ha tocado vivir, una halitosis de añoranza por un tiempo que se nos fue, pero que nos recuerda que, a pesar de ser más viejos, podemos sentir lo mismo.

La dirección de Jon Watts es práctica, la banda sonora de Michael Giacchino funciona mejor que nunca, Tom Holland tiene una simbiosis con el personaje digna de admiración y Willem Dafoe y Andrew Garfield se comen la cinta con una presencia en cámara abrumadora en todas sus escenas.

Puede que los personajes, al atravesar el Multiverso, se hayan dado un baño tonal con el espíritu del Universo Cinematográfico de Marvel, pero son un buen combustible para carburar la historia y precipitar el acto final, ése que ha hecho levantar a millones de personas de sus butacas.

Ser capaz de ver la parte positiva de una película que no te ha gustado no es un ejercicio difícil de llevar a cabo. Lo difícil, en realidad, es aferrarte a aquello que no te ha conmovido o, directamente, ha obstaculizado todo lo demás. 

En mi caso, son aspectos puramente narrativos. Podría poner decenas de ejemplos de momentos en los que me he preguntado —mientras veía la película— por qué sucedía una cosa u otra, por qué un personaje actuaba de una forma, por qué tomaba una decisión ilógica, etcétera.

Sin embargo, son nimiedades, pequeñas barreras invisibles que te van arrastrando poco a poco y que perdonas en unas películas —porque quizás ni las adviertes— y recuerdas y destacas en otras porque hay un concepto mayúsculo que ha tumbado todo lo demás.

Mi mayor problema con Spider-Man: No Way Home es… ¿Por qué Peter Parker sigue siendo el mismo tipo que conocimos en Capitán América: Civil War? ¿Por qué lo vivido en Vengadores: Infinity War, Vengadores: Endgame y sus dos películas independientes no ha sido suficiente para verlo madurar?

Ni la muerte de Tony Stark ha parecido servirle de escarmiento ni tampoco la de tía May en esta película habría tenido valor de no ser por otro Spider-Man que casi pierde la vida por la constante negación de evolución personal que ya debería tener el Peter Parker de Tom Holland.

Spider-man No Way Home

La historia de Spider-Man: No Way Home tiene un punto de partida interesante, en ese sentido. Viene a mostrarnos cómo Peter comprende la importancia de tener una identidad secreta y, al mismo tiempo, cómo influye su vida de superhéroe en la vida de sus seres queridos.

Pero sigue siendo igual de irresponsable e infantil, igual de niño, como si no hubiera vivido ninguna experiencia traumática. Va corriendo a Doctor Strange para solucionar el problema con la opción más fácil, sin ni siquiera haberse planteado otras alternativas, como el propio Strange sugiere.

No conforme con eso, provoca un desastre multiversal por el capricho de no perder su zona de confort, para después proceder a poner en tela de juicio la sabiduría del Hechicero Supremo (ya no) con el devenir de los acontecimientos.

He de decir que la negativa de Spider-Man a dejar morir a los villanos es un concepto muy arácnido, quizá —para mí— lo mejor de la película. Y es muy interesante que el precio a pagar sea la muerte de tía May, con esa lección de vida que es el leitmotiv milenario del Hombre Araña.

Me resulta extraño y hasta inquietante que la película nos muestre después a Peter utilizando la violencia extrema con Duende Verde. Esa misma exaltación de la moralidad arácnida en la escena de tía May se reafirma con la conversación entre los tres Spider-Man.

Y, a pesar de haber insistido tanto en el concepto moral de hacer el bien, en cómo hacerlo, Peter habría matado a Norman Osborn si no intercede el Spider-Man de Tobey Maguire, obligándome a preguntarme si el proceso de maduración de este Cabeza de Red funciona según la escena y se mueve más por impulsos que por argumentos sólidos.

Para colmo, el mensaje final con la negativa del «yo», la pérdida total y absoluta de la identidad de Peter Parker y el establecimiento de Spider-Man es una lectura que me preocupa. Porque el alma de Spider-Man siempre ha sido Peter Parker, jamás han sido divisibles.

«Él no pidió esos poderes, pero decidió ser Spider-Man», dice Mary Jane en Spider-Man: Un nuevo universo tras la muerte de Peter Parker. «Mi rasgo favorito de Peter era que hacía que todos nos sintiéramos poderosos. Todo tenemos poderes de alguna clase. A nuestra manera, todos somos Spider-Man, y todos contamos contigo».

No sé cuál será la intención con Spider-Man a partir de ahora. El tiempo nos lo dirá. Desde luego, no creo que convertirse en una especie de exiliado social, de eremita que se niega a sí mismo, sea la manera más acertada para instituir los próximos pasos del Trepamuros. Es una opinión personal.

Desearía ser esa clase de persona que ha salido del cine enamorada de Spider-Man: No Way Home; desearía haber entrado al juego que proponía y haberme dejado llevar, como la gran mayoría; desearía no ser el aguafiestas, porque convivo mejor con la pasión que con la constante defensa y argumentación que se solicita en un caso como éste.

Pero no lo soy. En esta ocasión, mi corazón no ha tenido razones que la razón no entiende.

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