Análisis de Card Shark para Nintendo Switch y PC, o cuando hacer trampas es la clave del juego

No han sido pocas las películas que han girado en torno a la figura del timador, desde geniales clásicos como El Golpe, Barry Lindon o Luna de Papel a Un par de seductores o la más reciente Parásitos. Pero ¿y qué pasa con los juegos de timadores?

Pues lo cierto es que más allá de algún minijuego en el que podíamos hacer trampas, no ha habido grandes propuestas en torno a la figura del timador. O al menos hasta ahora, como vamos a ver en el análisis de Card Shark para Nintendo Switch y PC.

Card Shark o "el tiburón de las cartas", es obra de Nerial, y como otros muchos juegos, nació de la curiosidad de una persona, Nicolai Troshinsky, quien estaba aprendiendo a manipular las cartas de una baraja, y eso le dio pie a imaginar un juego sobre esta temática.

Así llegó hasta Arnaud de Bock, director creativo de Nerial y creador de la serie Reigns, y juntos idearon la historia y plasmaron los juegos de manos que vemos en Card Shark (además, Nicolai es responsable del particular estilo visual del juego, del que hablaremos más adelante).

Hechas las presentaciones, Card Shark nos traslada a una historia alternativa de la Francia de 1730, en el pellejo de un joven huérfano y mudo que, por avatares del destino, acaba conociendo al Comte de Saint-Germain, un vividor que le enseña los entresijos del arte del engaño, en la forma de trucos de manos que podéis ver encima de estas líneas...

Así, ambos se embarcarán en un viaje en el que no sólo irán desplumando a la aristocracia francesa, sino también a figuras históricas, como el pensador Voltaire, un envejecido mosquetero Henri d'Aramitz o el propio rey Luis XV, entre otros.

De hecho, la trama gira sobre un complot alrededor del rey, que iremos desgranando a través de los diálogos que surgen en la mesa de juego. Unos diálogos que, todo sea dicho, cuentan con una sobresaliente traducción a nuestro idioma. Vamos, lo normal en los juegos de Devolver Digital.

Dicho esto, la mecánica de juego es muy sencilla: a través de un mapa iremos eligiendo nuestro siguiente destino (desde mansiones a hospicios, tabernas...) y por el camino, el Comte de Saint-Germain nos irá desvelando nuevas técnicas para desplumar a los jugadores.

En total Card Shark contiene un total de 28 trucos o triquiñuelas que nos enseñarán el sucio arte de ganar con trampas, ya sea marcando las cartas, soplando a nuestro compañero la jugada del oponente o aprendiendo a colocar las cartas dentro de un mazo.

Eso sí, desde el principio queda claro: Card Shark no es un juego de cartas, no jugamos las manos directamente. Es decir, no tenemos que preocuparnos de tener una escalera o cuatro ases. Nuestro papel en la partida se limita a llevar a cabo la trampa, el truco, el engaño.

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Cada triquiñuela es, en realidad, una suerte de minijuego con diferentes mecánicas. Algunas requieren memoria (por ejemplo, para retirar 5 cartas concretas de una baraja), otras nos obligan a mezclar el mazo realizando movimientos concretos con un stick, y por ejemplo, poner una marca...

... los hay incluso más ingeniosos que nos permiten, tras echar un vistazo a las cartas del rival mientras le servimos vino, indicar al Comte la jugada que llevan, ya sea limpiando la mesa con un trapo o sujetando una copa de distinta manera. Y sí, podemos indicar el palo y la carta más alta.

O incluso recoger las cartas de la mesa de una manera premeditada para que favorezcan la mano del Comte en la siguiente jugada. Por haber, hay hasta quick time events en los que debemos pulsar el botón en el momento justo para que una moneda siempre salga cara...

Según avanza la trama, y nuestro repertorio de trampas, habrá ocasiones en las que podemos elegir qué truco queremos usar entre tres alternativas distintas, por lo que conviene recordarlas y controlarlas todas para no fallar en la mesa (o elegir con la que estemos más cómodos).

Y no es algo simple, La complejidad de las trampas casi siempre va a más, suelen integrar distintos pasos o fases y, aunque están bien explicadas, suelen introducir ligeras variaciones cuando toca aplicarlas sobre la mesa, lo que nos obliga a reaccionar rápido, y más con la barra de "mosqueo" del rival creciendo.

Así, por ejemplo, mientras aprendemos uno de los trucos para colocar una carta en el mazo y que sea favorable al Comte somos sólo dos jugadores, pero dispuestos en el tapete pasamos a ser 5 y eso nos obliga a tener en cuenta otros factores, como el puesto en el que juega el Comte, y colocar la carta de otra manera.

Son pequeñas variaciones que nos obligan a estar muy atentos, despiertos, y sobre todo, rápidos para hacer los cambios necesarios en nuestra estrategia. Si no estás muy "espabilao", es probable que acabes palmando y repitas algunas situaciones más de una y dos veces, sobre todo al principio.

Esto conecta con otro elemento a tener en cuenta, el nivel de "mosqueo" del oponente, una barra en la parte inferior de la pantalla que irá subiendo si cometemos algún fallo en nuestra trampa, somos lentos en realizar un movimiento o, si nos hemos alejado de la mesa, tardamos mucho en regresar.

Si esta barra se llena por completo o nos pillan "infraganti" en un renuncio, pueden suceder diversas cosas, desde perder todo el dinero (teniendo que salir a la calle a desplumar a algún incauto para volver a tener fondos) a morir y tener que engañar a la propia muerte para volver entre los vivos. Sí, has leído bien.

Si todo sale como debe, cada mano ganada no solo nos reportará dinero, sino que además, nos dará nuevas pistas sobre el complot contra el rey. Normalmente, tras tres o cuatro manos ganadas en una mesa, habremos conseguido toda la información necesaria para seguir avanzando en la historia y visitar nuevos puntos del mapa.

Un desarrollo que, en líneas generales se hace ameno, que cuenta con giros inesperados, muchos diálogos con una fuerte carga cómica y situaciones dramáticas (desde el suicidio a una violencia y situaciones tensas propias de Reservoir Dogs), que animan a seguir jugando hasta llegar al final. 

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Además, está la dosificación de nuevas trampas que debemos aprender y dominar, muchas muy ingeniosas y que requieren algunas sesiones de práctica para llegar a dominarlas por completo, también ayudan a que nos piquemos con Card Shark y sea complicado dejar de jugar.

Por último, están los tres niveles de dificultad del juego, diletante, jugador y tramposo, los dos primeros con la posibilidad de activar pistas, mientras que "tramposo"  cuenta con "muerte permanente" al estilo roguelite, y en caso de fallar, tendremos que empezar desde el principio.

Eso sí, en determinados puntos de la historia no bastará con ganar: de hecho, ganar nos pondrá en una situación difícil, y tendremos que amañar el juego para que otro personaje destaque.

Son momentos puntuales, pero pueden resultar algo confusos (más con la tensión de la barra de mosqueo casi llena) y, de nuevo, lo normal es que la primera vez acaben en un final precipitado que nos obligue a repetir ese fragmento hasta dar con la solución correcta.

Por si todo esto fuera poco, Card Shark cuenta además con un portentoso apartado audivisual que termina de culminar una experiencia tan única como distinta, y que salvando las distancias, recuerda en el estilo a las animaciones de los Monty Python, en tanto en cuanto parece un cuadro en movimiento.

Lo hemos probado tanto en Nintendo Switch OLED como en Steam Deck, y en ambos casos se mueve como los ángeles, a 60 fps, y con gran una fluidez. En OLED, el colorido de la pantalla lo hace aún más vistoso. 

Y es que, sin ningún tipo de duda, parte de que Card Shark funcione está en su estilo visual, que bebe de una técnica llamada monoimpresión, consistente en estampar formas pintadas de manera individual, para luego superponerlas formando escenas que casi parecen cuadros.

Palacetes, tabernas de mala muerte o las calles de la Francia del siglo XVIII son algunos de los lugares que visitamos, y todos parecen pinturas de la época, con detalles animados y efectos de luz que terminan de realzar esa sensación "pictórica".

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Es un juego que sin grandes alardes, sin complejos gráficos 3D, pero que logra crearse una identidad propia, una que además resulta fresca, muy atractiva y con algunos detalles francamente molones.

Hablamos de momentos en los que la pantalla se divide en dos para mostrarnos la picaresca de una trampa (en una parte de la pantalla controlamos que no vertimos el vino, y en la otra cotilleamos la mano de un oponente), que además cuentan con unas animaciones fluidas y detalladas..

Y si hablamos del sonido, destaca la banda sonora de Andrea Boccadoro (Astrologaster), con cerca de 40 piezas interpretadas por una orquesta y que se adapta a la ambientación del juego como anillo al dedo, con piezas intensas para los momentos más tensión, otras más "juguetonas" mientras aprendemos los trucos... pero siempre fieles a la época y atmósfera.

Y así llegamos a la pregunta clave, ¿es divertido Card Shark? Pues lo cierto es que sí. Llegué a él sin muchas expectativas y lo cierto es que el juego me ha ganado. Quizá porque ni soy jugador de cartas habitual (aunque aquí, insisto, no jugamos las partidas) y muestra una cara del juego que muchos no conocemos.

Si bien es cierto que superadas las 2-3 horas de partida empieza a aparecer la sensación de ser una colección de minijuegos que debemos memorizar y aprender a usar, y que el papel del jugador se limita a efectuar correctamente el minijuego del amaño, todo en Card Shark invita a seguir jugando, desde la historia, a los gráficos o las situaciones que plantea.

Quizá, mantenerlo de esa manera, simple y accesible, y con el foco en el aspecto curioso, en la trampa y cómo ejecutarla con un mando, facilita que cualquiera pueda disfrutarlo, sea o no jugador de cartas. 

En mi caso, desde luego, han acertado de pleno... aunque sus pequeños defectos, como la repetición de algunos aspectos (si fallas, repites la mesa por completo) o un control que no responde siempre a la primera, impiden que la jugada de Card Shark sea perfecta.