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¿Hace falta que se hagan tantos live action? ¿Son realmente buenos?

fallout serie

El anime y los videojuegos cada vez cobran más fuerza en nuestras pantallas con series y películas de imagen real que no paran de mejorar, pero no debemos bajar la guardia.

Soy una ferviente defensora de los live action por catastróficos que sean los resultados, y seré la primera en querer ir a verlos al tiempo que me lance a criticarlos, porque no son posturas incompatibles, y porque el corazón tiene razones que la razón ignora. 

Tanto tú como yo conocemos más de un ejemplo y más de dos de adaptaciones a imagen real que no han salido como esperábamos, un eufemismo que utilizo para ser elegante. Y, a pesar de todo, los golpes siguen sin hacerme tambalear.

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Hay algo de mágico en ver cómo se reimagina eso que tú sólo habías conocido como una serie de animación o un videojuego hace unos cuantos años, porque no estamos hablando sólo de modernizar una historia o de hacer que se vea mejor en el momento actual. 

Sino de convertir en real algo que hasta entonces no era posible más que en el fanart o, en los últimos tiempos, a través de una inteligencia artificial. 

De repente puedes ver cómo serían esos personajes y ese universo si existiera en este mundo, por eso nos gustan los live action y por eso nunca dejarán de tener éxito aunque nos cuenten por enésima vez algo que nos han narrado una y otra vez.

¿Cuáles son los límites en el live action? 

Aunque pueda parecer un concepto moderno porque una gran parte de los contenidos que consumimos a día de hoy son versiones en imagen real de otros productos, el live action ya había empezado a versionar series de animación a finales de los 90 y principios de los 2000.

En largometrajes de imagen real como: Los Picapiedra (1994), Astérix y Obélix contra César (1999) o Scooby Doo (2002), que acabaron teniendo secuelas porque la fórmula funcionaba.

Disney adults

Disney ha sido una de las máximas representantes del live action, ya desde los tiempos de 101 dálmatas. ¡Más vivos que nunca! (1999), y lleva varios años convirtiendo todos sus éxitos pasados y presentes en películas con intérpretes de carne y hueso, algunas con mejor fortuna que otras.

Tomando complicadas decisiones de diseño que siempre parecen una constante al cambiar de formato: ¿cómo de fiel debes ser al material de origen y cuánta libertad creativa puedes aplicar para mantener un equilibrio entre realidad y ficción?

A la gente le horripila que Sebastián sea un cangrejo hiperrealista en La Sirenita (2023), a mí me hace gracia. Entiendo qué les ha llevado hasta esa conclusión, y me parece curioso cómo fuerzan la realidad sobre ese decorado subacuático de cartón piedra poblado por sirenas que no se mojan en pos de la credibilidad. 

Con la popularización del anime en occidente, se abrió otro frente, y muchas han sido las series que han dado el salto a la imagen real, y cada vez con mejores acercamientos.

Aunque atrás quedaron películas como Dragonball Evolution (2009), eso no nos ha impedido ver cosas como Death Note (2017) en los últimos años. Y es que, por muy bueno que sea el material de partida, no siempre se ha trasladado con acierto. 

Me encanta Death Note, y me he tragado todas las versiones en live action que se han hecho del manganime porque las luchas intelectuales entre Light y Kira siempre me tienen al borde del asiento aunque conozca el desenlace -y porque los shinigami en tres dimensiones son una fantasía-, pero lo que hizo Netflix no tiene nombre.

El videojuego también dio sus primeros coletazos en el cine con películas como Lara Croft: Tomb Raider (2001) o Super Mario Bros (1993), que ya se han convertido en clásicos por motivos muy diferentes. 

Pero no ha sido hasta hace bien poco cuando se han empezado a admirar en el mainstream adaptaciones de obras interactivas, con The Last of Us de HBO Max como ejemplo clave de su popularización.

¿Hacia dónde se dirige el live action?

Disney lleva mucho tiempo en una posición cómoda: alternando entre nuevas cintas de animación y nuevas versiones en imagen real de las mismas, entre las que, por supuesto, no faltan las secuelas. 

Rara vez lo ha hecho tan mal como para señalarla por ello y decir que ha producido un fracaso, realizando producciones correctas en las que ha probado diferentes estrategias que han funcionado bien: como la de ofrecernos no sólo un remake en imagen real sino también cambiar el enfoque para que sus protagonistas sean diferentes y veamos la cabra B de la historia. 

Crunchyroll

El anime ha tenido sus luces y sus sombras, con Cowboy Bebop (2021) como uno de los ejemplos recientes más representativos de un error, pero con One Piece (2023) gustando a fans y personas recién iniciadas. 

Encuentro que este es un caso similar al que hemos vivido con el mundo del videojuego, en el que nos ha dado tanto una justita cinta de aventuras como Uncharted (2022) como una entretenida serie distópica como Fallout en Amazon Prime Video, con la que se sigue demostrando el potencial existente del medio.

Fallout (Serie TV)

Después de muchos tropiezos, el futuro del live action se presenta bastante esperanzador, aunque eso no significa que vaya a ser perfecto porque siempre habrá nuevas personas al cargo, con diferentes ideas y enfoques, dispuestas a producir auténticos despropósitos.

Al menos, parece que ahora las compañías entienden mejor lo que supone hacer una adaptación en carne y hueso, y lo que el público espera de ellas, apostando por la fidelidad pero abrazando las posibilidades de un nuevo medio, en las que lo importante nunca ha dejado de ser cumplir nuestro sueño de ver cobrar vida algo irreal.

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