Episodios tan largos que parecen películas, ¿son necesarios o rompen las series?
Algunas series han apostado por lanzar episodios dignos de duración de una película de Peter Jackson. ¿Realmente hace falta romper con la dinámica de una serie con estos cambios?
Hubo un tiempo en que las series se plegaban a las exigencias de una estricta parrilla televisiva. El metraje por episodio debía cumplir una duración determinada para que, al encajarlo en la programación de una cadena, serie y publicidad se adaptasen al horario establecido sin que sobrase, o faltase, ni un solo minuto.
Hay muchos casos de series que tuvieron que hacer malabares para que sus metrajes se adaptasen a la parrilla. Tenemos el ejemplo clásico de Los Simpson, que tenía varias versiones de sus secuencias de apertura (intro/opening) con distinta duración para incluir en función de cuánto metraje les daba el contenido del episodio.
Prácticamente cualquier serie de televisión recurrió en una o más ocasiones a los clásicos episodios en dos partes que, a pesar de construir una misma historia, eran tan extensos que los showrunners los partían en dos y cubrían dos semanas.
A veces, incluso, si la serie era muy, muy buena, la propia cadena hacía una excepción y emitía esos episodios dobles de manera consecutiva, ya fuese el mismo día, o al día siguiente.
Entonces llegó el streaming y, poco a poco, el tema de la duración de los episodios se convirtió en una broma de mal gusto para algunas producciones.
Cada vez es más frecuente que series de Netflix, HBO Max, Disney Plus o Prime Video presenten duraciones tan dispares que visionarlos dentro de una rutina, digamos, "planificada", se convierte en un deporte de riesgo.
Episodios dignos de pantalla grande, por calidad, y por duración
La ausencia de restricciones de una parrilla televisiva que ofrecen las plataformas de streaming supone una libertad inexistente en el pasado para los creadores de series de televisión.
Disney+, por ejemplo, tiene series de Marvel o de Star Wars, entre otras, cuya duración es toda una lotería: un capítulo puede durar 30 minutos y el siguiente irse a los 55.
No es el único caso, claro: The Last of Us, en HBO Max, debutó con un episodio de 80 minutazos, pero también tiene capítulos de 45-50 minutos.
El mejor ejemplo que se me ocurre mientras escribo estas líneas es esa serie en la que muchos estaréis pensando: Stranger Things.
Los hermanos Duffer se habían mantenido en la línea de los 50-60 minutos durante las primeras temporadas. La tercera terminó con un episodio de 78 minutos que ya nos hacía decir, "joe, qué largo".
Pero entonces llegó la temporada 4 de Stranger Things a Netflix. La plataforma les había dado permiso para un noveno episodio —originalmente iba a tener ocho— para que pudiesen desarrollar todas las tramas debidamente.
Netflix
Vale, vayamos a la temporada 4 de la serie de Netflix, donde el episodio más corto dura 64 minutos, la media es de 75-80 min y su episodio final, el noveno, ese extra que les habían dado, dura 150 minutazos. Son 2 horas y media: es largo hasta para una película de corte medio.
Nadie niega la calidad de las series que he citado, ni mucho menos, pero este baile de duración de un episodio a otro, puede generar cierto trastorno a quienes disponen de un tiempo más o menos, programado para ver una serie.
La duración de un episodio, importa
Os pongo un ejemplo: supongamos que suelo ver The Last of Us en el único rato libre del que dispongo, a la hora de comer. Tengo un par de horas para hacerme la comida, comer mientras veo el episodio "de una hora más o menos", limpiar e irme de nuevo al trabajo, estudios, lo que sea.
Entonces, supongamos a Craig Mazin y Neil Druckmann, showrunners de la serie, deciden emular a los hermanos Duffer y cascarnos un episodio de dos horas y media para cerrar la temporada 1 de la serie (en el momento de escribir estas líneas, llevamos solo cuatro episodios).
Si se da ese caso, a cualquiera con esa situación le fuerzan a interrumpir el visionado, jugársela con los spoilers en redes sociales, o buscarse la vida para ver el episodio en lugar de dormir o cualquier otro menester de su rutina.
Ese es un supuesto, pero con Stranger Things pasó, y eso que la duración se conocía desde varias semanas antes. Pasamos de un episodio de 85 minutos a uno de 150 min.
Por mi trabajo aquí en la web, no me encuentro entre las personas que se ven afectadas por este tipo de situaciones en las series de televisión, pero entiendo perfectamente el problema que les suscita en una época en la que, si no lo ves al momento, vives al filo de una navaja llamada spoiler.
La virtud de una serie es contar una historia en pequeñas dosis, capítulos, de forma que se pueda desarrollar todo mejor y, a la hora de consumirla, se pueda interrumpir el visionado en esos puntos "acordados" por quienes concibieron la serie.
No sé a vosotros, pero a mí no me gusta tener que interrumpir un episodio, o una película, y reanudarla en otro momento, salvo causas de fuerza mayor, claro. Alterar de forma tan grande la duración de episodios de una serie, provoca que muchos tengan que hacer eso.
Vale que a Netflix le gusta que sus suscriptores se peguen maratones de 10 horas con sus series, pero hay gente que tiene vida, familia, trabajo, ocio… El episodio final de Stranger Things 4 dura 2 minutos más que Spider-Man: No Way Home, que ya es larga dentro del género.
Lamentablemente, parece que esta es una tendencia creciente en el terreno de las series. Si os fijáis, las plataformas cada vez disponen de más contenidos con una variación notable en la duración de sus episodios.
¿Creéis que esto beneficia al usuario o es un problema de cara a ver series que pasan de 50 minutos a hora y media de duración de un episodio al siguiente?
Descubre más sobre Javier Cazallas, autor/a de este artículo.
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