Crítica de Misión hostil (Land of Bad), una película bélica que no decepciona ni inventa nada nuevo

Si hay algo que distingue a Misión hostil de cualquier otra producción semejante es su reparto y alguna que otra secuencia rodada con dron de lo más resultona. Por lo demás, ofrece un espectáculo de pirotecnia con las habituales escenas de acción con explosivos, tiroteos y coreografías de enfrentamientos cuerpo a cuerpo que es de esperar.

La película tiene músculo en ese sentido y está bien nutrida de caras conocidas, pero le falta algo de trasfondo para ser relevante en el maremágnum de estrenos semanales.

En pocas palabras: le cuesta destacar porque no profundiza lo más mínimo en las motivaciones de los personajes. Los malos son muy malos, los buenos son los buenos y el conflicto es que estos últimos deben salir con vida del terreno peligroso.

Un novato entre los Delta Force

El capitán Sugar (Milo Ventimiglia) y el sargento Abel (Luke Hemsworth) acompañados, entre otros, por un oficial novato de la Fuerza Aérea, Kinney (Liam Hemsworth) deben llevar a cabo una peligrosa misión en tierra en Filipinas.

Se trata de una misión de rescate para la cual contarán con el piloto de drones Reaper (Russell Crowe) como apoyo desde la base. Es un hombre quisquilloso y siempre pendiente de los detalles, pero además también está pendiente de su familia porque su mujer está embarazada.

Tras internarse en la jungla, el equipo es atacado de forma inesperada y fulminante y los compañeros de Kinney son atrapados los por insurgentes con la dificultad adicional de que se pierde la conexión de las comunicaciones.

A partir de ese momento se activa una cuenta atrás para el ataque definitivo a la base enemiga: tienen 48 horas para salvar la operación y encontrar un punto de extracción viable para evitar que el fuego amigo le haga saltar por los aires.

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Nada nuevo bajo el sol: Misión hostil o Rescate imposible, como se ha denominado al otro lado del charco, tiene como decíamos más arriba una premisa muy sencilla y no se sale demasiado de los márgenes del thriller de acción y sus tópicos, como el del novato que termina siendo la pieza más importante del conjunto o el reconocimiento al valor de los caídos.

También es cierto que, a pesar de su maniqueo argumento, es una película en la que no hay tantos golpes en el pecho como en otras ocasiones. Es patriotera, de acuerdo, pero no hay una bandera de Estados Unidos cada cinco minutos ondeando al viento y los activos puestos en juego son personas falibles y no superhéroes de tres al cuarto. 

La perpetuación ideológica de la supremacía militar estadounidense está presente en todo momento, así como ese halo de "guardianes del mundo libre" que siempre alimentan desde su industria audiovisual, pero parece mucho menos panfletaria que otras obras afines.

El director William Eubank (Underwater) sabe cómo colocar la cámara para conseguir trasladar una sensación inmersiva y asfixiante, pero funciona mejor tras la cámara que como guionista, porque la película no tiene aristas, ni dobleces, ni demasiada chicha, lo que hace que sus 113 minutos de duración se antojen excesivos.

Tira a menudo del recurso del montaje paralelo, especialmente en las secuencias de máxima tensión, con la intención de incrementar el suspense, alargar la resolución e introducir incluso un pelín de humor negro.

Pero si es interesante es por la elección del elenco. El que se convertirá en el nuevo Brujo en The Witcher 4 y 5, Liam Hensworth, sigue dando muestras de ser un actor al que le falta empaque para liderar un reparto. Por cierto: comparte escenas con su hermano Luke.

En este sentido, el contrapeso de Russell Crowe es esencial. A pesar de estar lejos de su forma física óptima, el actor neozelandés sigue rezumando carisma y le da credibilidad y humanidad a su personaje.

 En suma, Misión hostil no le va a cambiar la vida a nadie, pero ofrece un entretenimiento pasajero con códigos que nos sabemos al dedillo. Tiene un punto de reconfortante que no ofrezca ningún reto y tenga esa cualidad de clasicona. Entra sin esfuerzo.