Crítica de El exorcista del papa, con Russell Crowe en el papel de Gabriele Amorth

¿Otra de exorcismos? Pues sí, así es, además del remake de El exorcista, este año también tenemos en pantalla grande El exorcista del papa una película queviene dirigida por James Avory (Overlord, Samaritan) con Russell Crowe entregadísimo al papel del padre Gabriel Amorth, el que fuera mano derecha del santo padre hasta su muerte en 1996 a los 91 años.

No queda ni la sombra de la intención de ser veromsímil o de configurar una suerte de biopic de este hombre, algo por lo que se criticará duramente la película. Su figura no es más que una excusa para edificar una nueva franquicia de terror (huele a secuela desde lejos y... es de esas ocasiones en las que la idea no produce molestia).

Eso sí, la historia está en parte inspirada en dos de sus textos: "Un exorcista cuenta su historia" de 1999 y "Un exorcista: más historias" de 2002. Ojo, porque su primer libro es de 1993 y el último de 2019, así que hay un terreno bien abonado para que florezcan nuevos proyectos si la cinta funciona. 

El punto de partida

Probablemente lo más flojo de la película es el arranque: Amorth es enviado a España para investigar el caso de un niño que parece haber sido poseído por una entidad demoniaca muy poderosa. El pragmático eclesiástico está acostumbrado a lidiar con todo tipo de manifestaciones, que suelen resolverse por la vía de la psicología y no tanto por la de la teología.

Pero, esta vez, hay algo distinto. La abadía, en plena reconstrucción, en la que se producen los hechos, parece albergar un secreto que puede hacer que se tambaleen los cimientos de la Iglesia.

El estado de salud del papa en el Vaticano es, de hecho, muy precario, y solo la experiencia y valentía de Amorth podrán evitar un colapso completo en este punto de inflexión en el que una serie de revelaciones del pasado debilitan la institución como nunca antes.

El eclesiástico contará con la ayuda de un joven abad que, al igual que él, tiene algunos secretos que minan su confianza y complican el reto de enfrentarse al mal.

Mejor cuanto más loca

Calificar El exorcista del papa como una buena película de terror sería, a buen seguro, una exageración. En su parte inicial tenemos más o menos lo que se puede esperar de cualquier otra cinta al uso: sustos, golpes, voces de ultratumba, movimientos inhumanos y su dosis de drama familiar derivado de la posesión de un niño huérfano de padre.

A partir de un determinado punto, es cuando empieza a liarse la manta a la cabeza: el guión de Michael Petroni, Evan Spiliotopoulos y R. Dean McCreary empieza a explorar otras vías y deja de molestarnos la plasmación insólita de una Castilla que está claro que no han pisado en su vida, con una arquitectura gótica y unas tormentas eléctricas que distan mucho de la realidad.

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Así, de un plumazo, El exorcista del papa se convierte en un estupendo placer culpable en el que disfrutar de la interpretación de Crowe, que no duda en retratar a su personaje como un tipo con mucho sentido del humor, con cierta querencia por el alcohol y más "travieso" de lo esperado. Solo verlo subido en una motillo con su sotana, su sombrero y sus gafas de sol, es un acierto de pleno. 

La película también tiene un giro gore que le sienta bastante bien, con un in crescendo en el tono de las secuencias más salvajes muy satisfactorio hasta alcanzar un clímax más imaginativo y grandilocuente, pero que sabe sacarle partido a los sets de rodaje.

A todo eso hay que añadir una muy correcta galería de personajes secuendarios con el costarricense Daniel Zovatto (Penny Dreaful: City of Angels) en el rol del padre Esquibel y ayudante de Amorth, Franco Nero (La piel del tambor) como el papa y los sufridos Laurel Marsden (Ms. Marvel) y sobre todo el debutante Peter DeSouza-Feighoney como víctimas juveniles de las tropelías demoniacas.

Este último se ha sometido a una verdadera transformación (protésicos mediante), que a buen seguro no ha sido nada sencilla, así que chapeau por su entrega.

Haciendo balance, El exorcista del papa cumple con lo prometido: a poco que hubiese afinado más con la introducción y se hubiera desmelenado antes, estaría entre las entradas más interesantes del género, pero en cualquier caso, nos devuelve a un Crowe lleno de energía y con muchas ganas de sorprender. Lejos queda Gladiator, si bien en esta nueva etapa de su carrera promete seguir sorprendiendo.