Crítica de Padre no hay más que uno 3 - ¿Tenemos lo que nos merecemos?

Se coló como un chascarrillo al final del metraje de Padre no hay más que uno 2, pero ha terminado concretándose: nos advirtieron/amenazaron con que Santiago Segura volvería en una tercera entrega de la saga familiar que mueve mareas de gente rompiendo la taquilla y aquí la tenemos. Buenas noticias para el público general y la recaudación nacional, pequeña tortura para la crítica especializada.

Da igual que el timing no sea para nada idóneo: si tuvimos una visita a EuroDisney en plena pandemia, ¿por qué no unas Navidades en julio y en plena ola de calor abrasador en Padre no hay más que uno 3?

Segura parece tener clarísimo cuál es su público y le ofrece más de lo mismo a sabiendas de que la receta está más que consolidada. De ella ha amputado el corazón de la trama de la primera película, que era el cuestionamiento de los roles de género en lo relativo al cuidado familiar (vaya que nos distraigamos pensando) y ha optado por centrarse en las trastadas infantiles como motor de la acción.

Así que, como suele ocurrir cuando nos enfrentamos a uno de estos fenómenos de masas no refrendados por un mínimo de calidad ni un atisbo siquiera de originalidad, es el momento de preguntarse si tenemos el cine que nos merecemos o si nos merecemos justo el cine que tenemos... 

Ya sabemos que el verano es territorio mayoritariamente infantil: se ha subido a este carro incluso la última producción del UCM, Thor: Love and Thunder, y está amasando grandes cifras Minions: el origen de Gru a la espera de los estrenos de Un héroe samurái: La leyenda de Hank y DC La Liga de las Supermascotasque competirán con ella por el favor de la audiencia de la misma franja de edad.

Así que Padre no hay más que uno 3 se dirige a su público en el momento idóneo y tirando de la fiesta familiar por excelencia: la Navidad. Tampoco esconde sus referentes remotos, como es La gran familia (se llega a nombrar directamente, incluso).

Como en las anteriores ocasiones, están todas las generaciones representadas: los abuelos, los padres y los niños, así que es el combo perfecto para un rato de evasión apta para todos los públicos. Avisados os dejamos, padres que vayáis al cine con niños, que puede que salgan con alguna que otra idea poco o nada recomendable. Con suerte, la olvidarán pronto (crucemos los dedos).

¿De qué va la peli? 

Cris, la última integrante de la familia, tiene ya dos años y Javier y Marisa se enfrentan a unas fiestas muy moviditas. El padre de ella acaba de ser abandonado por su esposa, que se ha echado un novio veinte años más joven y Milagros, la madre de él, amenaza con echar una mano mudándose con ellos durante las Navidades.

Los pequeños por su parte, rompen sin querer el niño Jesús del Belén, la figurita favorita de su padre, así que idean un enrevesado plan para comprar otro igual. Cada uno de ellos se valdrá de sus habilidades para conseguir el dinero necesario: desde hacer negocios en el patio del cole hasta  impresionar a los amigos con pequeñas gestas.

Sin embargo, por separado sus esfuerzos no son suficientes, así que terminan buscando estrategias de grupo. Entre tanto Ocho se ha convertido en uno más en la casa. Tanto es así que Javier le suelta cuatro lindezas para que se marche. Pero su hija pronto mostrará interés por un famoso trapero que hace que Ocho parezca un angelito a su lado, lo que llevará a Javier a ayudarle a reconquistarla.

Pero... ¿Te ríes?

Padre no hay más que uno 3es una de esas películas que desperdicia mucho la vis cómica de su reparto. En esta ocasión la presencia de Leo Harlem y Silvia Abril es casi testimonial y Loles León, que es una fenómena y casi lo único que salvó la entrega anterior, tiene menos impacto porque el guión no le brinda buenas líneas, si bien ella misma levantaría a un muerto de su tumba.

Uno de los aspectos más hilarantes de estas películas son sus cameos, pero esta vez son pocos y algo pobres. A nivel técnico hay una ligera mejora de la calidad (algo que no era difícil) aunque el montaje de algún que otro salto.

Luna Fulgencio vuelve a dar vida al miembro más insoportable de la familia llegando a cantar villancicos con acento sevillano y siendo cargante a más no poder con el soniquete de los niños de San Ildefonso cantando los premios de la Lotería.

A pesar de que el grupete de niños trabaje de forma irregular (y se exprese como lo hacen los adultos pretendiendo ser graciosos sin conseguirlo demasiado) y que la trama vaya a trompicones, el hecho de que sean las diatribas de los críos las que sirvan de columna vertebral a la película, le sienta bien.

El emplazamiento de producto vuelve a ser tan tosco como siempre, así que las marcas impactarán en los ojos de la audiencia como puños, pero hay un par de mensajes bonitos hacia el final de la película que no están mal y apuntan a valores positivos como el sacrificio, la compasión y la generosidad. Solo por eso, se gana el aprobado.