Crítica de La desconocida, un thriller visceral cuyo principal giro se destapa de forma prematura

Pablo Maqueda (Dear Werner) dirige La desconocida, un thriller dramático cuyo guión coescribe junto a Haizea G. Viana y Paco Bezerra, tomando como punto de partida la obra de teatro de éste último titulada "Grooming".

Si sobre las tablas fueron Antonio de la Torre y Nausicaa Bonnín quienes dieron vida a los dos protagonistas principales de la historia, en la gran pantalla son Manolo Solo (30 monedas) y Laia Manzanares (Los favoritos de Midas) los encargados de ponernos los pelos de punta con una historia desagradable, incómoda y radical en su concepción que no va a dejar a nadie indiferente.

Como se ha anunciado por activa y por pasiva, con una campaña de márketing que apuntaba a la promoción de Psicosis de Alfred Hitchcock, en La desconocida los giros de guión son muy importantes, si bien el primero y más importante de todos ellos, se antoja algo prematuro, desvelando una información que habría sido preciosa de haberse guardado un poco más de tiempo.

La delgada línea entre la parafilia autosatisfactoria y el delito doloso

La desconocida nos presenta a Leo, un hombre que se acicala para acudir a una cita. La ha concertado en un parque público con una joven de 16 llamada Carolina con la que ha contactado vía Internet y, aunque es todo palabrería con ella, sus intenciones quedan claras muy pronto: no es la conversación lo que le interesa.

A medida que la historia nos hace profundizar en las vidas de estas dos personas, vemos cómo Leo empieza a sospechar que Carolina no es la joven ilusa e indefensa que él pensaba en un principio.

¿Es La desconocida una película verosímil? No. ¿Es una cinta cuyo mensaje pueda servir para prevenir conductas nocivas como el ciberacoso o los abusos sexuales a menores? Tampoco. ¿Qué hay de su calidad intrínseca como thriller? Encuentra su punto fuerte en las interpretaciones y en la forma en la que le saca partido al espacio fuera de campo, aunque fuerce mucho las cosas.

La comparación con Mantícora parece casi obligatoria, pero si la película de Carlos Vermut era especialmente ingeniosa a la hora de insinuar sin mostrar el tema del que hablaba, aquí las herramientas de las que se vale Maqueda resultan mucho más prosaicas contando con el contraplano o con el sonido como principal fuente de información.

Teniendo en cuenta los agujeros de guión y la permanente necesidad de incomodar al espectador y repugnarlo, hay que hacer ímprobos esfuerzos para no "salirse" de la historia cuya conclusión resulta artificiosamente ambigua.

Es probable que La desconocida hubiese sido más convincente como un cortometraje en la medida en la que ciertas metáforas no terminan de funcionar (la de Alicia en el país de las maravillas, por ejemplo) y otros incisos en la narración pensados para profundizar en la psique de estas dos personas tampoco consiguen alterar el resultado de la historia ni aportarnos mucha luz.

A pesar de su duración, nos deja dudas de calado y la sensación de estar alargada de manera innecesaria. ¿Cómo es posible que sea más fácil comprender (que no justificar) a un pederasta antes que a su víctima? ¿Quién es esa críptica desconocida a la que hace alusión el título y cuál es su motivación?

Maqueda da rienda suelta a su cinefilia rindiendo homanaje a maestros como el ya nombrado Hitchcock, a Haneke o incluso a obras más contemporáneas como Hard Candy, pero le resta a esta propuesta parte de su depravación porque se elide del desenlace el último arco temporal. Al final, resulta menos original y provocativa de lo que pretende y deja un sabor de boca agridulce.

La clave del suspense, para Hitchcock, era adelantarle al espectador información que el personaje no poseía. Esto hacía que le dieran ganas de saltar de la butaca para prevenirlo y que supiera lo que le iba a caer encima. Aquí por el contrario le toca a la audiencia rellenar un montón de huecos y a menudo hasta le sobra parte de lo expuesto.