Crítica de El peor equipo del mundo (Next Goal Wins)

Taika Waititi no para... Además de producir series de éxito como Lo que hacemos en las sombras o Nuestra bandera significa muerte, ya está pensando en su pelicula de Star Wars, pero eso no impide que se comprometa con proyectos más pequeños e interesantes, como la película que hoy nos ocupa: El peor equipo del mundo (Next Goal Wins).

Se trata de una dramedia deportiva que cuenta la historia real del entrenador holandés Thomas Rongen, artífice de una de las grandes gestas deportivas que pasan a los anales de la historia. Esto ya se recogió en el documental de 2014 Next Goal Wins, del que toma el título. 

El punto de partida más bajo

El peor equipo del mundo no esconde sus intenciones y desde su arranque muestra a los habitantes de Samoa como un pueblo feliz a pesar de las tundas en el campo de juego. También coqueteando con los límites de lo real y lo ficticio, así que no es de extrañar ver al propio Waititi en un cameo poco convencional.

Desde que se unió a la FIFA en 1983, Samoa ha perdido todos los partidos que ha jugado... pero, además, los jugadores y sobre todo el portero, llevan la losa de la etiqueta de grandes perdedores por haber conseguido el peor resultado registrado: una derrota 31-0 frente a Australia.

La respuesta es buscar una remontada de la mano de un fichaje estrella... que tiene que aprender de su equipo tanto o más que viceversa. Se trata de un entrenador, el ya mencionado Rongen, que tiene fama de ser extremadamente exigente y muy poco tolerante a la frustración. El reto que se le impone es mayúsculo, por tanto. Y opone una fuerte resistencia al principio.

Solo a medida que vaya conociendo a los jugarores y metiéndose en su piel, conseguirá que empiecen a trabajar como un verdadero equipo cohesionado y a recoger los frutos de su trabajo.

Una leve sonrisa, pero no carcajadas

Puestos a recontar una historia ya conocida y explotada en el medio audiovisual, lo esperado era una comedia hilarante que le sacara partido al tremendo choque cultural entre el holandés y los samoanos y que, por aquello de deslizarse por los vericuetos de la ficción, introdujera elementos nuevos a la narración, en la que hay poco margen para la sorpresa.

Sin embargo, El peor equipo del mundo es no solo muy predecible sino además bastante perezosa a la hora de engarzar gags. Funciona mejor incluso en el plano dramático por el hecho de plantear ciertas cuestiones que quizás pillen a la audiencia desprevenida como el tratamiento de las personas transgénero en el ámbito deportivo.

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En este sentido, a pesar de contar con grandes nombres en el cartel, como Michael Fassbender (The Killer) o Elisabeth Moss (que apenas aparece en un par de ocasiones en un papel que podría haber hecho cualquiera, ¡qué desperdicio!), el corazón de la película no está en el agente externo en el que se relega la solución al problema sino en el personaje interpretado por la debutante Kaimana.

Es uno de los grandes descubrimientos de la película que, se supone que sin quererlo, termina siendo un alegato a favor de la diversidad y del respeto dentro y fuera del campo de fútbol. O quizás es el gol que nos marca por la escuadra Waititi, que siempre siembra este tipo de mensajes en el sustrato de comedias más o menos comerciales que en apariencia son sencillas.

La gran enseñanza, eso sí, es la de saber encajar las derrotas, priorizar a los miembros de la comunidad por encima de los números y el esfuerzo y la entrega para alcanzar la gloria... aunque sea una gloria pequeñita para resarcirse de viejas heridas.

Los métodos de Rongen está en las antípodas de los de Ted Lasso, pero llegan a conclusiones similares: los maestros deben aprender de los aprendices.