Cadáveres es una producción inglesa para Netflix que se presentaba como uno de los estrenos más prometedores de cara a los contenidos de la plataforma más propicios para Halloween junto a La maldición de la casa Usher o Hermana muerte. Está compuesta por ocho episodios de aproximadamente una hora de duración... así que no te engañe lo de miniserie.

Su propuesta inicial es una mezcla de misterio, ciencia-ficción con embrollo temporal e historias independientes que terminan en una deriva convergente. Hasta ahí no puede sonar más apetitoso, ¿verdad? Pues hay que ponerle unas cuantas pegas.

Hablamos de la adaptación de la colección de cómics de Si Spencer "Bodies" que llega de la mano de Paul Tomalin, involucrado previamente en la dirección de episodios sueltos de series como Torchwood, Shameless, Las crónicas de Frankenstein o No Offence.

Días de un futuro pasado

Cadáveres tiene un arranque intrigante, como decíamos: cuatro detectives viven en cuatro épocas distintas -1890, 1941, 2023 y 2053- encuentran el cadáver de la misma víctima de asesinato en el barrio londinense de Whitechapel, famoso por los asesinatos de Jack el destripador.

Aparece desnudo, con un disparo en la cuenca izquierda del ojo y una inscripción en la muñeca de significado desconocido.

Pronto se dan cuenta de que sus investigaciones los han convertido en el centro de una misteriosa conspiración que abarca más de 150 años y que va a enfrentarlos a un enigma: descubrir qué deben hacer para evitar una enorme tragedia colectiva.

La premisa inicial es sugerente pero, ¿le sale bien la jugada a Netflix? Solo regular, por desgracia. A pesar de tratarse de una miniserie conclusiva, la comparación de Cadáveres con Dark, que es la más recurrente, le viene muy grande.

Abundan los subrayados innecesarios y el relleno en los ocho episodios de cerca de una hora de duración que componen su metraje hace que terminen haciéndose muy largos.

El problema de ritmo es evidente porque además el desarrollo de los personajes es muy predecible, pero, en concreto, el episodio final es decepcionante: no es en absoluto climático ni consigue ser emocionalmente tan impactante como debería.

Esto es algo heredado del propio cómic (es una de las críticas que más habitualmente se le hacen) pero que queda agravado por una puesta en escena muy artificiosa y unas caracterizaciones forzadas que llegan a sacarte de la historia.

Cadáveres daba para mucho más. En su traslación a serie no se ha conseguido salvaguardar lo mejor y, por el contrario se ahonda en aquello que peor funcionaba. Las interpretaciones no son por lo general malas, de hecho, la actriz Amaka Okafor destaca entre en elenco.

Su época, que es la nuestra, 2023, es la que mejor funciona mientras que los saltos a 1941 son los que más desentonan, con una estética teatral y una fotografía muy saturada que no le pega nada a la narrativa. Ojo, hay un diseño de producción potente, se han dejado sus buenos dineros en recrear las calles de antaño, pero todo parece demasiado impostado, como un decorado sin alma.

El tratamiento de la imagen y hasta de la banda sonora es bastante perezoso. Y esto es un punto negativo muy destacable si tenemos en cuenta que series como The Afterparty bordan justo ese apartado al saber tocar los resortes precisos para hacernos sentir que estamos en una determinada época o en un determinado género.

Contra todo pronóstico, Cadáveres empieza enganchando a base de bien y se va desinflando hasta llegar a un final genérico y bastante laxo. Una verdadera pena porque apuntaba más alto y tenía buenos referentes en los que apoyarse para lograr sus objetivos.